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» » "Cuando Etchecolatz venía a casa rezábamos con mi hermano para que se muera en el camino"


(27/03/18 - Memoria, Verdad y Justicia)-.Mariana Dopazo, (ex) hija del represor Miguel Etchecolatz contó su historia, describió su infancia y habló sobre la relación con su padre

En el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, nos visitó Mariana Dopazo, ex hija de Etchecolatz, quien renunció a su condición de hija del represor Miguel Etchecolatz. ¿Cómo fue su vida, a la sombra de su progenitor? Su cambio de apellido, su niñez, su vida familiar, el silencio de una figura que no hablaba (les silbaba) y una fecha que la conmueve de una manera terrible, y en la que por primera vez en su vida, va a asistir a la marcha.

Algunos de los textuales de la nota:
“Este es un día para mí conmovedor, en el sentido de que no mueve nada bueno”.

“Las personas que mejor conocen a Etchecolatz, somos las personas que le conocemos la mirada: sus víctimas directas y sus hijos”.

“Etchecolatz estaba en la casa cuando no estaba en funciones. Su sola presencia era lo que menos queríamos en toda la familia. Rezábamos para que se muera y no llegue. Cuando éramos chicos, nos encerrábamos con mi hermano en un placard y rezábamos para que [Etchecolatz] se muriera en el camino y no llegara”.

“A mí nunca se me dio por intentar satisfacerlo [a Etchecolatz]. Soy bastante rebelde. No hablaba, silbaba. Si quería un vaso de agua, silbaba”.

“Durante muchos años, no pensé en ese silbido. Pero es la degradación más grande. De lo que da cuenta esta historia es que Etchecolatz convoca al otro desde lo más bajo. Es la degradación de lo humano”.

“Lo único que a Etchecolatz lo conmovía era la religión, los santos. Al lado de su mesa de luz había estampitas de santos. Alguna vez al día, las besaba. Con mi hermano decíamos ‘se está comiendo los santos'”.

“Etchecolatz no hablaba. La eficacia de él radicaba en eso. Él sigue en silencio. Lo que les pidió la Justicia es que hablen. Sabemos que saben”.

“Son genocidas que siguen en silencio. Hoy perpetúan la tortura a las víctimas con el silencio”.

“¿Cómo puede ser que alguien me dijera ‘qué grande es tu viejo’?” y para mí era un hijo de puta”.

“Los genocidas tienen que morir en la cárcel”.

“Por primera vez voy a la marcha. Estoy profundamente conmovida. Durante muchos años la vi de lejos, me fui de viaje, estaba en una guardia. Me tocaba desde el horror”.

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