El muro “pasará varios pisos bajo tierra y se extenderá por varios pisos por encima del suelo”, ha informado este miércoles el diario israelí Yedioth Aharonoth en su edición digital.
Se estima que el proyecto para levantar esta muralla a lo largo de 96 kilómetros de la frontera entre los territorios ocupados palestinos y el enclave costero cueste unos 531 millones de dólares.
La medida israelí se suma a las numerosas restricciones que sufren los palestinos en Gaza como consecuencia de la última ofensiva israelí (en el verano boreal de 2014) y el asedio que el régimen de Tel Aviv impone sobre esta zona desde 2007.
Sin embargo, las autoridades israelíes argumentan que el proyecto tiene como objetivo frustrar las supuestas amenazas programadas desde los túneles subterráneos cavados por el Movimiento de la Resistencia Islámica Palestina (HAMAS).
El jefe del estado mayor israelí, Gadi Eizenkot, ha señalado que se trata del “proyecto más grande” que se ha llevado a cabo en la historia del ejército de este régimen.
A este respecto, un alto responsable de HAMAS, en condición de anonimato, ha alertado que los israelíes “deben entender que están cavando trampas mortales para ellos mismos”.
El proyecto ha recibido 600 millones de shekels israelíes (casi 160 millones de dólares) en fondos, pero corre el riesgo de quedarse desprovisto de financiación, pues no se le ha asignado ningún fondo para el año fiscal 2017-2018.
La Franja de Gaza todavía no se ha recuperado la mala situación humanitaria en la que está inmersa desde la última agresión israelí. El bloqueo ha hecho que el 80 % de su población (1,9 millones de habitantes) dependa de la ayuda humanitaria.
“El bloqueo está teniendo un impacto devastador en Gaza, que supone un castigo colectivo. La obligación de dar servicios a la población y levantar el bloqueo no ha sido nunca tan grande como ahora”, denunció el portavoz de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los refugiados palestinos, Christofer Gunnes.
