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» » Una marea militante para respaldar las Instituciones

(28/02/15 - 1M, Por Hugo Delgado)-.El gobierno apuesta a la movilización como una forma de responder a las diversas acciones desestabilizadoras que ha sufrido en los últimos días, en sintonía con lo que parece ser una ofensiva subcontinental que también se puede apreciar en Venezuela y Brasil entre otros países de la región con indiscutible terminal en Washington.

Hace bastante que la cínica política exterior usamericana y su prédica de democracia, que no es otra cosa que coloniaje desembozado, ha debido dejar de negar la aplicación de la teoría del politólogo George Sharp, autor de la modalidad de los "golpes suaves" como reemplazo de los desprestigiados golpes de estado, aunque sin desestimarlos como medida extrema.

Esto ya pudo verse en América Latina con la destitución de Zelaya en Honduras y Lugo en Paraguay, en el primer caso de la mano de una sociedad contra natura de las fuerzas armadas y el poder judicial y en el segundo a través de un golpe de timón del poder legislativo.

Lo cierto y real es que la política real de sometimiento de cualquier esbozo de manejo independiente o que directamente contraríe a sus intereses políticos o económicos por parte de USA  parece haber quedado como nunca al desnudo en estos días.

La insostenible causa pretendidamente presentada por Alberto Nisman contra la Presidenta y su canciller sin ningún asidero legal, su violación a las formas legales, por ejemplo presentar la causa para que fuera sorteado el juzgado, o hacer una presentación mediática del caso en primer lugar.

La descarada ofensiva de un minúsculo grupete de fiscales y jueces, salpicados todos ellos, de manera sistemática y concurrente a lo largo de toda su carrera por la corrupción y el desprestigio como característica coadyuvante, ha generado la alarma en sectores del gobierno que entienden esto como una nueva ofensiva opositora ante lo que se avisora, si bien no se enuncia públicamente, como un seguro triunfo electoral del oficialismo en las elecciones generales de octubre.

La marcha de silencio del 18 F, "en homenaje" y/o "pidiendo justicia" por parte de quienes deberían impartirla para con un fiscal del que existen certezas de su labor al servicio de inteligencias extranjeras y que se terminó suicidando (según todos los indicios hasta el moemnto) sin respetar el habiualmente requerido "tiempo de la justicia" disparó todas alertas.

A ellos le siguieron casos realmente excepcionales, como la elevación a juicio oral de la causa por "venta de un auto con papeles truchos" del Vicepresidente de la Nación (¿cuántos juicios orales por este tema supieron ustedes que se han realizado hasta la fecha?), y otras causas contra funcionarios del Ejecutivo parece haber desencadenado una especie de "Batalla de Poderes", aunque lo paradójico es que en realidad es un pequeño cenáculo de un poder, el judicial, que parece haberse apropiado de la representatividad de "toda la justicia" contra el Poder ejecutivo.

En este marco los ciudadanos asistimos a un espectáculo realmente grotesco en que un sector, disfruta que su odio irracional pueda ser canalizado por un sector de la sociedad con poder suficiente como para jaquear al blanco de su inquina mientras que el otro se comienza a plantear la necesidad de que la justicia se democratice de una vez por todas y dejen de existir cargos vitalicios en los que gerontes que usan pañales tienen arrogado el poder de decidir sobre la vida institucional del país.

En ese marco es necesario analizar la marcha que mañana domingo se dará cita en la explanada de la Plaza del Congreso y como una especie de marea humana inundará los alrededores del tercer poder en discordia, el legislativo, para manifestar su apoyo a la Presidenta (que mal que les pese a muchos es la de todos los argentinos) y al gobierno elegido democráticamente por una abrumadora mayoría que superó olgadamente el cincuenta por ciento de los votos.

Más allá de este tema, es necesario recordar que esta actividad militante de acompañar a la Presidenta en su discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación se repite año a año, aunque por cierto seguramente este año será de mucha mayor envergadura.

En este marco, todos los resortes del sector oficialista se han aceitado para cumplir con su rol militante y se movilizan las bases en cada rincón del país, en lo que será una demostración de fuerza que ningún otro sector del espectro político nacional puede hoy siquiera fantasear igualar.

Es que luego de doce años de gestión, la imagen del gobierno sigue manteniendo un núcleo duro de adhesión de alrededor del 30 al 35 por ciento y un sector inercial o blando de entre un diez o un quince por ciento, impensado antes de la irrupción del kirchnerismo, cuando los partidos políticos debieron acortar los mandatos para poder sortear de manera más o menos airosa el descontento popular que generaban las gestiones neoliberales.

Seguramente el lunes, el odio saldrá a recitar su resentimiento hacia los choriplaneros y dirán que sus "¿50.000/400.000?" paragüeros tienen más valor porque no fueron por el chori y la coca. pero lo real es que solo será una muestra de la impotencia que genera el poder de movilización del oficialismo (y dejamos pendiente la discusión de si está mal o bien que viaja, en muchos casos, varias horas reciba un sandwich de manera solidaria de sus compañeros de militancia).

Dejamos también para otro momento la discusión insostenible del pago ¿de cien, dosciento, cuatrocientos pesos? por asistir. Quien puede imaginarse que alguna fuerza, cualquier fuerza (y si es corrupta como sostienen desde la oposición menos) pague esa cifra a un millón, o un millón y medio de personas.
¿Sacaron la cuenta del dinero del que hablamos?

Lo cierto e irrefutable de todo esto es que asistimos a momentos históricos donde el gobierno ha venido derrumbando una a una las denuncias "bien fundadas" de la oposición, desde la reforma constitucional para la reelección de CFK hasta cualquier otro absurdo que sus mentes afiebradas hayan imaginado.

En el medio el pueblo, esos millones de seres humanos anónimos que solo quieren vivir, vivir en paz, tener alguna que otra sensación de bienestar, ver crecer a sus hijos, progresar y envejecer sin tener que terminar tirándose abajo de un tren porque el ministro de economía anunció que le bajarán su miserable jubilación.

Deseos de un pueblo que al parecer resultan altamente antidemocráticos para un sector minoritario de la sociedad que aspira a disfrutar de privilegios por encima o a costa de las mayorías y otro sector minoritario que solo parece poder ser feliz con gran cantidad seres humanos a su alrededor sumidos en la miseria.

Ese es el nudo gordiano social que enfrenta hoy la sociedad argentina, en el cual hay un sector claramente definido ideológicamente y otro que no logra, o no puede, definirse más allá de su antinomia y que parece unido en una sola idea fuerza que es enfrentar al gobierno, no por un tema en particular, sino por ser el gobierno, y oponerse a cualquier iniciativa que encare, aunque lo beneficie.

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