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» » “No hay maldita policía sin maldita justicia”

(18/08/15 - Violencia Institucional)-.Rosa Schoenfeld, la mamá de Miguel Bru, pasó la noche frente a la comisaría N° 9 de La Plata, donde su hijo fue visto por última vez, en 1993. A 22 años de su desaparición, familiares, amigos y estudiantes de periodismo de la Universidad de La Plata participaron del encuentro y llamaron a continuar la lucha. “Esto no empezó ni terminó con Miguel o con Andrés Núñez, esto es algo que sigue pasando”, sostuvo Rosa.

“Falta justicia. Falta un cambio para que haya una justicia democrática y falta un cambio en la policía. No hay maldita policía sin maldita justicia”, dijo Rosa Schoenfeld al cumplirse 22 años de la desaparición de su hijo, Miguel Bru.

En la vigilia frente a la comisaría 9°, el lugar donde lo vieron por última vez, la mamá de Miguel y presidenta de la Asociación Miguel Bru, llamó a continuar con la lucha: “Esto no empezó ni terminó con Miguel o con Andrés Núñez, esto es algo que sigue pasando. Por eso tenemos que luchar. Yo sé que a Miguel lo vamos a encontrar”.

La vigilia frente a la comisaría 9° es un ritual para los familiares y amigos de Bru, al que cada año se suman a participar más jóvenes. El encuentro contó con una radio abierta, proyección de videos y exposición de los trabajos realizados por pibes que asisten a los talleres de oficios de la Casa de la Cultura de la Asociación Miguel Bru.
                                                                                  
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El primero en llegar fue Guille, uno de los hermanos de Miguel. Se trepó a un árbol y colgó un pasacalles negro, con una inscripción en blanco, que rezaba “¿Dónde está Miguel?”.  Esa es la pregunta que se repiten hace veintidós años y por la que cada agosto se reúnen los familiares y amigos de Bru. 

Un rato más tarde, llegó Rosa con Diana –otra de las hermanas– y Abril, la pequeña sobrina de Miguel, que llevaba en sus manos una bolsita con las pantallas para las velas que prenderían en la puerta de la comisaría, el único lugar en donde pueden recordarlo. Néstor, el papá, preparó los choripanes y los demás pegaron afiches, ayudaron a acomodar los parlantes, el proyector, la pantalla.

El recuerdo de Miguel, y la pregunta que resuena sin respuesta, ya son parte de una identidad colectiva.
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Octavio, Andoni, Blas y Sofía tienen 20 años y llegaron desde Pigüé para acompañar a Rosa y a su familia en la vigilia. Son estudiantes de una escuela a la que bautizaron “Miguel Bru”, en el mes de julio. 

El nombre fue propuesto después de que uno de sus profesores les contara la historia de Miguel. Sienten que ese nombre los representa, porque la escuela, aseguraron, “es un lugar para la inclusión”.  Para ellos, estar en la vigilia es importante “para que no pasen más casos como el de Miguel”.

Lucas tiene 21 años y es de Misiones. El caso lo conoció en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Su participación en la vigilia está anclada a su actividad militante: “El caso de Miguel es algo fuerte –comentó–, es algo que nos llama a la reflexión. Porque  sabemos que ese tipo de cosas pasan todos los días, porque hace veinte años que no tenemos una respuesta sobre dónde está Miguel”.  Y subrayó: “Nosotros hacemos las mismas cosas que hacía él, llevando adelante una práctica política comprometida, discutiendo en las aulas, hacemos lo mismo que hacía él pero en un contexto distinto. A él hace veinte años la policía se lo llevó impunemente”.

Rocío también estudia en la Facultad de Periodismo y sostuvo que lo que le pasó a Miguel le da una impresión que se agranda cada vez que recuerda que compartieron las mismas aulas. “Queremos encontrar respuestas, queremos encontrarlo y no vamos a dejar de venir hasta que sepamos dónde está”, compartió.

De la vigilia también participaron María, Mariano y Silverio. Ellos conocieron la historia de Miguel cuando se sumaron a participar de los talleres de la Casa de Oficios que tiene la Asociación. Juntos cubrieron la vigilia para el taller de comunicación y para acompañar a Rosa. La Casa de Oficios es un lugar “de contención”.

Ganar la calle
“Rosa es un faro de cómo transformar el dolor individual en reclamo colectivo y es también una forma de transformar ese dolor a partir de la lucha en las calles”, señaló Matías Moreno, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

“Esta vigilia nos encuentra en un presente en donde ha habido respuestas desde el Estado Nacional a la violencia institucional. Que tiene que ver con una mayor presencia estatal en los juicios por violencia institucional, y con el asesoramiento y demás. Sabemos que falta un montón, pero estamos acá”, agregó y destacó que “la violencia institucional tiene que ser erradicada definitivamente de nuestro país”.

La decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Florencia Saintout, hizo hincapié en el valor de la vigilia: “Es importante estar en la calle, porque lo que le pasó a Miguel no es algo privado es algo público. Es importante porque las calles son el símbolo de las luchas políticas y porque sí existe el olvido. Pero la memoria no existe, la memoria es algo que se construye. Que no es lo mismo que el recuerdo, la memoria se construye con decisiones, con militancia, con la ocupación del espacio público. Y la memoria sólo tiene sentido si está acompañada de la justicia”, destacó. 

Para Saintout, existe una identidad de lucha ligada a Bru que se renueva con las generaciones.

Una deuda pendiente
En todos estos años se realizaron más de 36 rastrillajes – el último finalizó en 2010– en los que no se encontró rastro alguno del cuerpo del estudiante. Por  las torturas, el asesinato y la desaparición de Miguel fueron condenados cuatro ex policías bonaerenses: Walter Abrigo y Justo López, a prisión perpetua; el ex comisario Domingo Ojeda y el ex oficial Ramón Ceressetto, por encubrimiento.  

Al día de hoy, no queda ningún preso.

Miguel Bru estudiaba periodismo y tocaba en una banda de rock. En 1993, denunció a unos policías que habían allanado ilegalmente la casa donde vivía. 

Desde ese día comenzaron a perseguirlo y a hostigarlo para que retirara la denuncia. Miguel no hizo caso. 

El 17 de agosto cuidaba la casa de unos amigos cerca de Bavio, ahí lo secuestraron. Aunque los policías intentaron limpiar el ingreso de Miguel Bru a la comisaría, se encontró su nombre borrado en el libro de actas. 

Los testimonios de los detenidos aquella noche en la comisaría dieron cuenta de que no sólo Miguel había estado allí, sino que además lo habían torturado y sacado muerto de la comisaría.

La maldita policía se llevó la vida de Miguel hace veintidós años. Rosa se preguntó y se pregunta mil veces, con dolor, por qué. Ella cree que la justicia le debe a Miguel.

*Por Catalina Dowbley, Infojus Noticias
Fotografía: Eva Cabrera

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