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(12/09/16 - Movimiento Obrero)-.A una semana de la Marcha Federal, el titular de la CTA de los Trabajadores celebra que “hay un sujeto colectivo en condiciones de confrontar el ajuste de Macri” y destaca la necesidad de hacerlo junto con la CGT. Deudas pendientes y porvenir del kirchnerismo, críticas a la cúpula cegetista y la puerta abierta para la reunificación de las CTA.

Menos de 24 horas después de la entrevista con Política Argentina, el titular de la CTA de los Trabajadores, Hugo Yasky, asistió junto a su par de la  CTA Autónoma, Pablo Micheli, a la reunión con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca. Llegaron con una lista de reclamos y se fueron con una lista de ‘no’. Aunque habían asistido “sin demasiada expectativa”, según Yasky, el no-resultado del encuentro potenció el enojo y representó un paso más hacia el paro nacional.

Muy crítico de la cúpula de la CGT por dilatar la convocatoria a una medida de fuerza (“está aislada de las bases a tal punto que hoy no pueden salir a explicar en una asamblea  por qué hay que concederle tiempo a Macri”), Yasky asegura que por estos días las diferencias entre las dos CTA “son muy pocas” y anticipa que se está discutiendo la conformación de “alguna instancia intermedia hacia lo que sería la reunificación”.

Asegura que el kirchnerismo no forma parte de esa discusión y critica las deudas pendientes del proceso político que acompañó en los últimos años. Pero también lo describe como un movimiento vigente, interpreta que hay una “persecución” hacia la ex presidenta “dentro de la misma matriz con que en Brasil se pretende proscribir a Lula” y apela a un dicho popular brasileño para definir el lugar que ocupa el kirchnerismo para el gobierno macrista: “Nadie pierde tiempo en patear un perro muerto”.

¿Cambió el escenario para el movimiento sindical y para el macrismo a partir de la Marcha Federal?
Pudimos concretar un espacio de unidad de distintos sectores, sobre todo una convergencia entre el movimiento sindical y los movimientos sociales y representaciones de diversa índole, como los estudiantes, organismos de derechos humanos, asociaciones de Pymes, clubes de barrio. 

Creo que el movimiento sindical además relegitimó su capacidad de ser eje de convocatoria de diversos sectores sociales, incluso como sucedió en la Plaza de Mayo con la presencia de gente que espontáneamente concurrió a la marcha e hizo que la plaza se llenara antes de que llegaran las columnas organizadas. 

Creo que eso es un cambio importante y de alguna manera hay un sujeto colectivo que está en condiciones de empezar a confrontar las políticas de ajuste del gobierno de (Mauricio) Macri.

¿Qué tuvo en común y qué de diferente con la Marcha Federal de 1994?
En común, la mística, que retomó la senda de aquella primera Marcha Federal. La expresión del intento de constituir un bloque social que confrontara con las políticas de la derecha neoliberal. 

La marcha de alguna manera viene a ocupar un camino similar al de la primera convocatoria, porque en aquella época la CTA y el MTA fueron expresiones que confrontaron con el gobierno de Menem pero también llenaron un vacío que había dejado la CGT, que en ese momento estaba  cooptada por dirigentes que después de neutralizarlo a (Saúl) Ubaldini formaron parte del festín de las privatizaciones y homologaron todas las políticas de flexibilización del menemismo. 

Acá también de alguna manera hay un sector de la CGT importante que participa de esta convocatoria, y que toma distancia crítica de aquellos que quieren seguir estirando la luna de miel con el gobierno de Macri a pesar de que la política del macrismo ha significado pérdida del poder adquisitivo, despidos, veto de la ley antidespidos. Creo que en ese sentido hay un paralelismo.

Antes de la convocatoria del ministro de Trabajo, ¿tenían vínculo con Jorge Triaca o con el Gobierno?
No. Habíamos sido convocados solamente a la reunión del Consejo del Salario. Fuimos prácticamente marginados de otra instancia institucional en la que las CTA tenían un papel importante: el ámbito tripartito de la mujer, por ejemplo, que funcionaba en el Ministerio de Trabajo. 

De ahí fuimos marginados. Fuimos excluidos sistemáticamente de todas las convocatorias que se hicieron desde el Gobierno en la Casa Rosada –donde sí era convocada la CGT-. De manera insólita jamás fuimos convocados por el Ministro de Trabajo, pese a ser una de las centrales más representativas del país.

El Gobierno ya respondió en la reunión con la CGT –y luego con las CTA- que no habría reapertura de paritarias, uno de los principales reclamos en ambos encuentros. ¿Hay margen para negociar ante esa negativa?
El Gobierno va a elegir el escenario. Si tiene una actitud que se compadezca de la necesidad que tienen los asalariados de rediscutir el salario habida cuenta de que fue superado por la inflación, habrá un escenario de diálogo. 

Si el Gobierno sigue en la postura de negarse a la reapertura de la paritaria, por derecho nos asiste la posibilidad de hacerlo desde las posiciones de fuerza. 

El movimiento sindical y la libertad sindical reconocen que la paritaria es libre, que no se puede negar la reapertura. Eso marcan las leyes internacionales. Si esto no sucede nos asiste el derecho a recurrir a la movilización y a las medidas de fuerza.

Una CGT de tres cabezas, ¿Y una CTA de dos?
¿Considera que la cúpula de la CGT sigue en un intento de mantener la luna de miel?
Creo que hoy en la CGT hay una tensión muy fuerte al interior entre los sectores que siguen postulando la necesidad de acompañar las políticas del macrismo y los que no.

¿Qué sector de la CGT está más en esa línea?
Yo creo que los que están más vinculados al sector del barrionuevismo. Sectores que responden al massismo, que también adoptan los tiempos políticos de ese sector, que pretende ser una suerte de versión descafeinada del macrismo. 

Creo que esos sectores son los que en este momento están tratando de resistir el empuje de un sector mayoritario de la CGT. Porque más allá de lo que sucede en las cúpulas, en la base de la CGT la necesidad de confrontar con las políticas de ajuste de Macri ya no se discute. La cúpula de la CGT que postula la luna de miel con Macri está a contramano de lo que piensa la inmensa mayoría.

¿Hay una cúpula aislada de las bases?
Creo que sí. Que está aislada a tal punto que hoy no pueden salir a explicar en una asamblea  por qué hay que concederle tiempo a Macri. Es decir, lo podían hacer hace tres o cuatro meses, dificultosamente. Hoy ya no.

En los últimos días dieron señales de estar más cerca de un paro e hicieron declaraciones contra el Gobierno, ¿no se está quebrando esa luna de miel?
Creo que esa tensión va dándole mayor posibilidad a los que plantean la necesidad de que la CGT no pierda, que no desaparezca como instancia de representación de los trabajadores. 

El 23 (de septiembre, día de la reunión del Comité Central de la CGT) aspiramos a que estos sectores definan la convocatoria a un paro nacional. En contra de lo que pueda pensarse, nosotros hoy necesitamos que la CGT asuma la representación de un sector muy importante de los gremios del país en la confrontación con Macri. 

En los ‘90 por ahí estábamos disputando una representación, que hoy para la CTA está fuera de discusión. Por eso necesitamos que la CGT asuma esa actitud de confrontación. 

Porque un paro nacional convocado solamente por las CTA podría darle a Macri la oportunidad de mostrar que un 40 por ciento de los trabajadores no adhiere y él podría decir ‘me apoya todo el empresariado del país y casi la mitad de los trabajadores, con lo cual está claro que somos mayoría’. Creo que hoy el paro nacional tiene que ser de todas las centrales, como fue el acto del 29 de abril y el planteo de pedido de la Ley Antidespidos.

¿De acá a fin de año, cómo ve el vínculo entre las centrales obreras?
Creo que se va a fortalecer en la medida  en que la CGT esté dispuesta a avanzar convocando a la movilización y a la lucha contra el ajuste. Están anunciando despidos de estatales, están negándose a la reapertura de las paritarias, han presentado una ley de Empleo Joven que es un mamarracho flexibilizador, que no tiene la más mínima posibilidad de ser aceptada por el movimiento sindical. No hay nada que justifique la inacción. 

En ese sentido, todas las convocatorias que haga la CGT para confrontar con Macri van a fortalecer la unidad del movimiento obrero. Si no, las CTA y los movimientos sociales buscaremos expresar esa conflictividad como lo hemos hecho en la Marcha Federal.

¿Qué diferencias hay hoy entre las dos CTA?
Son muy pocas. Hoy las dos CTA comparten la necesidad de fortalecer una construcción social que posibilite confrontar las políticas de ajuste del macrismo. Tenemos la misma visión respecto de la necesidad de constituir un frente social que sea capaz de movilizar y de levantar las banderas de la reactivación económica, la recuperación del poder adquisitivo del salario, la defensa del empleo. 

Lo que hay hoy son más coincidencias que diferencias, y en ese sentido nosotros aspiramos a que podamos concretar un paso más en esta unidad en la acción y empezar a poder discutir alguna fórmula que nos permita constituir alguna instancia intermedia hacia lo que sería la reunificación.

¿Están hablando concretamente de ir en ese camino?
Sí.

¿Van a esperar a próximas elecciones? ¿Cómo sería la conducción?
No, estamos pensando en la posibilidad de una instancia intermedia que nos permita constituir durante un período una especie de conducción bipartita, algo parecido a lo de la CGT pero entre las dos CTA.

¿Eso tiene fecha?
No, se está hablando. Pienso que antes de fin de año tendríamos que estar en condiciones de definir.

Doce años en disputa
¿El vínculo con el kirchnerismo y el análisis de los últimos 12 años es materia de discusión en ese diálogo, o se deja a un costado?
Es un tema que no entra en la agenda hoy. Discutir para atrás creo que no le sirve a ninguna de las dos CTA. Hoy tenemos un desolador panorama social y un peor futuro. Todo lo que el Gobierno vaticina en términos de reactivación está claro que no se va a cumplir, porque las inversiones extranjeras siguen quedando simplemente en gestos y en anuncios. 

Hay fuga de capitales, caída de la inversión en la industria, en la construcción, hay caída de la producción, anuncio de más despidos de estatales. De manera que ante ese panorama discutir el pasado sería una forma de esquivarle el cuerpo a lo que está pasando y a lo que va a pasar, que todavía es peor. Hay una inteligencia común respecto de que tenemos que dar respuesta a lo que está pasando ahora.

En materia de conquistas para los trabajadores, ¿qué quedó pendiente en estos años?
Por un lado, está claro que en términos de lo que es el modelo sindical el kirchnerismo no avanzó en cuestiones que hubiesen sido muy importantes como definir un código electoral nacional para todo el movimiento sindical, que  hubiese sido un instrumento apto para democratizar la vida interna de los sindicatos, las formas de elección. 

Creo que ahí el kirchnerismo no tuvo el coraje político de avanzar. Lo mismo podríamos decir respecto del reconocimiento legal de la CTA. Aunque sí tenemos que reconocer que hubo avances importantes en el reconocimiento y el otorgamiento de la personería gremial a organizaciones nuevas, como el caso de los compañeros de subte y otros sindicatos. 

En términos de lo que sería la realidad de los trabajadores, creo que lo que quedó como asignatura pendiente fue la reducción drástica del 35 por ciento de trabajadores no registrados. Son los que peor ganan, los que se caen primero del palo enjabonado cuando empieza a soplar el viento del ajuste. Y que son los que hoy están más a la intemperie, más vulnerables a las políticas del macrismo.

¿No haber revertido esa precarización de algún modo facilitó el proceso de despidos?
Claro, incluso en el sector público esto ha sido más dramático porque los precarizados en el Estado son los que al primer soplido se los lleva puesto el ajuste.

Que llegara al poder un gobierno como el de Cambiemos mediante los votos, ¿hizo replantearse cuestiones sobre la militancia y la representación de los trabajadores y sectores populares?
Es una novedad en la Argentina que la derecha gante por los votos. Creo que la derecha logró fagocitar al radicalismo. Que un gobernador como (Gerardo) Morales haya reconstituido la alianza de la clase dominante jujeña con los Blaquier y otros personajes que fueron parte del genocidio de Estado habla a las claras de que el radicalismo hoy está dentro del vientre de lo que piensa Cambiemos. Creo que van a intentar hacer lo mismo con el justicialismo.

¿Fagocitarlo?
Sí. Creo que la jugada sobre Sergio Massa, (Juan Manuel) Urtubey, tendría como horizonte último terminar de fagocitar eso para construir una alternancia donde no se discuta la supremacía del libre mercado y del neoliberalismo y de la subordinación a Estados Unidos en términos económicos y políticos. 

Y creo que esto forma parte de una oleada que hoy recorre América Latina. Lo que está sucediendo en Brasil con la destitución de Dilma (Rousseff), el acoso sobre gobiernos como el de Ecuador, Venezuela, la reactivación de una matriz de golpes blandos que empezó con (Manuel) Zelaya en Honduras, después se reprodujo con (Fernando) Lugo y ahora con Dilma. 

El caso de Argentina es distintivo porque no hizo falta llegar a eso. Lo intentaron. De hecho la solicitada que pide la destitución del juez (Daniel) Rafecas está inscripta dentro de la misma matriz con que en Brasil se pretende proscribir a Lula (Da Silva). Porque la derecha no puede garantizar la continuidad de su proyecto de ajuste si no es eliminando a aquello que representan de alguna manera la posibilidad de que desde los sectores populares vuelva a haber una representación política. 

Y creo que la persecución contra Lula, del mismo modo que en Argentina contra Cristina Kirchner, el intento de condenarlos por el delito que fuere pero que los inhabilite definitivamente es una manera, una expresión si se quiere blanda, de las proscripciones políticas que existían en décadas anteriores.

¿O sea que la representación de los sectores populares está en Cristina en este momento?
Cristina en cualquier encuesta de opinión tiene la misma intención de voto que Sergio Massa o que cualquier referente del oficialismo. Hay de hecho una especie de división en tres tercios del electorado. 

Y esto para quienes saben que sus políticas van a profundizar la exclusión, los padecimientos sociales, para quienes saben que lo que vienen a hacer es concentrar la riqueza en pocas manos y generar mayor nivel de pobreza, es un problema. Pudieron ganar una elección prometiendo pobreza cero y un cambio que iba a dejar en pie todo lo bueno que se había hecho en los últimos años. 

Esto lo dijo Macri en varias oportunidades. Pero no podrían volver a prometer lo mismo para la próxima elección. Entonces, independientemente de lo que pueda resolver Cristina a futuro con su propia vida –si va a ser candidata o no- el kirchnerismo, que fue un proceso de avance que trató de encontrar caminos para expresar a los sectores populares, sigue en pie y es lo que tratan de demoler.

¿No ve entonces un kirchnerismo terminado como interpretan algunos sectores?
Hay un dicho popular de los brasileños que es ‘nadie pierde tiempo en patear un perro muerto’.  Si el kirchnerismo estuviera liquidado, hoy no estaría publicada la solicitada (contra Rafecas). 

Y por supuesto hablar de kirchnerismo y no tener en cuenta a CFK es casi un despropósito. Es la principal referente de un sector que yo entiendo tiene que buscar caminos de unidad para no encapsularse, para resistir la tentación de convertirse en una fuerza minoritaria y poder formar parte de una oposición que pueda ser una alternativa válida para los sectores populares.

Por los movimientos hubo dentro del peronismo últimamente, ¿cree que se puede ir en ese camino?
Pienso que sí.  Por supuesto que hay sectores que quieren diluir al kirchnerismo como si fuese un grumo que hay que poner en una olla a presión para que desaparezca y hacer un caldo de esos light, desgrasados, que pueda ser apetecible para los sectores dominantes. Pero yo creo que el peronismo por su misma esencia va a resistir eso y se va a reagrupar para evitar ser fagocitado como el radicalismo. Sería un drama para los sectores populares en la Argentina que el peronismo tuviera ese destino.

La Patria Grande hacia la derecha
Describía la avanzada de la derecha como un fenómeno a nivel latinoamericano. Desde el movimiento obrero, ¿hay alguna iniciativa a nivel regional? ¿Puede haberla?
Hay. Estamos en una búsqueda de reconstituir los espacios de resistencia que en la década de los ‘90 fueron importantes y nos permitieron generar por ejemplo la Alianza Social Continental, que fue la que expresó las convocatorias y movilizaciones en resistencia al ALCA, el tratado de libre comercio. 

Jugaron un papel importante hasta 2005, en que se produjo el rechazo al ALCA. Después, creo que fue un error de los gobiernos populares no haber sostenido esa presencia de los movimientos sociales y eso se fue diluyendo. 

Creo que el éxito de la derecha en la Argentina tiene que ver con esa incapacidad que tuvo el kirchnerismo de construir alianzas sociales que consolidaran la organización popular. Hoy es necesaria esa reconstitución y el movimiento obrero lo está buscando. No fue casual la presencia de los representantes de la Central Única de Trabajadores de Brasil en la Marcha Federal, ni fue casualidad que ellos hablaran. Forma parte de esa búsqueda. 

El kirchnerismo no construyó instancias que permitieran fortalecer alianzas sociales y creo que es parte de haber subestimado al enemigo que enfrentaban. Quizá lo hicimos todos. Es la clase dominante la que nosotros enfrentamos, la vieja clase dominante que en otras épocas no tenía ningún problema en mojarse las manos en sangre de militantes populares. 

Creo que se subestimó eso y en el futuro un error que no podemos volver a cometer es no tener construcción de poder popular, de alianzas sociales, para enfrentar esos intereses. 

Estoy convencido de que si hubiésemos ganado la elección por la diferencia que Macri ganó, hoy estaríamos en el mismo escenario que está Venezuela: la derecha no hubiese aceptado un resultado electoral en el que nosotros hubiésemos ganado por la diferencia que ganó Macri.

¿Hubiéramos sido Venezuela, como ellos dicen, pero por ellos mismos?
¡Por ellos, claro! Ellos no hubiesen aceptado de ninguna manera eso. Del mismo modo que ahora cuando se movilizan cientos de miles para cuestionar el ajuste, no son gente para ellos. Gente era la de las cacerolas. Nosotros o hacemos política o vamos con un choripán incrustado en el cerebro.

Dijo hace un tiempo que el movimiento obrero no tuvo tanto protagonismo durante el kirchnerismo, ¿fue por esa ‘incapacidad de construir alianzas sociales’ que mencionaba?

Es contradictorio. Desde la asunción de Néstor (Kirchner) hasta el último gobierno de CFK, por un lado el movimiento sindical se fortaleció. Cuando hablábamos de diferencias con la Marcha Federal del ’94, la principal es que a mediados de los ‘90 el sindicalismo estaba destruido. 

Sobrevivíamos los gremios públicos o de servicios. Por eso camioneros, ATE y CTERA en aquella época eran los gremios más fuertes. El gran espacio de representación pasaba por los piqueteros, porque se estaba destruyendo la trama productiva del país. Los grandes sindicatos industriales habían prácticamente desaparecido. 

Con el proceso del kirchnerismo se reconstituye el empleo, descienden los niveles de desocupación y todo eso les significó a los sindicatos casi cinco millones de nuevas afiliaciones. El kirchnerismo fortaleció a los sindicatos, les devolvió masa muscular. Pero no supo constituir eso en una alianza social, una alianza de clase que fortaleciera la organización popular.

¿Existe el riesgo de que se desande el camino, que se debilite el movimiento sindical por la pérdida de empleos?
Creo que sí. El modelo de Macri es Chile. Un país sin industria, con servicios, con un sector financiero muy poderoso, que es como una especie de tubo que facilita el pasaje y fuga de capitales. 

Un país con mucha pobreza, con un movimiento sindical prácticamente destruido. Con una reforma laboral que impide que haya convenios colectivos. Que establece acuerdos por empresa. Ese es el modelo sindical de Chile. Eso es lo que el macrismo pretende. 

Y lo que están haciendo es sistemáticamente tratar de generar las condiciones económicas que posibiliten lo que en su momento intentó José Alfredo Martínez de Hoz. El golpe del 76 no se explica tanto por terminar con la subversión, que ya estaba liquidada en ese momento, sino de terminar con un modelo industrial y con quienes representan a las fuerzas productivas dentro de un modelo de ese tipo, como son los sindicatos.

¿El modelo económico que se propone ahora es el mismo que históricamente defendió la clase dominante o tiene alguna particularidad?
Está aggiornado al modelo global y a las  condiciones que impone la globalización de la economía en el marco de la crisis que se está viviendo, pero en esencia es el mismo. Es volver a ser un país exportador de materias primas, abierto a la valorización financiera y la especulación, un país de servicios.

La reforma laboral que describía en Chile, ¿puede reproducirse acá? ¿Primer Empleo y ese tipo de propuestas tienen que ver con eso?
Exactamente. Si ves las leyes chilenas, la verdad que los que presentaron este proyecto hicieron ‘copiar y pegar’ nomás. No hicieron ningún esfuerzo. Es vergonzosa la pereza intelectual de la derecha argentina. Porque por lo menos tendrían que tomarse el trabajo de que se les caiga alguna idea distinta.

¿Están viendo cambios en materia de justicia laboral?
Macri lo tiene en la mira. En un reportaje que hizo en La Nación hace tres o cuatro semanas, él señala que hay un problema con la justicia laboral y es que los jueces fallan casi sistemáticamente a favor de los trabajadores y que habría que pensar en canalizar a través de los fueros ordinarios la litigiosidad laboral. 

Esto creo que preanuncia el intento de terminar con la justicia laboral, que es una gran conquista de la democracia en la Argentina. Porque la existencia de la justicia laboral parte del principio de que en la relación capital-trabajo la asimetría de origen hace necesaria una compensación a través de un fuero judicial específico.

*Por Luciana Rosende, Política Argentina
Fotografía: Hugo Delgado

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