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» » "Los periodistas hablan del fútbol como una guerra y critican a los hinchas cuando lo toman así"

(25/12/14 - Fútbol)-.José Garriga estudia -hace 15 años- la cultura futbolera en Argentina. En Colombia, se tomaron en cuenta investigaciones argentinas para implementar políticas públicas que contemplen a los hinchas.

Usted integra como investigador en temas vinculados con la violencia en el fútbol los equipos que dirige Pablo Alabarces. En Colombia, sus estudios se tomaron en cuenta para diseñar políticas públicas en relación a las hinchadas. ¿Es así?
Buena parte de nuestras investigaciones, que llevan más de quince años, han sido utilizadas por los gestores de políticas públicas en Colombia para pensar posibles soluciones para la violencia en el fútbol. Obviamente, los escenarios sociales son distintos pero hay líneas que permiten pensar la posibilidad de hacer cosas iguales o parecidas.

¿Cuáles son las políticas que se están implementando?
Nuestras investigaciones intentan es pensar al problema de la violencia en términos culturales, lo que llamamos nosotros la lógicas del aguante, que en el caso colombiano tiene bastantes similitudes, hay un problema cultural profundo en el cual se empieza a legitimar la violencia. Nuestras posibles soluciones tienen que ver con construir espacios de socialización que estén pensados como  espacios de inclusión donde la violencia esté excluida pero que le permita a los jóvenes ser alguien, que se construyan espacios de pertenencia social pero que la violencia no tenga ningún tipo de entrada. Eso lo venimos diciendo hace muchos años y es una de las posibles soluciones entre un abanico muy amplio.

¿Ellos tienen barras bravas como las nuestras?
Bastante similares, están vinculadas a la lógica del aguante, lo llaman aguante igual que nosotros, pero tienen una diferencia que es central que es que no hay una relación tan profunda entre las barras y los dirigentes, eso muestra un escenario completamente distinto.

¿Cómo piensan esas políticas de inclusión?
Han creado espacios vinculados a los clubes, ya sea en los clubes pero también en los barrios, donde los jóvenes que son parte de las barras se incluyen para hacer distintas actividades culturales pero también laborales. Tienen una sede donde van los jóvenes y hace grafitis, por ejemplo, o remeras, y las remeras las venden. Eso puede ser un espacio de ingreso para los jóvenes y alejarlos de otros riesgos sociales.

¿Tuvieron en estos años reuniones con funcionarios argentinos?
Si, muchísimas veces. De hecho hemos fracasado mucho, tenemos sendos fracasos, a través de Castrilli, con el cual no hemos terminado bien porque no lográbamos hacer entender nuestra posición, estaba encerrado en una idea en la cual para con la violencia la única posibilidad era la represión, a lo cual nosotros respondíamos que el que comete un crimen tiene que pagarlo, estamos todos de acuerdo, pero cómo hacemos para prevenir los delitos. Hay muchos jóvenes que ven con fascinación a las barras y que quieren ser parte, una de nuestras propuestas era crear espacios de socialización para que construyan sentido de pertenencia en otro tipo de grupalidades. Nuestras propuestas son más bien a largo plazo, estamos hablando a diez o doce años, pero esto lo estamos diciendo hace veinte.

Las políticas que se han implementado desde el Estado argentino, sobre todo en el último tiempo, están llevándose puesta toda la cultura futbolera, que es parte importante del patrimonio cultural del país. De hecho, este fin de semana vamos a tener muchos partidos definitorios sin hinchas, algo insólito.
Creo que la prohibición del hincha visitante en las canchas es la muestra extrema del fracaso de las políticas de prevención de la violencia, al mismo tiempo que es un Gobierno que ha hecho un montón de cosas por la inclusión en otros ámbitos. Hay una contradicción ahí sumamente interesante. Teniendo en cuenta que para varios de nosotros las políticas de prohibición de los hinchas visitantes como política coyuntural no era mala, si vos sumás eso por poco tiempo aplicando otro abanico de posibilidades más amplias podría haber sido una buena política, pero se terminó convirtiendo en una política estructural, es muy difícil modificarla y está aislada de otro tipo de políticas.

¿Cómo impacta ese relato mediático que se refiere a los hinchas como bárbaros o inadaptados sociales?
Es la mirada casi general del periodismo sobre el tema, digo casi porque siempre hay buenos periodistas con buenas miradas que complejizan el tema. Hay un tema muy interesante para pensar que es cómo, en muchos casos, los medios de comunicación se desligan de su responsabilidad para con la violencia. Los periodistas también son responsables de la violencia en el fútbol porque contribuyen a legitimarla cuando hablan del partido como una guerra, las metáforas belicistas que usan; hay una contradicción, ellos mismos ven el partido como una guerra y al mismo tiempo piensan que está mal que alguien lo tome de esa manera. En ese sentido los medios deberían reflexionar acerca de cómo se entiende un espectáculo deportivo, qué es lo que queremos del fútbol: entender que es un espectáculo deportivo y no una guerra es un primer paso.

Con respecto a la restricción de los visitantes: ¿Su sensación es que no tiene vuelta atrás?
Espero que la tenga pero es muy difícil, por varias razones: la primera es que los dirigentes están bastante contentos, no los van a decir porque temen ser expulsados del mundo del fútbol. Pero están contentos por tres razones: venden más entradas porque volvió cierta parte de público que antes no accedía; pagan menos policías, sobre todo en el fútbol del ascenso, y además se han sacado un problema importante que es pagarle los pasajes a las hinchadas cuando van de visitante. No lo van a decir pero son tres razones por la cual están bastante contentos. Pero como política de Estado es un error porque contribuye a crear que el otro es un otro peligroso. Yo no soy tan viejo y he visto River - Boca con hinchas de los dos clubes, uno al lado del otro. Eso fue hace treinta años. Eso hoy día es casi imposible porque se cree que el otro es peligroso.

*Por Enrique de la Calle y Boris Katunaric, APU

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