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» » Día de las Madres

(19/10/14 - Editorial, *Por Hugo Delgado)-.Un domingo más, en que la Argentina amanece vestida de amor filial hacia las mujeres como símbolo de creación dela obra máxima, el ser humano. Nuestro amor a las Madres.

 Históricamente las madres han sido iconos de abnegación y entrega desideologizada y ese es el retrato que a diario se nos intenta grabar en las retinas como natural, casi obligado desde los medios de comunicación del sistema dominante. (Porque no nos engañemos, el sistema dominante, aún hoy, siguen siendo ellos, los que detentan, acumulan, el capital concentrado de manera obsena en nuestra sociedad).

Sin embargo las Madres son mucho más que el objeto de compra de un celular de última generación o un lavarropas automático. Madres son aquellas que en la peor adversidad sacan fuerza de donde nada queda para en un esfuerzo sobrehumano seguir adelante, en muchos casos aún por sobre si misma.

No puedo evitar, al evocar a las Madres, caer en la imagen inmensa, ya universal del pañuelo blanco. Azucena, Hebe, Estela... pero no puedo evitar pensar que Susana, mamá de Marita; y las Madres de Cromagnon, y  las de Once y las del Paco y las del Dolor se suman a diario a esa disputa del lugar de Madre, a compartir ese lugar de Madre.

Cuando se habla de Madres de inmediato se habla de amor infinito, inconmensurable, y por eso se vuelve siempre hacia ellas, que enfrentaron al más inmenso y sádico aparato del terror en su apogeo, sin embargo como no viajar en el tiempo hacia aquellos remotos días de las primeras disputas por hacer un país para todos y recordar a Deolinda, muriendo en el desierto pero guardando en su echo amor y leche suficiente para que su criatura pudiera sobrevivirla.

Al momento de escribir esto de inmediato me da vueltas, rebota en mi cabeza la frase. "mujer bonita es la que lucha" y pienso cuantas formas existen de ser bonita una mujer, y cuantas formas existen de ser Madre, así con mayúsculas, como nuestras Madres.

Y no puedo soslayar en ese inventario a las que cada día en la más absoluta orfandad de su soltería son madres y padres a la vez, muchas veces incluso soporto el estigma social de esa soltería; las que desde el fondo de la pirámide social se las ingenian para llevar un plato de comida a sus hijos; las que trabajan y luchan por ser tratadas como iguales, las que estudian en la peor adversidad para ser mejor de lo que la sociedad espera de ellas.

Es que no puedo imaginar hablar de una madre sin hablar como eje central de la mujer. No puedo esbozar mi idea de Madre sin aludir a la potencialidad de la mujer como tal, más que a la que la ha concretado. De no pocas maneras mujer y madre son para mi un sinónimo y es por eso que no encuentro razón para distinguir entre ellas.

Eso es una madre, y en este día, comercial y devaluado en sentimientos por el mercado, podemos optar por caer en su trampa y quedar bien con un smartphone o una licuadora o escaparnos de la trampa del sistema y recordar que, en definitiva una madre es mucho más que el destino de un regalo y que nuestro amor hacia ella no se mide en cuanto vale lo que podemos darle.

Para avanzar hacia atrás en el tiempo, hacia ese momento de verdad universal donde el amor se expresaba en un abrazo y o en un recibo de compras, porque en definitiva, en cualquier momento podemos regalarle un plasma, y no necesitamos esperar que el mercado nos diga que es el momento.

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