¡Seis años sin el Flaco!
Y así fue, sin mucho mas que decir si la crónica se acota, que no decir si tenemos espacio.
Llegó al país como una ráfaga fría de aire patagónico cuando la mayoría de los argentinos creíamos que ya nada era posible.
Luego de una dictadura genocida que se cargo decenas de miles, un gobierno radical que abdicó de sus propias propuestas pese a contar con el apoyo popular, un gobierno conservador - neoliberal autoproclamado peronista y una alianza terrible que se decía progresista y no tuvo el coraje ni siquiera de ser.
Llegó de la mano de Eduardo Duhalde que se llevó una sorpresa tan grande como muchos de nosotros y con un escuálido 22 % se mandó a gobernar como si tuviera el respaldo de todos.
No se sacó los mocasines en la puerta de la casa de gobierno y no le temblaron las piernas a la hora de mandarse personalmente a resolver un conflicto y simplemente a ver como vivía su pueblo, escondido en el asiento de atrás de un auto prestado para pulsar el mismo la realidad.
“Me niego a elegir entre el torturador bueno y el malo” pensé de cara al ballotage y me equivoque fiero, pero quien podría acusarme si la desconfianza en los políticos era lo más sano que nos podía pasar por esos tiempos.
Pero poco a poco y casi sin darnos cuenta nos fue metiendo en un país en el que parecía que todos podíamos caber.
Al principio costaba entenderlo y por cierto las urgencias del momento muchas veces hicieron que las primeras acciones nos parecieran tibias, sin embargo la consecuencia y la profundización de las acciones os hicieron detener cada vez un poco más a mirar con atención a ese flaco desgarbado y entrador que no podía despertar otra cosa que respeto y ternura.
No ese respeto autoritario y distanciador del usted, sino el respeto del par, que a la vez distingue la enorme estatura del otro, el respeto del che.
Y por si faltara poco los referentes de dignidad comenzaban a dar pistas “es uno de nuestros hijos” dijo Hebe.
Y los mas repulsivos emergentes de nuestra política local, como la ex funcionaria judicial de la dictadura cívico militar María Avelina Elisa Carrió, que lo acusaba entre otras cosas de golpeador, (esta memoria que no indulta a los canallas, que se niega a indultar) lo reivindicaban por la negativa.
Y el tipo seguía, firme en la brecha, y cuando era obvio que iba a ir por la reelección anunciaba que apoyaba a su esposa de toda la vida, y cuando el proyecto parecía flaquear se presentaba a diputado para “perder por menos”.
Ese Flaco querido que nos pedía:
“Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme
quisiera que me recuerden por haber hecho caminos...
por haber marcado un rumbo
porque emocioné su alma
porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados
porque interpreté sus ansias
porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices
la seguridad de los justos el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores
con comprensión por mis debilidades
con cariño por mis virtudes,
si no es así, prefiero el olvido,
que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre.”
Flaco, no podemos recordarte de otra manera.
*Por Hugo Delgado, Director de Reporte Sur
