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» » Niñas aparecidas del Bajo Flores: la sombra del abuso sexual

(18/07/16 - Violencia de Género)-.Las hipótesis que van desde la pedofilia al narcotráfico, el reclutamiento para redes de prostitución y el abuso de adultos durante períodos cortos de desaparición preocupan a los docentes de las escuelas de la zona. Aunque son variados los casos, en lo único que todos acuerdan es que son niñas víctimas de la vulnerabilidad.

A Erika la buscan hace más de diez días. Antes de hacer la denuncia en la comisaría 38, su mamá, Diana, golpeó las puertas de los vecinos y recorrió los pasillos de la villa. Teme que su hija de 15 años esté en una de las manzanas más peligrosas, allí donde las organizaciones denuncian narcomenudeo y prostitución. Entonces fue a pedir ayuda al único lugar en el que la iban a escuchar: la escuela. Los maestros armaron una red para buscar a las chicas que desaparecen en el Bajo Flores. Erika no es la única. Hay más de 15 casos similares y las hipótesis van desde la trata de personas y el narcotráfico hasta el grooming, el ciberacoso y la pedofilia.

Las víctimas de las desapariciones son chicas de entre 12 y 15 años que viven en una de las villas más calientes de la ciudad de Buenos Aires. Van al secundario en colectivo porque dentro de la 1-11-14 no hay escuelas. Los papás tienen miedo de que anden solas y las dejan salir menos que a los varones. Pero el peligro puede estar a la vuelta de la esquina o detrás de la pantalla de una computadora. Después de estar varios días desaparecidas, las chicas volvieron a sus casas. “Este sistema de cooptación puede ser por mujeres u hombres. Hoy no se las secuestra tirándoles del pelo y metiéndolas en una camioneta. Van bajo su propia decisión porque están en una situación de vulnerabilidad”, dijo a Cosecha Roja Vanina, maestra en una escuela de la zona.

Erika se rateaba, perdió un mes entero de clases. Andaba por el barrio con una amiga más grande que la cubría cuando faltaba. En los pasillos de la villa dicen que hay chicas que reclutan chicas pero no hay denuncia ante la justicia. Diana cree que eso pasó con su hija. Hace unos días le llegaron mensajes de Facebook de Erika: pide que no la busquen, dice que está bien. Los policías le dijeron que vaya a la justicia porque quieren cerrar la causa: dan por sentado que ella sabe dónde está.

L. fue la primera y el caso se volvió mediático. No les había contado a los papás que chateaba con un chico por Facebook. Antes de desaparecer, ellos se dieron cuenta: le revisaron la computadora y notaron que en el perfil de ese desconocido la mayoría de los contactos eran niñas de trece años, la misma edad de su hija. El 22 de octubre del año pasado, L. fue a la escuela y no volvió. Una de sus compañeras fue la última que la vio; a las dos y media de la tarde estaba conectada en un ciber. La familia mostró su foto en los medios los once días que estuvo desaparecida. El 2 de noviembre, mientras hacían una concentración en Acoyte y Rivadavia, la nena apareció sana en una plaza de Flores. Ese chico con el que hablaba no existía. Cuando la encontró la Metropolitana, la llevaron a la fiscalía y declaró en Cámara Gesell. Los profesionales no lograron que contara lo que le pasó.

Según las fuentes judiciales consultadas por Cosecha Roja, el método de reclutamiento a través de las redes se repite: usan perfiles falsos y simulan ser chicos de la misma edad de sus víctimas. Primero les piden fotos inofensivas y después cuando se ganaron su confianza las obligan a posar en ropa interior o desnudas. Ante la negativa, responden con amenazas. Les dicen que van a hablar con sus compañeros de clase, a pegar sus fotos en la puerta de la escuela o a lastimar a su familia. Y no se quedan en palabras, si lo tienen que hacer lo hacen porque conocen datos precisos de su vida privada: la dirección de su casa y de la escuela, el trabajo sus padres y el nombre de las amigas.

Para la justicia, rastrear a los responsables se hace cuesta arriba. Facebook tarda meses en dar información privada de sus usuarios. La red social entrega ese tipo de datos únicamente a través de una orden judicial o cuando considera que hay riesgo de vida. Las organizaciones que acompañan a las familias indagan en otras hipótesis. 

Según las fuentes consultadas por Cosecha Roja, la mayoría de los casos se definen como problemas individuales. La calificación de “abandono de hogar” es la excusa perfecta para el machismo de la policía y los vecinos que acusan a las chicas de irse. Así cerró la justicia los casos de E. y L. “Frenaron las investigaciones porque decían que las pibas se iban con sus novios”, contó a Cosecha Roja otra maestra.

E. tenía doce años cuando desapareció. Al volver del colegio, bajó del colectivo con el guardapolvo puesto y se encontró con un chico de 17 años que había conocido por las redes sociales. Se fue tres días sin valijas. Ella decía que era su novio. Él le había prometido una vida soñada muy distinta a la que tenía: un auto lindo para pasear y una casa donde no hubiera prohibiciones de los padres. Para eso la convenció de que tenía que irse con él y dejar todo atrás. Cuando no llegó a clases, los maestros hicieron la denuncia en la comisaría. A los pocos días apareció.

En las escuelas de la zona las historias se repiten desde octubre. Los cambios de humor, el mal rendimiento y los bancos vacíos se hicieron habituales. Los docentes van seguido a la comisaría, pero eso no alcanza para visibilizar la problemática. Entonces crearon la Red Familias, Organizaciones y Docentes del Bajo Flores. “Queríamos que las familias se sientan protegidas y reciban un poco de contención”, dijo a Cosecha Roja un maestro de la zona. Ellos denuncian que hay poca ayuda del Estado, por eso se reúnen semanalmente. Desde la justicia aseguran que cada vez que desaparece una nena se inicia un expediente para ver si hubo delito.

En la 1-11-14, las denuncias de las chicas fueron tomadas por el Acceso Comunitario a la Justicia (ATAJO), el programa del Ministerio Público Fiscal. Algunas familias se acercaron en busca de ayuda. 

“Trabajamos con abogados, psicólogos y trabajadores sociales”, contó a Cosecha Roja Lisa Escobar, miembro de ATAJO. Se pusieron en contacto con las fiscalías y con la Red Familias, Organizaciones y Docentes del Bajo Flores. La contención es el objetivo central. A algunas de las chicas les dieron un botón antipánico.

Y. faltaba a clases porque algo la atormentaba. Estaba más callada y sus notas habían bajado. Su maestro de séptimo grado se dio cuenta. Lo que no sabía era que estaba bajo amenazas hasta que ella se lo contó. Escondió durante dos años un secreto: había sido víctima de abuso sexual después de ser contactada por un usuario de Facebook. Prefirió contarlo en la escuela porque tenía miedo de que la retaran en casa. Una mañana de octubre, un compañero de trabajo de la mamá la vio en la calle en horario escolar.

– Tu hija está andando- le dijo.

Janett llamó al colegio y lo confirmó. Y., que estaba en lo de una amiga, decidió hablar. Las cosas no andaban bien: su mamá era víctima de la violencia machista. “Ella aceptó a los pedidos de ese hombre porque estaba sensible”, contó a Cosecha Roja Janett. Después de la confesión se acercó a la escuela para pedir ayuda.

Dos años antes, un perfil con el nombre de Daniel Cabrera de 14 años agregó a Y. a Facebook y le habló por el chat. 

Primero le pidió algunas fotos “para conocerla”. En el grado le decían que era gorda. Pero ese Daniel no la veía así. La hacía sentir hermosa cuando le mandaba fotos en musculosa y mini shorts. Cuando le exigió algunas desnuda y ella se negó, le dijo que iba a hablar con sus contactos. Por primera vez Y. se asustó, lo bloqueó y el hombre le mandó un mensaje desde otro perfil falso. Las amenazas siguieron hasta el abuso: la obligaron a elegir entre tres chicos para tener relaciones sexuales.

*Por Agustina Lanza y Leila Mesyngier, Cosecha Roja

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