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» » Anahí no es Anahí, hoy tod@s somos Anahí, pero debiéramos serlo todos los días

(05/08/17 - Femicidio, Por Hugo Delgado)-.El crimen de Anahí pone la sensibilidad social a flor de piel, hoy, como el día del una menos, todos nos desgarramos las vestiduras y lamentamos tanta muerte y tanta violencia de género...

Sin embargo ¿qué hacemos a diario para lograr que esa situación se revierta?

Porque no alcanza con pegar un cartelito cuando un caso nos conmueve; con salir a la calle una vez por año; con conmovernos como lo hacemos cuando vemos un comercial de champú con un mensaje sentimentaloide y un golpe bajo.

Anahí duele, duele en el fondo de las entrañas, como duelen los pibes que no tienen que comer, como duelen las familias que viven en la calle, duele porque son muertes. Dolor, penas evitables.

Nadie debe ni merece ser muerto, sin embargo a diario matamos con nuestra indiferencia tantas veces que ya ni nos damos cuenta. Hemos creado nuestros propios anticuerpos para que la miseria, el dolor, la desesperación no nos importen, no hagan que nos caiga mal la comida.

Entonces miramos para otro lado y cuando queremos sentirnos un poco humanos adoptamos un cachorro de la calle, quizás por unos días, o unos meses, o hasta para toda la vida, porque somos sensibles y nos puede ese par de ojos indefensos... Los mismos que no nos atrevemos a mirar de ese pibe que tiene los mismos ojos, pero que nos comprometería un poco más que el cachorro... Los mismos que veríamos en esos obreros que cortan la calle porque se quedaron sin trabajo y quieren visibilizar su drama...

Anahí... si, Anahí somos todos, y cuando supe que era su cuerpo el que encontraron en Santa Catalina, solo su cuerpo, no los detalles morbosos del posible estado de su cuerpo, me sentí muy mal, abatido, porque es imposible no hacerlo ante tamaño crimen, sin embargo me sentí impotente ante la imposibilidad de hacer algo en lo inmediato que resuelva el problema, pero por sobre todas las cosas, por la certeza que nadie podrá, de ninguna manera devolverle la vida a esa piba.

Pero no solo a esa piba, sino a todas las pibas, a todas las mujeres que mueren, que son asesinadas, golpeadas, mutiladas por su género.

A las mujeres que son abusadas, social, sexual y económicamente por su género.

Quiero, desde el momento en que me enteré del desenlace de este tema, acordarme del nombre del pibe que fue asesinado en Adrogué por un policía, ebrio y retirado, cuando intercedió para que éste dejara de agredir a su mujer y no lo recuerdo.

No quiero buscarlo, me condeno a tratar de recordarlo, a ese pibe que no debiera ser anónimo. A ese pibe cuyo nombre debiera estar en los carteles de una calle, que debería ser uno de los ciudadanos ilustres del distrito y la provincia, y sin embargo no recuerdo su nombre.

¡Hoy todos somos Anahí! y está muy bien que así sea, pero para serlo tenemos que entender que dar rating a los canales que muestren su calvario para alimentar nuestro morbo es una forma más de extenderlo.

Anahí fue asesinada, un femicida, o dos o tres andan sueltos, debemos encontrarlos, deben pudrirse en la cárcel, pero eso no puede ni debe significar que su muerte sea recreada hasta el hartazgo por televisión.

Un poco de pudor y respeto por Anahí, quitarle sensacionalismo a su muerte, magnificencia a sus femicidas, sería una forma de hacer un poco de justicia por Anahí.

Eso y trabajar todos los días, no para las luminarias, para las cámaras, en silencio, cotidianamente, comprometiéndonos para que no haya ninguna Anahí, ni Ana, ni Marcela, ni Luisa más.

No es solo nuestra responsabilidad, quizás ni siquiera seamos algo más insignificantemente responsables al respecto, pero en la medida de la responsabilidad de cada uno, tod@s somos responsables cuando se apaga la cámara de televisión.

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