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» » La incoherencia económica de Trump asusta a los mercados

(05/06/16 - USA)-.Los alardes populistas y hasta neofascistas del republicano estadounidense Donald Trump asombran y siembran miedo a escala mundial, pero es posible que esos temores sean aún mayores entre los poderosos empresarios y banqueros que dominan la mayor economía del planeta a la vista de las contradicciones que atraviesan sus discursos de campaña.

Quienes, como el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, consideran que el outsider republicano ni siquiera es un empresario exitoso pues se niega a publicar sus declaraciones impositivas, subrayan la completa incoherencia de sus propuestas económicas en caso de alcanzar la presidencia de Estados Unidos.

Y no parece ir muy descaminados los críticos al estilo de Krugman, casi un socialdemócrata moderno en la política norteamericana, u otros objetores del avasallador Trump que surgen desde las propias filas conservadoras y neoliberales del partido Republicano.

Entre los retazos de propuestas que ha ido desgranando Trump para devolver a su país a épocas de gloria pasadas y añoradas por los norteamericanos, destaca su idea de recomprar parte de la deuda pública de Estados Unidos de 14 billones de dólares aprovechando una eventual caída de su cotización en los mercados.

Esta “locura” a la griega o a la argentina, desde el punto de vista de los tenedores o de la economía ortodoxa, lanzada a comienzos de mayo pasado, tuvo el efecto de un terremoto en el establishment de USA y mundial ya que significaría derrumbar la credibilidad y el valor de los papeles que actúan como garantía última para el sistema financiero.

Forzar una medida de este tipo equivale a una suspensión de pagos (default) y alterar por completo las reglas de juego en el mercado financiero estadounidense y mundial.

Como ejemplo de lo afirmado, debe tenerse en cuenta que los bonos del Tesoro son el “alma mater” del sistema financiero: son la garantía que utilizan los bancos para endeudarse; las aseguradoras los hacen servir como reservas y los fondos de pensión invierten en esos títulos para garantizar las futuras jubilaciones.

Aún más grave: el banco central norteamericano, la Reserva Federal, tiene unos 2,5 billones de bonos del Tesoro en sus arcas como garantía de la monumental emisión iniciada en 2008 para alimentar el sistema financiero y evitar que se repitiera la Gran Depresión cuando comenzó la crisis que aún no ha finalizado.

Dicho esto, no hace falta siquiera adjetivar las consecuencias sísmicas que tendría la puesta en marcha de un plan de estas características que, además, iría acompañado de supuestas medidas de reducción de los impuestos, planes de obras públicas faraónicos y otras promesas populistas que incrementarían el déficit fiscal entre 10 y 12 billones de dólares en una década, según cálculos diversos.

Ese aumento del déficit se produciría también porque en su afán de atraerse a la gran masa de votantes hartos de la caída de los salarios reales, el empleo de baja calidad, la precariedad y la pobreza en Estados Unidos, Trump afirma que mantendría la protección del Medicare y de la seguridad social.

En otra de sus piruetas y contradicciones, Trump ha pasado de asegurar que “los sueldos son demasiado altos y tendremos que competir con otros países”, en una clara idea de reducción de salarios, a negar que hubiese dicho eso el año pasado.

De este planteamiento de rebaja salarial, este peso pesado de la política que ha destrozado a todos sus contrincantes Republicanos afirma ahora que quiere reconstruir el mercado interno y basar en éste el redespliegue de la economía estadounidense.

Por eso ha dicho también que quiere repatriar los capitales nacionales que han volado a inversiones productivas en naciones emergentes, como es el caso de México u Oriente, creando nuevos empleos locales y erigiendo, de paso, un “muro de Berlín” a lo largo de la extensa frontera que separa a su país del vecino azteca.

Con un sesgo marcadamente nacionalista que atrae a los sectores blancos de clase obrera o media pobre, Trump promete también resucitar el proteccionismo al que se opone todo el establishment local, sea Demócrata o Republicano, de las grandes empresas o de los bancos.

Ese sea quizá su mayor atractivo y lo que emparenta al ascenso de Trump con de otros símiles europeos como el Frente Nacional en Francia, o el primer ministro Orban en Hungría, el conservadurismo extremo de los gobernantes de Polonia y la extrema derecha austríaca y el euroescepticismo británico que propone la salida de la isla de la Unión Europea.

Y al igual que los ejemplos citados de Europa, como podrían también mencionarse algunos otros intentos fallidos en América latina, el discurso de Trump, aunque deshilvanado y altamente contradictorio en lo económico, traduce el estancamiento y la crisis internacional que revive las tendencias proteccionistas que escalan en todas partes.

Así, el Republicano “rebelde” también advierte contra uno de los mayores tenedores de bonos del Tesoro, su socio y archirrival comercial China, contra quien busca imponer barreras a sus importaciones y otras medidas más extremas a las que ya lleva adelante el presidente Barak Obama.

Pero aunque triunfe y llegue a la presidencia, Trump no podrá plasmar sus sueños y hasta delirios populistas en el plano económico, necesarios para la campaña demagógica que protagoniza, ya que chocará de frente con el real poder económico que reside en Wall Street y en los intereses de las mayores corporaciones capitalistas del orbe.

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