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» » “Nada puede equipararse a la situación de la música en vivo”

(19/10/15 - Música)-.El reconocido compositor y acordeonista misionero Chango Spasiuk ofrecerá, junto a su grupo estable, un recorrido por su trayectoria que se concentrará en gran parte de su último trabajo discográfico en su presentación en Paraná, Entre Ríos, allí habló con Pablo Russo.

Vos que has recorrido varias regiones en tu indagación musical ¿Qué características encontrás en la música de esta zona del litoral?La zona no es ajena a la mía, por más que sea otra provincia, tiene sus características y elementos diversos muy parecidos a los míos: de inmigrantes, criollos, de mestizos, del río; entonces hay muchos puntos en común. Por supuesto que hay diferencias, como la impronta del entrerriano, la impronta de esa zona que no es Misiones, que no está al sur de Brasil, no está el Paraguay tal vez, pero sí está la diversidad de elementos. No siento que estoy yendo a tocar a un espacio en donde la gente no sabe de qué se trata lo que hago, en realidad estoy tocando en mi región y en la región de donde viene mi música.

En relación a esto, hace unos meses estuviste de gira por Europa ¿Cómo reciben tu obra en los distintos escenarios del mundo y cómo lo vivís vos?
Es una música rural, folclórica, esperanzadora, con raíz, con historia. Es una música melancólica pero también de celebración y con mucha fuerza, y es muy bella la experiencia de poder aparecer en escenarios donde nadie escuchó esto antes y sentir que se caen todas las posibles barreras idiomáticas, culturales, limítrofes y de alguna manera uno está saboreando algo y te estás sintiendo cómodo dentro de ese espacio, y la gente también. Esa es mi experiencia de los últimos diez años. 

También es muy bello el desafío de girar en ese circuito, que te está pidiendo que tengas claro cuál es la historia que venís a contar. Eso hace que pongas en foco y que te replantees un montón de elementos. Ese ejercicio ha sido muy sano para mí, y de hecho es el que me ha ayudado a tener el sonido que tengo hoy en día.

¿Son muy grandes las diferencias de escenarios, entre el Colon y un festival del interior, por ejemplo?
Obvio que la diferencia en la atención de las personas y las ganas de formar parte de eso existe. Hay algunos escenarios, no todos, que son un poco más dispersos y más ruidosos, pero últimamente inclusive en festivales donde subo a tocar la gente está muy conectada y muy compenetrada con lo que voy a hacer. De todos modos, no hago diferencias, no existe equipo chico. Algunos escenarios te ponen más presión que otros, pero el entusiasmo con el cual me subo a tocar siempre es el mismo.

¿Sigue intacto ese entusiasmo después de más de 30 años de carrera?
Por suerte sí. Por ahí a lo mejor estoy más cansado del viaje, de dónde me quedo, de esas cosas. Pero el escenario sigue intacto. Todo lo que uno hace hasta llegar al escenario, después de tantos años de girar y caminar, tiene más desgaste, más cansancio; pero cuando te subís a tocar todo eso desaparece y tengo muy claro que toda mi vida quise hacer esto y lo estoy haciendo. Por suerte esa conexión interna la sigo teniendo, y sigo disfrutando mucho de tocar en vivo. Creo que no hay nada que pueda equipararse a la situación de la música en vivo.

¿Y en la situación de creación cómo te encontrás?
La búsqueda, mientras tenés proyectos y estás pensando como poder seguir desarrollando tus ideas y tu mundo sonoro, sigue siendo un ejercicio muy bello también. Hay épocas en las que me hago más tiempo para eso, y otras que no. 

En mi casa es más difícil ese proceso creativo porque las situaciones ordinarias, cotidianas y domésticas son de más distracción; pero a veces en algunas giras me hago espacio en el teatro. 

Por ejemplo, si voy a tocar a un lugar y ese lugar tiene un piano, pruebo sonido y termino un par de horas antes de que empiece el concierto, ese momento del teatro vacío, del silencio, que no tengo que hacer otra cosa más que esperar, para mí es un tiempo muy productivo de trabajo. Posiblemente haya más música compuesta por mí en ese tipo de lugares que en mi casa.

A pesar de todos estos años de búsqueda, siempre hay para recorrer…
No hay nada agotado, al revés: el camino que uno hace es pequeño, y cuanto más caminás más grande es. Y decís ¡guau! la cantidad de cosas que podría hacer, e intentar y probar y proyectar… pero uno tiene sus limitaciones y las herramientas con las que uno cuenta también.

APU: ¿Cómo ves, en perspectiva, tus primeros momentos en Apóstoles, cuando tenías de 12 años y tu viejo te regaló un acordeón?
Lo tengo muy en carne viva porque ayer volví de Misiones de hacer un capítulo de Pequeños Universos (programa que conduce para Canal Encuentro). Llegué justamente de Apóstoles de estar viendo eso, de pasar por la relojería en la que mi padre compró mi primer acordeón, pasar por mi escuela primaria, por la casa de mis padres… y es muy emotivo, intenso y sumamente bello ver como eso está absolutamente todo adentro de uno, vivo y vigente, y que cualquier situación te conecta con esos elementos. 

Es muy hermoso saber que todo eso está ahí y que, de alguna manera, se expresa en mi música. Apóstoles fue uno de los 30 pueblos guaraníes de las reducciones jesuíticas, donde en agosto de 1897 llegaron 15 familias de inmigrantes polacos y ucranianos, alrededor de 70 personas. Había unos 300 pobladores criollos, mestizos, paraguayos y brasileros viviendo ahí. 

A lo largo de diez años, los inmigrantes se convirtieron en seis mil. Una maestra de escuela primaria que llegó de Corrientes entró al aula a dar clases en castellano, y los niños hablaban en polaco, ucraniano, portugués y guaraní. Ni los niños la entendían a ella ni ella a los niños, ni los niños se entendían entre ellos, y esto pasaba hace 100 años. Ese es el contexto de donde surge lo que uno llama la música regional y el mundo sonoro de esa zona de la que vengo. 

Cuando nací todos esos elementos estaban en la música, en la comida, en las costumbres y en los gestos; y todo eso está en lo que hoy en día es mi música. Es muy interesante poder verlo, analizarlo, hacer una reflexión sobre esa diversidad.

¿Qué experiencia te aportó esto de ir acompañado por una cámara?
Un regalo enorme, con Federico Serafin que filma y Bruno Stagnaro que edita y construye toda la narración. Van alrededor de 70 capítulos y ahora estamos en la sexta temporada, con dos capítulos en Bolivia, uno en Apóstoles, y queríamos ir a Chile pero nuestros viajes se fueron truncando con los movimientos sísmicos. 

Imaginate vos que todas estas situaciones de poder quedarme dos o tres días y saborearlas, y aprender lo que el otro tiene para contarme, son un regalo, y me alegro que la gente lo pueda considerar, agradecer y recibir de la manera en que lo hace.

Además, tenés experiencia trabajando con la imagen, has hecho música para películas…
El otro día escuchando en mi ordenador tanta música suelta vi la cantidad que hice para cine en todos estos años y que para el que no vio la película u obra de teatro para la cual fue hecha no tiene la posibilidad de escucharla, así que no descarto editar un disco –en el próximo año-, no como continuador de mis discos conceptuales, sino como de “canciones encontradas”. Muchas son con piano e instrumentos que no están en mis formaciones en vivo.

¿Pensás que el acordeón es un instrumento con futuro?
No hay que pensar si el acordeón es un instrumento con futuro o no. El acordeón, como cualquier otro instrumento, es una herramienta. Lo que hay que pensar es si tiene futuro o no el contenido que uno elige expresar, si tienen futuro o no las ideas que uno quiere compartir desde esa herramienta. 

Después, a los instrumentos lo que les da valor son el contenido que la expresan. Repetir una música hueca no tiene futuro; contar una música que habla de cosas que son importantes y que lo van a seguir siendo, sí. De eso se trata.

Qué legado aporta tu experiencia a los nuevos músicos y audiencias?
En realidad, lo único que está tratando de hacer uno es contar su propia historia. Contar las cosas que son importantes para uno y que te hacen sentir bien, todo lo demás es añadidura. 

En el fondo lo que a mí me moviliza, por sobre todas las cosas, es lo que me pasa a mí con mi propia música, lo que me agrada y disfruto, por eso toco como toco. Cuando un tema deja de darme esa sensación queda a un costado y busco nuevas texturas. 

Pero no es falsa humildad, porque por supuesto estoy pensando en que el concierto tenga cierta dinámica, que esa dinámica tenga un atractivo en su narración y que conecte al otro, pero no en el sentido comercial sino en el comunitario, en una cosa colectiva en la cual todos estamos. 

Esa imagen de que el músico viene a bajar algo a lo que él solamente tiene acceso y los demás necesitan recibirlo, no funciona para mí. Creo que el músico construye con el otro un espacio en el cual todos estamos tratando de que algo nos toque. 

Cada uno cumple un rol en ese teatro, en ese festival o en esa reunión, entonces es una construcción colectiva, y de golpe, por momentos, somos tocados, no por el músico sino por otra cosa, que a veces aparece y otras veces no, pero por lo menos la buscamos entre todos.

*Por Pablo Russo, Agencia Paco Urondo

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