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(26/09/15 - Derechos de Género)-.Dora Barrancos es socióloga, doctora en Historia e integrante del directorio del Conicet. En diálogo con Infojus Noticias, analizó cómo los medios de comunicación abordan la violencia contra las mujeres.

“Los medios a veces operan como un oxímoron. Por un lado, anuncian el feminicidio y, por otro, hacen una alevosía respecto a si (la víctima) no habría participado directamente en su homicidio”, dice la especialista Dora Barrancos, que participó de las jornadas sobre “Violencia mediática. Género y medios de comunicación”, organizada por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires.

Barrancos tiene una larga trayectoria en trabajos sobre género. Socióloga y doctora en Historia, actualmente integra el directorio del Conicet en representación de las Ciencias Sociales y Humanidades. Durante la jornada, compartió el panel “Análisis y problemáticas de género en los medios masivos de comunicación”, con Estela Díaz, secretaria de género de la CTA nacional, y Lucía García Itzigsohn, integrante de la Red Par. 

En diálogo con Infojus Noticias, analizó cómo los medios abordan la violencia contra las mujeres.

En casos como el de Melina Romero o Lola Chomnalez, pudo vislumbrarse un doble estándar respecto al modo en que los medios tratan los casos de violencia, según la clase social de pertenencia de las víctimas. ¿A qué lo atribuiría?
Los medios tienen unos prefijos calificatorios donde, evidentemente, queda segregado el mundo de las mujeres: están las de determinada posición económica y las chicas pobres. Es así. 

Con relación a los casos mencionados, es muy clara la divergencia en materia de lenguaje; no son asimilables. En un caso, hay muchísima prudencia y surge como distintivo la precaución con que se ha trabajado. 

En el caso Lola, se trata a la víctima, a la criatura, como una adolescente, es una niña, eso es lo que los diarios subrayan: una niña de determinado sector social. Se resalta su condición de “nieta de”.  

Esos son atributos morigeradores de la conexión exponencial de una niña que estaba en condición de riesgo, estos son atenuantes.  

En el caso de Melina, se da una situación contraria: es toda la exposición al riesgo que ella quería, que ella buscaba. 

La insolencia de su ropa, la bizarría de sus gestos fotográficos,  de las selfies o lo que fuera, las malas costumbres que la chica tenía. 

No es la niña ni la adolescente, aunque por ahí se dice. Se quiere subrayar, además, su pertenencia a un orden de clase que es desfavorable, que está revelando indicios de la desventura de la progenitora o del progenitor. 

En suma, hay un súper agravio a la condición de la adolescente. Y, por otro lado, se trata de un desagravio a la monstruosidad de ser víctima por su condición de mujeres. Ahí hay disonancias graves en los estilos de presentación de estos casos aberrantes.

¿Existen intereses determinados detrás de este tipo de abordajes?
La liturgia del mercado. En general, la fragua no tiene que ver con compadecerse de los derechos afectados de las mujeres. 

En todo caso, el sentido dice que se trata de un objeto de mercado. Las páginas amarillas rinden mucho, hay mucho voyeurismo en torno de lo espectacular, de la sangre y de la muerte,  hay una condición de mercado.

¿Cómo se problematiza la violencia de género en los medios?
En los medios no subyace una condición teorética en torno de los derechos humanos de las mujeres,  no puede subyacer una condición de re conceptualización del modo de operación de los propios medios. 

Hay una sólida fragua entre interés de mercado, patologización de una cultura patriarcal, patologización de la otra, propio de la cultura patriarcal. Hay una siniestra patología en eso de ser unas muchachas que disrumpen. 

Hay una suerte de anomalía. Eso se traduce también en las entrelíneas de lo que forjan, sobre todo, los medios gráficos.

Los cuerpos de las mujeres continúan siendo objetivados por los medios. ¿Por qué considera que se reproduce esta mirada?
Los medios son consustanciales al patriarcado; es decir, los medios leen la cartilla del patriarcado. 

Entonces, erradicar el patriarcado es modificar completamente las propiedades intelectuales de los medios. Hay muchísimo trabajo por hacer. Los medios son las notas regulares del patriarcado. 

Y justamente ese patriarcado, ha objetivado el cuerpo femenino en su mandato. Que también ha sido término de intercambio, ha sido capacidad de negociar desde el fondo de los tiempos. 

Ha sido seguramente el primer sujeto esclavo, antes de que existieran las fórmulas generales de la esclavitud.  En fin, hay una asociación acumulada de sentidos para que la mujer, el cuerpo femenino sea considerado patrimonio del patriarcado. 

De hecho, antes el cuerpo de la mujer era ‘el’ sexo. ¿Por qué? Porque era patrimonialidad del sexo masculino. Es un término de patrimonio, esa es la clave.

En este marco, ¿cómo analiza la campaña ‘Ni Una Menos’ y cuáles son los desafíos a futuro?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el orden patriarcal es forzosamente un orden muy arraigado, que hunde sus raíces en el fondo de los tiempos. 

Desarraigarlo es todavía una tarea extraordinaria, que hay que llevar adelante y tornarla en una épica ordinaria. En ese sentido, considero que la movilización de ‘Ni Una Menos’ fue una jornada notable, conmovedora. 

No la veíamos venir ni las feministas de mayor optimismo respecto de los cambios que han ocurrido. Un antes y un después. Sobre todo, interpeló muy fuertemente al Poder Judicial. Y también a las propias mujeres, a la gente. 

Estoy segura que ha sido un día de gran significado histórico. En términos de desafíos, diría que se corresponden sobre todo con la deconstrución del patriarcado. 

Es decir, el gran desafío es deconstruir el patriarcado en cualquier lugar, en la casa, en la escuela. La escuela tiene muchísimo que hacer y me refiero a la escuela como sentido de síntesis del sistema educativo. 

Desde luego, la Argentina es un país que ha ganado mucha formalidad legal,  hace falta construir los sentidos cotidianos anti patriarcales.

*Por: Catalina Dowbley, Infojus Noticias
Fotografía: Sol Vázquez

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