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» » Reflexiones, a propósito del balotaje

(09/11/15 - Eleciones 2015, Opinión *Por Cristina Pérez Accialini)-.Cristina Pérez de Accialini es docente, además fue cofundadora del Jardín de Infantes Mi Lugarcito y la Escuela Popular latinoamérica, a través de su cuenta en la red social Facebook publicó una visión de cara al balotaje, y cuenta, de manera sencilla su historia de vida y el porque de su voto el 22 de noviembre.

Tengo sobre mí un cacho de historia y gracias a Dios y a pesar de los años, mi memoria intacta. Por eso los resultados de las últimas elecciones mueven mis recuerdos. 

Sé que algunas de las personas amigas que lean esto votaron en contra del modelo que se vino desarrollando en estos últimos años; pero también sé que aceptan con gusto los beneficios de la SUBE, han concretado la ansiada jubilación que se actualiza cada 3 meses, pagan gozosos las boletas de los servicios subsidiados ,compran con la tarjeta Argenta o con los planes Ahora Sí , renovaron el auto , sus hijos construyen su casa propia con los planes del gobierno y se van de vacaciones o de fin de semana aprovechando las posibilidades de los centros de jubilados u otras ofertas. 

¡Cuánto me alegra eso!

Me alegra también que con parte de mis impuestos se sepa que ayudo a que los chicos vayan a la escuela, tenga su notbook, lo mismo que todas sus vacunas, se abran universidades, hospitales lo mismo que caminos y rutas; antes nunca sabíamos adónde iban a parar nuestros impuestos. Porque me llena de una emoción jubilosa el saber que un gobierno se preocupa por lo que siempre me produjo tristeza: la desigualdad.

Yo hice mi secundario en una escuela que construimos entre los profesores y los padres, una escuela comunitaria y vi que en ella estudiábamos tanto la joven a quien venían a buscar con el auto como la compañera que ni podía comprar la foto grupal de fin de año; nunca nos vimos diferentes.

Después fui a la Facultad y poco duró la protesta estudiantil que ayuda a autoafirmarse, viví la noche de los bastones largos y mi novio se meó encima recibiendo los golpes que le daban mientras me protegía de ellos (el onganiato). Nos echaron a los mejores profesores, clausuraron los horarios nocturnos donde cursábamos los que trabajábamos y solo pudieron seguir los más afortunados.

Como siempre abogué por la escuela estatal, con mi amiga Norma creamos una escuela comunitaria donde todos éramos iguales y dueños, todos enseñábamos, todos aprendíamos, todos trabajábamos. 

Desde allí les enseñamos a nuestros alumnos que nuestros hermanos eran los latinoamericanos y el ponerle el nombre de LATINOAMÉRICA a nuestra escuela nos valió persecución (la última dictadura), quita de subsidios y la negativa a todos los pedidos de ayuda que buscábamos. 

Aprendimos a que solo nos podíamos valer de lo que hacían nuestras manos, nuestra inteligencia y nuestra creatividad. Y fuimos un ejemplo para nuestros alumnos porque junto a sus padres no cejábamos en nuestro esfuerzo. 

Nos hacían llegar las listas de los libros prohibidos, recibimos inspectoras que nos pedían que delatásemos a los testigos de Jehová y elegían ellas quienes debían ir a la bandera para descubrirlos y las reuniones de ADEC, la asociación que nos reunía, las teníamos que hacer en secreto porque estaban prohibidas las reuniones de más de 2 personas. Tuvimos padres y familiares desaparecidos y debimos bajar el perfil para pasar desapercibidos. 

No obstante también nos dimos el lujo de proponer innovadoras estrategias educativas que nos enorgullecieron. Teníamos alumnos con discapacidades, alumnos gay y todos recibieron nuestro cariño y nuestra dedicación, todos integrados. Tuvimos padres empresarios y padres cartoneros pero los sábados, cuando íbamos a levantar paredes o pintar, todos éramos iguales. 

En el país, una incipiente democracia se animaba y no la dejaban. Cuando tuvimos que construir “en grande” vivimos las épocas en que a la mañana temprano averiguábamos el precio del hierro o del cemento y salíamos corriendo a comprar porque ya a la tarde había aumentado…y así con todo. 

También compartimos con los padres la época del “trueque” que promovíamos en la misma escuela y las “compras comunitarias” que hacíamos entre las familias para poder comer. Teníamos una “bolsa de trabajo” y todos buscábamos ubicar a quienes lo perdían porque los que privatizaban no se interesaban en las familias que quedaban sin sustento.

Juntábamos, reciclábamos, todos poníamos nuestros brazos y nuestra buena onda, pero sufríamos por el país que teníamos. ¡Cuándo vendría un gobierno que pensara como nosotros! Un gobierno que pensara en los que menos tienen (“que son campanas de palo/las razones de los pobres”), en que todo debía ser más justo, en que los hermanos latinoamericanos debíamos estar unidos “porque esa es la ley primera” como nos aconsejaba Martín Fierro.

Y ese gobierno vino , llegó, alguien que pensó primero en argentino, primero en los invisibilizados por la sociedad, primero en los ancianos, los enfermos, los distintos, los arrumbados en al fondo del patio trasero; un gobierno que nos dignificó a los que no podemos hacer inversiones en Miami o guardar nuestros valores en los bancos del exterior, un gobierno que en un mundo con tantas desigualdad se esfuerza para disminuirla, un gobierno que no piensa como otros candidatos en entregarnos con las manos atadas a los que desde hace tantos años desean quedarse con nuestras riquezas sino que hace surgir las mismas para nosotros.

Y vuelve Martín Fierro para recordarnos “que si entre ellos pelean/ los devoran los de afuera”.

Me pregunto : ¿qué miran muchos argentinos, miran a su alrededor o se miran el ombligo?, ¿qué guarda su memoria?, ¿aprendimos algo de todo nuestro pasado? 
Mi abrazo fraternal, Cristina.

*Por Cristina Pérez Accialini, docente, directora y fundadora del Jardín de Infantes Mi Lugarcito y la Escuela Popular Latinoamérica.

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