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» » La última frontera de la guerra fría

(20/02/15 - Puerto Rico)-.A raíz del vuelco ideológico que paulatinamente se ha venido dando en Washington con respecto a Cuba, y del nuevo cálculo geopolítico que ha llevado a esta nueva coyuntura, los puertorriqueños estamos en la obligación de exigirle a la Casa Blanca y al Congreso que desenreden el último cabo suelto de la guerra fría en el Caribe. Y es que Puerto Rico, y no Cuba, constituye hoy esa última frontera de la guerra fría en el Caribe.

No cometamos el mismo error de siempre. No dejemos que los acontecimientos externos de forma aleatoria dicten la pauta de nuestro propio destino.

No nos dejemos arrastrar por la inercia.

La complejidad del momento actual, matizado por enormes e inciertas encrucijadas geopolíticas y económicas, exige que al fin tracemos nuestras propias estrategias.

Han sido cuatro los momentos decisivos de nuestra historia en los cuales Cuba ha jugado un rol preponderante en nuestra vida de pueblo.

El primero de éstos fue al decretarse la abolición de la esclavitud negra en Puerto Rico, el 22 de marzo de 1873.

Si bien es cierto que la solvencia moral de Betances, Ruiz Belvis y Baldorioty, avivó decisivamente la lucha abolicionista, no es menos cierto (como el propio Betances reconoció desde su destierro en París) que el estallido de la guerra de los diez años en Cuba bajo el liderato de Máximo Gómez y Antonio Maceo, así como la ética abolicionista de Carlos Manuel de Céspedes (esculpida en la Constitución de Guáimaro de 1869) fueron detonantes decisivos que obligaron a la endeble república española a abolir la esclavitud en Puerto Rico.

El segundo episodio fue la concesión, tanto a Cuba como a Puerto Rico, de la Carta Autonómica el 25 de noviembre de 1897. Tardía concesión, hecha a regañadientes por María Cristina de Habsburgo a instancias de Práxedes Mateo Sagasta, para en un acto de desesperación evitar a un mismo tiempo la intervención de Estados Unidos en Cuba y, en el análisis final, la independencia cubana.

Aún más allá de la Asamblea de Ponce y de los compontes de 1887, fue el cálculo geopolítico de Madrid con respecto a Cuba lo que llevó al breve régimen autonómico.

El tercer episodio fue el de la invasión de 1898. A pesar de lo que quieran creer algunos líderes estadistas, la invasión de 1898 no se dio por invitación. Tanto el ataque de Sampson de mayo de 1898, así como la entrada de Miles por Guánica el 25 de julio de ese mismo año, se dieron como corolario de la guerra que Washington libraba en Cuba contra la corona española a raíz de la voladura del Maine en aguas habaneras.

El cuarto episodio vino con el triunfo de la revolución el 1 de enero de 1959, fecha desde la cual no ha pasado nada con el proyecto de culminación del Estado Libre Asociado ?porque no hacer nada era precisamente parte esencial de la política de bloqueo diplomático contra Cuba.

Cabe destacar que en cada uno de estos episodios, fue la coyuntura doméstica cubana y su repercusión geopolítica, primero en Madrid y luego en Washington, el catalítico que dictó la pauta de los acontecimientos en Puerto Rico.

En esta ocasión, no podemos esperar que las variables internacionales nos vayan a favorecer cruzándonos de brazos. Todo lo contrario.

Nuestro enfoque, sin embargo, no puede limitarse al turismo y al deporte.

Este nuevo tiempo, que apenas comienza, abre la puerta para atajar de frente las raíces de nuestros más álgidos problemas, a saber: una economía quebrada y un estatus caduco.

Al esfumarse el fantasma de la guerra fría en el Caribe, no le queda justificación a Washington para mantener a Puerto Rico sojuzgado a un régimen político retardatario, ni para darle falsas esperanzas a un movimiento estadista incoherente que no tiene la más mínima posibilidad de lograr la anexión.

Ahora, más que nunca, se impone la obligación de retomar la asamblea de estatus; de desechar el capricho plebiscitario, y de poner a Washington contra la pared para que le hable claro a Puerto Rico.

Ahí la batalla del porvenir.

*Claridad

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