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(13/11/16 - Lesa Humanidad)-.El 22 de noviembre de 1978, Carlos Muñoz era secuestrado en su casa junto con su compañera Ana. “Cuatro personas irrumpieron en mi casa, entre las que se encontraba Alfredo Astiz. 

Luego de golpearnos, nos condujeron a un auto, encapuchados y esposados”. Aquella madrugada, Quique dejó de ser Quique, dejó de ser Carlos. En la Escuela de Mecánica de la Armada, devino en “261”. Hoy es un sobreviviente de la ESMA. Por Paula Daporta sobre la base de una entrevista realizada durante el programa radial "Lo Menos Pensado".

Quiénes somos emerge de diversos caminos y trayectorias que nos interpelan.

¿Cómo llamaría su mamá a Carlos? ¿Cómo le decían en el colegio o en el barrio? ¿Jugando a la pelota, tendría algún apodo?

Para sus compañeros de militancia, Carlos era “Quique”. Y eso implicaba tanto... No por cómo nos llaman otros, sino por lo que se construye a partir de ese otro que nos llama.

Somos nosotros, en nuestro nombre, en tanto otros nos reconocen como sujeto. También, claro cuando dejan de reconocernos como tal. Somos y no somos mediados por otros, en una pugna donde nuestro hacer es protagonista para transformarnos a nosotros mismos, a los otros y también, nuestra realidad.

El 22 de noviembre de 1978, Carlos era secuestrado en su casa junto con su compañera Ana:

“Los golpes en la puerta eran acompañados de gritos que decían ‘¡Policía Federal!’, cuatro personas irrumpieron en mi casa, entre las que se encontraba Alfredo Astiz. Luego de golpearnos, nos condujeron a un auto, encapuchados y esposados. Luego supe que a mi hijo de tres meses lo habían dejado en el departamento de un vecino, un Mayor del Ejército, quien ese mismo día lo entregaría a sus abuelos. (Esto último lo supe meses después cuando la liberan a Ana. Mientras tanto, no supe qué había sido de mi hijo)”

Aquella madrugada, Quique dejó de ser Quique, dejó de ser Carlos. En la Escuela de Mecánica de la Armada, devino en “261”. Al ingresar al predio, automáticamente se dejaba de ser quien uno había sido, comenzaba un proceso que Pilar Calveiro caracteriza con claridad:

“Desde la llegada (…) el prisionero perdía su nombre. Su más elemental pertenencia, y se le asignaba un número al que debía responder. Comenzaba el proceso de desaparición de la identidad, cuyo punto final serían los NN (…). Los números reemplazan a los nombres y apellidos, personas vivientes que ya habían desaparecido del mundo de los vivos y ahora desaparecían desde dentro de sí mismos en un proceso de vaciamiento que pretendía no dejar la menor huella. Cuerpos sin identidad, muertos sin cadáver ni nombre: desaparecidos” (1)

Sin embargo, Carlos Muñoz sigue siendo “Quique”. Así como cada uno de los compañeros y compañeras desaparecidas siguen siendo quienes eran en la memoria de quienes los recuerdan.

Por esas cuestiones de la historia, Carlos fue “261” por casi dos años. Hoy es un sobreviviente de la ESMA. El primero en reingresar al centro de detención clandestino ya vuelta la democracia. Hoy es un trabajador del Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA). Hoy, de tanto en tanto, se da el gusto de recorrer el predio junto a cientos de personas que por semanas lo visitan, sobre todo estudiantes de Nivel Secundario. En esos momentos se reconoce como un “privilegiado” por haber sobrevivido al horror, pero también-y por sobre todo- por poder estar ahí junto a pibes y pibas de y re-construyendo la Historia.

Carlos nos cuenta que padeció la tortura física en su acepción más básica, pero también la experiencia de “tortura total”. Todo, cada segundo, cada milímetro, es parte del funcionamiento de un centro de detención clandestino como dispositivo desaparecedor: el silencio, los gritos del compañero torturado. El hambre y el tabique. La inmovilidad y la incertidumbre.

"Lo que te daban de comer era lo mínimo indispensable para mantenerte vivo.
Ellos decidían cuándo vivías y cuándo te mataban”

Carlos es un ex detenido desaparecido. Carlos es “Quique” y nunca dejará de sentir el 261 como propio. Carlos es un sobreviviente. Como si lo que vino después de ser “liberado” lo siguiera marcando. Ser un sobreviviente es también parte de una tortura. De una mirada que acusa desde afuera y que estigmatiza en todas sus dimensiones, por derecha y por izquierda.

"El proyecto político que había signado los últimos años de mi vida no existía más. Mis amigos estaban muertos o estaban desaparecidos. Y sus madres me preguntaban por qué yo estaba vivo y ellos no."

La desesperación del después. La reconstrucción de una vida. La mirada que acusa. La justicia que sana. Y la compañía que reconstruye.

“Todos los que declararon en el juicio a las Juntas, en el año 85, -remarca Carlos- recibieron algún tipo de “apriete”, de amedrentamiento”. Varios sobrevivientes, testigos de violaciones a los Derechos Humanos en los juicios, aseguran haber recibido por ejemplo llamados del Tigre Acosta (Jefe del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA) para saludarlos por sus cumpleaños, ya liberados y en democracia.

Los sobrevivientes permanecían “a la intemperie” aún con la retirada de los militares. Imposible no pensar en Jorge Julio López y su dolorosa segunda desaparición. Hasta ese 18 de Septiembre de 2006 los sobrevivientes no recibían custodia ni protección.

La línea de tiempo post dictadura nos trae la vuelta a la democracia y el Juicio a las Juntas. Pero también las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Nos trae los indultos y las prisiones domiciliarias. Con convicción, Carlos recuerda la llegada de Néstor Kirchner frente a quien se siente profundamente agradecido.

No puede negarse el impacto simbólico de aquel 24 de Marzo de 2004 cuando Kirchner solicita bajar los cuadros de Videla y Bignone de las galerías del Colegio Militar. Pero para la historia de vida de Carlos, “Néstor” no implica solo esa foto que quedó en la historia. De su mano se declararían inconstitucionales las leyes alfonsinistas y los indultos menemistas. Se abrirían las causas y los genocidas volverían a estar presos, volviéndose real la consigna que tantos años de lucha llevó: Cárcel Común. La Historia guardaría algo de revancha y de metáfora con la muerte de Videla sentado en el inodoro de una cárcel común en el Penal de Marcos Paz.

El proceso abierto por aquel entonces, permitiría a Carlos sentir la libertad plena por primera vez en tantos años. La libertad no como una cuestión física de espacio o encierro, sino con la sensación real de justicia:

“El día que fui verdaderamente libre fue cuando (los militares) fueron presos a cárcel común”

Trabajo Esclavo en la ESMA
"Bueno, 261, salvaste tu vida, te quedás con nosotros", le dijeron a Carlos Muñoz el día que lo evaluaron para falsificar documentos.

El destino final de la estadía en la ESMA pasaba por los “traslados”. Eufemismo para nombrar sin decir lo que luego la sociedad conocería como “los vuelos de la muerte”. Mecanismo por el cual se dopaba a los detenidos con pentarol (se los anestesiaba) para tirarlos vivos en el mar. Por allí se diría, “sin cuerpo, no hay delito”, reforzando la lógica del cuerpo desaparecido pero también la desaparición del sujeto responsable de ese delito.

¿Quiénes sobrevivieron? ¿Por qué? No existía lógica que asegurara la vida. Aportar datos en la tortura no implica certeza de absolutamente nada. El silencio tampoco. La arbitrariedad era uno de los pilares de los centros de detención clandestinos. El poder sobre la vida y la muerte. El jugar y sentirse propietarios de destinos. Esta arbitrariedad es la que torció el destino de Carlos.

El trabajo esclavo es una realidad poco conocida dentro de lo que fue la lógica concentracionaria de la ESMA. Carlos fue también sometido a ello, en el área de Documentación, donde se efectuaban todo tipo de falsificaciones: DNI, Registros de Conductor, Pasaportes Argentinos y Extranjeros, Visas, Títulos, etc. La ilegalidad en todas sus formas.

“Los documentos se utilizaban primero para apropiarse de las casas de los desaparecidos, para viajar al exterior de manera clandestina, para infiltrarse en organizaciones de DDHH. Ellos tenían un centro piloto en París y viajaban con documentos falsos. Y lo que se hacía ahí en esa…ellos la llamaban “la central de falsificación de documentos más grande de Latinoamérica”, con estas cosas así rimbombantes...Y ahí se falsificaba desde un DNI, hasta un pasaporte diplomático (no un pasaporte común, sino un pasaporte diplomático), la visa de Estados Unidos, la visa de Venezuela, registros de conductor, cédulas de automotor, títulos, absolutamente todo lo que vos puedas imaginar…y credenciales de militares falsas.”

El golpe cívico militar de 1976 no puede entenderse por fuera del entramado socioeconómico que lo antecede y que lo sucederá. La corporalidad de las personas no era lo que fundamentalmente ser quería desaparecer, sino los proyectos colectivos que esos cuerpos daban forma. De allí la tortura no como mecanismo punitivo a secas, sino como modo de extracción de información. Carlos nos relata que –aunque no lo recuerda con total exactitud- su llegada a la ESMA implicó cerca de dos días en el “quirófano” (nuevamente, eufemismo para nombrar a la sala de tortura).

El eje, entonces, era desarticular un entramado socioeconómico para implantar lo que luego en los 90´-con el campo arrasado-se conocería como “neoliberalismo”.

En este marco, donde no hablamos de monstruos siniestros o perversos, podemos enfocarnos a partir del trabajo esclavo en el delito común colado en todo este aparato represivo.

Ejemplo de ello es la “anécdota” de que los militares de la Marina llegaron a tener dos inmobiliarias. Las propiedades que allí se comercializaban eran propiedades de los detenidos- desaparecidos que habían sido robadas, los títulos de propiedad obligados a firmar, o falsificados directamente.

En el medio de todo el horror, te robo la casa, te robo los autos, te robo la máquina de fotos, te robo los pibes…

“El Silencio” – La Iglesia, La Dictadura y la Visita
Son reconocidos los vínculos que el poder dictatorial tenía con la Iglesia. Son varios los testimonios que aseguran la presencia de sacerdotes en los centros clandestinos de detención, como así también las complicidades a niveles jerárquicos de la Institución. La voz de Carlos nos permite profundizar un poco más sobre este tema:

“Hay un poco también de ese acuerdo que había con la iglesia católica. Contaban que la iglesia católica fue consultada sobre el método para “eliminar” –como decían ellos- a los desaparecidos. Y que lo aprobó porque le parecía el método correcto, cristiano. No se los mataba, se morían del golpe contra el agua.”

La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 deja entrever también la complicidad:

“Cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina, fue a la ESMA, fue uno de los lugares que revisó. Como se sabía que eso iba a suceder, lo que hicieron fue vaciarla, y a los que estábamos ahí nos llevaron a una isla en el Tigre, a tres horas de lancha por Prefectura Naval de Tigre, que era propiedad de la Iglesia Católica, en realidad de lo que es el Episcopado de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante un mes, esa isla, que era de la iglesia, se transformó en un nuevo centro clandestino. Porque durante un mes estuvimos cerca de cuarenta secuestrados ahí adentro, con los oficiales, funcionando como se funcionaba en la ESMA…”

El poder omnipresente – Anular la Voluntad
“Mirá, en realidad yo la única idea que tuve de escaparme, que después dejé de lado rápidamente…fue estando en capucha (2), o sea desconociendo (sabía dónde estaba, pero desconocía la estructura del lugar). Un día fui a lavar los platos y me robé un cuchillo Tramontina que metí adentro del colchón. Y me acuerdo que un compañero, cuando le conté (al único compañero con el cual tenía confianza) me dijo una cosa así: “no seas estúpido, estamos en una unidad militar gigantesca, con el cuchillo no hacemos nada”. Después, ya trabajando como mano de obra esclava, había un pacto no escrito entre todos los compañeros que estábamos trabajando ahí de no escaparse ninguno para no afectar en realidad la situación de nadie. Pero además había una situación muy fuerte de control familiar de parte de ellos. Que a veces, quizá, uno mismo exageraba.”

La realidad y la irrealidad de la ESMA
La lógica de la producción de la figura del desaparecido plantea ya de por sí una difusa línea entre la vida y la muerte. Tanto para los familiares y amigos que buscan a sus seres queridos como para las propias víctimas. Carlos nos habla de la situación específica que planteaba la estadía en la ESMA. El escuchar ruido de trenes y los ecos de la cancha de River les hacía pensar que “el mundo se había olvidado de ellos”. La duda entre el desmoronamiento del mundo externo y el interno a partir de la progresiva desaparición de la propia subjetividad se une en situaciones diversas, dependiendo de los que los propios detenidos llaman “guardias malas” y “guardias buenas”. En ese limbo, la idea de realidad se torna endeble, y así lo impensado puede acontecer.

“El día que cumplió años mi vieja, agarraron, vinieron y me dijeron “vamos a la casa de tu mamá que hoy cumple años”. En realidad yo ya ni me acordaba de que ese día cumplía años. Era una situación bizarra, absurda. Me hicieron a mí hablar por teléfono el día anterior y pidieron que no hubiese nadie más allá del grupo este reducido (de mi hermano, mi vieja, mi viejo y Ana). Ellos mismos me dijeron “bueno, mañana cumple años tu mamá, así que vas a ir a la casa a saludarla”. Y estuvimos unas dos horas ahí, una situación absurda porque estuvieron sentados en la mesa y no había de qué hablar, no podías decir nada. Para lo único que me sirvió fue para ver a mi hijo y ver que estaba bien”

La arbitrariedad y la incertidumbre como rasgos primarios de la vida en cautiverio:

“En algún momento vino un represor (Marcelo Cavallo Serpico, que está hoy con perpetua) y nos pidió a mí y a otro secuestrado que le hagamos un juego de documentación falsa, rápido. Y nos dice “pídanme lo que quieran”. Esto fue así. Entonces yo me miro con Andrés, Andrés era el otro secuestrado, ¿y qué le pedimos? (claro, con todos los límites de lo que se le podía pedir). Pidámosle ir al cine. Entonces le digo “queremos ir al cine”. “Bueno, yo los llevo, elijan la película”. Nos trajo un diario, elegimos una película y un cine (el Cine Arte, que está en Diagonal y 9 de julio, a pasos del Obelisco). Elegimos una película con Donald Sutherland, que se llama “Venecia rojo shocking”. Nos llevó a los dos. Esposados primero, después cuando bajamos del auto caminando normalmente. Él estaba armadísimo. Nos sentamos en el cine, vimos la película. Y en el medio atravesaba la gente que caminaba por Corrientes, las personas “comunes”. Era una situación absolutamente demencial. Nosotros éramos dos secuestrados con un secuestrador, en un cine en el medio del centro porteño. Es más, salimos del cine y dijo: “los invito a tomar algo”. Nos llevó a una confitería. Yo me tomé un whisky (cosa que no era habitual, pero era lo apropiado para el momento) y mi amigo se tomó un trago así que salía fuego, me acuerdo, algo que tendría ron, seguramente. Después nos llevó de nuevo. Nosotros, por supuesto, cumplimos y le entregamos todo el juego de documentos. Pero ocurrían estas situaciones de locura, que también muestran la impunidad de los tipos…y el poder: yo puedo agarrar y sacarte a pasear, llevarte a ver una película, pedime lo que quieras…Para nosotros era bárbaro, era fabuloso salir. Ahora, por otro lado, a nadie se le habría ocurrido salir gritando “soy un secuestrado”, porque era probable que la gente te entregara.”

Lo posible de ser pensado va más allá de lo real en muchos casos, como por ejemplo en otra de estas “irrealidades” que sufrieron algunos detenidos:

“Hay un testimonio de una mujer sobreviviente de ESMA, que cuenta que cuando Argentina gana el mundial ’78, la sacan en un auto a festejar; y el auto por la 9 de julio, con la algarabía de haber salido campeones del mundo…y como esa sensación de: “¿qué voy a hacer, le voy a decir a la gente que estoy secuestrado, quién me va a creer, quién me va a escuchar?”.

La amistad en el horror
“A mis mejores amigos los conocí en la ESMA, y treinta años después siguen siendo mis mejores amigos”

Pensar al poder como totalidad nos vuelve indefensos, en ese sentido vale la pena pensar las posibles líneas de fuga que pueden darse al interior de lo que se considera el peor y más temible de los mundos. Podemos pensar aquellas microfísicas de resistencia presentes en la ESMA y en la mayoría de los centros clandestinos de detención. La posibilidad de levantarse las vendas, llamar al compañero por su propio nombre, los engaños, los silencios, actos de solidaridad como ceder el alimento a las mujeres embarazadas o la lucha que se dio para que estas últimas pudieran hacer el trabajo de parto junto a una compañera.

Retomando a Calveiro, podemos pensar que “el poder, aunque se lo proponga, nunca puede ser total; (…) precisamente cuando se considera omnipotente es cuando comienza a ser ingenuo o sencillamente ridículo”

Se llevaron 30.000 compañeros y compañeras. Los desaparecieron. Nos ocultaron el destino de más de 500 bebés. Se creyeron los dueños de la vida y la muerte. Pero ni así, con viento a favor, pudieron arrasarlo todo. Ni allí adentro, ni mucho menos afuera. El camino en la construcción de la memoria de nuestra historia reciente sigue y seguirá siendo un espacio de lucha. Lucha en la construcción de las palabras y conceptos que den sentido a lo acontecido, pero también como espacio de posibilidad para pensarnos en nuestro futuro.

Notas:
(1) Calveiro Pilar: Poder y Desaparición; Editorial Colihue, Buenos Aires, 2006.
(2) “Capucha” se denominaba al tercer piso del Casino de Suboficiales de la ESMA, donde funcionó el centro de detención clandestino. Allí es donde permanecían en su gran mayoría los detenidos.

*Nota escrita por Paula Daporta sobre la base de una entrevista realizada durante el programa radial "Lo Menos Pensado"

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