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» » ¿Chetocracia, Tilingocracia o chetotilingocracia?

(14/08/17 - Elecciones 2017, Opinión Por Hugo Delgado)-.Las PASO dejan mucha tela para cortar, pero por sobre todas las cosas dejan un sabor amargo en la boca producto de un nuevo quiebre de las normas por parte de la amplia coalición derechista neoliberal que gobierna el país.

A las medidas casi extremas desarrolladas por las patas mediáticas y judiciales de la alianza en el gobierno, violando todo tipo de reglas de conducta y plexos normativos, se suma ahora el capricho del gobierno que se negó a reconocer el triunfo de Unidad Ciudadana en la Provincia de Buenos Aires.

El hecho constituye una verdadera vergüenza de una magnitud realmente difícil de mensurar, pero que claramente termina de develar la matriz antidemocrática de un gobierno que agota su contenido democrático en una oralidad que nunca respalda con las acciones.

El respeto de los resultados de las urnas no es la enunciación de ese respeto, sino su respeto efectivo, y Cambiemos demostró taxativamente que no está dispuesto a reconocer el triunfo de Cristina Fernández, al menos no hasta que ya no sea noticia, y actuó en consecuencia manipulando la carga de los cómputos en el correo.

Lo cierto es que a esta altura de la historia debemos comenzar a preguntarnos cómo se debe denominar al actual sistema de gobierno argentino, que difícilmente pueda denominarse democrático o democracia.

Presos políticos, un desaparecido a manos de fuerzas de seguridad, constante represión a las protestas de los reclamos del pueblo, manipulación de los resultados electorales en beneficio del gobierno, una brutal, salvaje transferencia de recursos de los sectores mayoritarios a una minoría cleptócrata, son sólo algunos de los datos que ilustran el sistema de gobierno argentino de hoy.

Un gobierno que desprecia y se burla cínicamente de las mayorías, que basa su gestión en el ejercicio deshonesto del periodismo y el manejo ilegal de la justicia; conformado por un grupo de CEOs y retoños de familias patricias de nariz respingada, que dicen con la misma sorna que "un trabajador debe entender que no puede acceder a un celular de buena calidad" o que son "una fuerza nacional y popular".

Un gobierno de tilingos (RAE: Dicho de una persona: Insustancial, que dice tonterías y suele comportarse con afectación) que no conoce en muchos casos el significado de lo que dice, pero lo dice igual si le parece que suena bien, y que además después pretende que se dé por realizado lo que dijo sin comprender qué significaban sus palabras.

Un gobierno de chetos (RAE: Dicho de una cosa: Que es distinguida o selecta) que hablan como chetos, por eso no se entiende muy bien lo que dicen y parece que tuvieran una papa caliente en la boca, pero que además actúan y piensan como chetos, y entonces pueden decirle a una persona discapacitada, que vive con cinco o seis mil pesos por mes que "tienen que tener paciencia y fe porque su problema se va a resolver", cuando en realidad su problema, no es un problema sino una decisión política de ellos mismos, y que además no tiene tiempo, colchón, para bancarse cuatro, cinco o seis meses en el purgatorio hasta que el cheto de turno decida si le vuelven a pagar la pensión que ¡es su derecho cobrar!

Por eso, como decía desde el título de la nota, debemos pensar si vivimos en una chetocracia o una tilingocracia o ambas cosas, resolver en consecuencia y luego asumir que nuestros derechos, esos garantizados en la Constitución Nacional, el librito ése que los chetos tilingos en el gobierno no leyeron jamás, porque ellos no leen libros, ya no están garantizados. 

Entonces carecemos del derecho a la protesta, del derecho al trabajo, del derecho a la protección del estado, que ya no es estado y es empresa, pero sobre todo del derecho a la igualdad.

No somos iguales ante ningún estamento, porque a quién se le ocurriría pensar que un Gómez es igual a un Braun, o a un Martínez de Hoz o a un Bullrich.

¡Válgame dios tal osadía!

Bienvenidos amigos a la chetotilingocracia y que la economía del libre mercado nos ampare.

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