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» » Juana de Pargament, una mujer que dejó su huella grabada en Plaza de Mayo

(29/02/16 - Derechos Humanos)-.Juana Meller de Pargament moldeó sus pies alrededor de la pirámide de mayo para reclamar por los hijos desaparecidos y dejó su huella en la plaza como una expresión de lucha que no abandonó aún con 101 años, enfrentando fríos, tormentas o agobiantes calores durante las rondas de cada jueves durantes 39 años. 

Su vida, la de una ama de casa de la época, dio un giro copernicano el 10 de noviembre de 1976, cuando se enteró que una patota de civil entró en la madrugada a su casa y secuestró a su hijo Alberto.

Desde ese día, Juana Meller de Pargament no dejó de caminar, buscar, reclamar y luchar junto al resto de las Madres por los hijos que la dictadura les había secuestrado.

Tesorera histórica de la asociación Madres de Plaza de Mayo, era, desde que comenzaron las rondas de la mano de Azucena Villaflor de Viceni en 1977, la encargada de guardar el poco dinero que tenían en sus bolsillos para pagar viajes, solicitadas, tardes de té en confiterías en las que se reunían "camufladas" de señoras que se encontraban para celebrar algún evento.

"Juanita" sabía inglés y escribía muy bien a máquina, características que no eran comunes en las madres de la época, y por las que se volvió una especialista en escribir cartas a todo el mundo, en inglés o castellano, explicando y pidiendo ayuda a organismos internacionales por las violaciones a los derechos humanos que la dictadura genocida cometía.

Hija de padres lituanos, de tez muy blanca, diminuta y coqueta, la mayor de las madres se encargó hasta diciembre pasado de abrir las puertas de la casa de la organización, costumbre que la acompañó desde el desprendimiento de un grupo de Madres que encabezadas por Hebe de Bonafini creó la Asociación Madres de Plaza de Mayo en 1986.

La lectura de los diarios de cada día era su primera tarea y la cumplía como parte de un compromiso que siguió hasta que, finalmente, fue convencida para ir sólo los jueves y evitar que su andar frágil le jugara una mala pasada.

Siete horas todos los días eran para "Juanita" una práctica necesaria para mantenerse actualizada y vital, dos elementos necesarios para cumplir con su tarea de guiar a los turistas que se acercaban a conocer la casa de las Madres, sus actividades y escuchar su historia que relataba con entusiasmo renovado.

"Alberto era un rebelde, un motor que no paraba en ningún sentido. Era médico psicoanalista y donde lo llamaban, iba. Con sus compañeros tenían ideas revolucionarias porque les dolía ver miserias", contó sobre su hijo entrevistada en 2012 por Télam.

Allí también contó que, para ella, ir a la Plaza de Mayo todos los jueves "está inserto en todo lo que hago y en el compromiso de que esto no se para" porque el movimiento de Madres se "fundó con una caminata silenciosa, que terminó siendo el grito más fuerte que cruzó todos los tiempos".

Tuvo la recompensa de conocer a su nieto Javier quien un día se acercó a la casa de las Madres y pidió ver el libro con las fotografías que ellas guardan de sus hijos y señalando con su dedo a Alberto le dijo a Juana que ése era su padre y juntos comprobaron su lazo con los análisis de histocompatibilidad en el Banco Nacional de Datos Genéticos.

Su última ronda fue bajo el sol del 14 de enero pasado, día en que dejó para siempre su huella grabada en las baldosas de la Plaza de Mayo.

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