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» » España se convierte en un país sin alma porque no se valora la cultura

(25/10/15 - Música)-.Para el cantautor Luis Eduardo Aute, España se convierte en un país sin alma porque no se valora la cultura, que es "la pariente pobre de la familia" y opina que está totalmente desatendida por el Gobierno "al que no le interesa que los ciudadanos estén educados para que no incordien".

"Un país sin cultura es un país sin alma, no es un país, es un territorio donde deambulan zombis", asegura Luis Eduardo Aute en una entrevista con Efe, en la que denuncia que en España la cultura no está considerada como algo absolutamente necesario para la supervivencia.

En su opinión, esta situación de desafección absoluta por la cultura es lamentable porque lo esencial para un país civilizado es que se sustente sobre tres puntos de apoyo: la educación, la sanidad y la cultura.

En su opinión, la cultura es un valor en desuso, pues al poder no le interesa que la gente esté educada y sea molesta, prefiere una sociedad de ciudadanos dóciles.

"La cultura despierta el sentido crítico y eso al poder no le interesa", señala el cantautor, quien echa de menos que en los idearios de los partidos políticos, no solo en los de izquierda, sea un elemento a tener en cuenta.

Al próximo Gobierno le pide, además de que baje el IVA cultural, que sea consciente de que el valor más importante para un país es su cultura.

"España es Velázquez, Goya, Picasso, Lorca, Cervantes, Machado, a España vienen los turistas a ver el museo del Prado", defiende Aute, interesado en la política y fundamentalmente en los nuevos movimientos sociales y partidos que son un "aire fresco absolutamente necesario" y un "revulsivo" muy importante para la clase política instalada en el bipartidismo.

El cantautor de 72 años, que vio desde el sillón de su casa el debate entre Pablo Iglesias, de Podemos y Albert Rivera, de Ciudadanos, echó en falta que se hablara de la cultura, tema que está "demasiado" ausente en las propuestas de las organizaciones políticas.

Grecia, donde el fracaso de Syriza ha hecho bastante daño a Podemos; y Cataluña, donde si se independizan sería como si le arrancaran un brazo, son otras de las cuestiones políticas que más le preocupan actualmente.

Aute, que habla catalán "un poquito mejor que Aznar" ya que su padre era catalán, es partidario de que pueda hacerse una consulta en Cataluña, aunque no quisiera que se independizaran.

"No me cabe en la cabeza que se separen, pero no es un problema mío, es algo que deben de decidir ellos", opina.

El cantautor, que es también director de cine, actor, escultor, escritor, pintor y poeta, dará el 6 de noviembre su próximo concierto en Tenerife y un día después en Gran Canaria, donde ofrecerá al público un recorrido antológico por su obra más significativa.

"Siempre que acabo un disco pienso que va a ser el último y con los conciertos me pasa lo mismo, después de cada gira pienso que es la última", reflexiona.

Sin embargo, siempre aparecen canciones nuevas, añade Aute, a quien le hubiera gustado ser John Lennon por su talento y por ser el autor de canciones maravillosas que han quedado para la historia como Imagine.

Aute, que no tiene móvil ni utiliza las redes sociales, dedica su tiempo libre a cosas "más interesantes" como leer poesías y ensayos, las novelas le cuestan más, y libros de pintores, entre sus preferidos, los dedicados a sus dos referentes pictóricos: Goya y Velázquez.

Considera que al utilizar de forma compulsiva las redes sociales hay una "patología colectiva" de apresar la realidad perdiendo la experiencia de vivirla y que cada vez las personas están más comunicadas pero, sin embargo, más solas.

Seguro de que si se compra un móvil se dejará "abducir", el cantautor prefiere aprovechar el tiempo en crear, aunque reconoce que es caótico a la hora de trabajar, pues las inspiraciones van y vienen cuando ellas quieren.

La trágica historia que se esconde tras la canción ‘Al alba’ de Luis Eduardo Aute

Noticia aparecida en la prensa sobre las cinco ejecuciones
del 27 de septiembre de 1975 (ateaysublevada)
En 1975 el gobierno del General Franco daba ya sus últimos coletazos. La delicada salud del dictador sumado a las múltiples solicitudes por parte de la opinión internacional de iniciar un aperturismo político hacía que en el propio régimen hubiese divisiones internas.

Los más aferrados a la idea de estado tal y como había funcionado hasta ahora se apresuraban a crear nuevas leyes que les garantizasen la continuidad como hasta entonces, aprobando leyes que seguían siendo represoras y cortando todo intento de libertad que surgiese entre la población.

Uno de los momentos de más tensión política se vivió en el mes de septiembre de ese mismo año. Los juicios celebrados a un importante número de miembros de los grupos terroristas ETA (político-militar) y FRAP y la condena que se les impuso a la pena de muerte fueron el detonante para que la opinión pública alzase su feroz grito de protesta.

El 'decreto-ley 10/1975 sobre prevención del terrorismo', aprobado aquel 26 de agosto, empeoraba las cosas y hacía que se endurecieran las penas para aquellos que cometiesen cualquier tipo de delito que atentase contra funcionarios públicos, agentes del orden, cualquier cargo del gobierno, militares, etc.

La fecha fijada para llevar a cabo las 11 ejecuciones dictadas en los últimos 'consejos de guerra' celebrados fue la del sábado 27 de septiembre. Pero la presión internacional comenzó a enviar mensajes de clemencia a Franco para que conmutase las penas de muerte por la cadena perpetua.

Pero el dictador hacía caso omiso a las súplicas que le llegaban de casi todos los rincones del planeta. Entre las peticiones de clemencia se encontraba una llamada del propio Papa Pablo VI. Súplica que no fue atendida por Franco y que, según relatan algunas fuentes, se negó a atender bajo el pretexto de que se encontraba descansando en su alcoba.

Para ejercer más presión, la mayoría de los países europeos amenazaron con retirar a sus embajadores, cumpliendo la amenaza quince de ellos. 

El gobierno hacía oídos sordos al clamor internacional y, como un acto de buena voluntad, en el Consejo de Ministros celebrado el viernes 26 de septiembre se le conmutó la pena de muerte por presidio a seis de los once condenados, haciendo cumplir la ejecución de los otros cinco para el día siguiente.

Fue durante los días anteriores a esas ejecuciones, que tendrían lugar en Barcelona, Madrid y Burgos (prisiones militares en las que se encontraban los condenados), en los que el cantautor Luis Eduardo Aute compuso una de sus mejores canciones, llegando a convertirse en toda una declaración de amor y sufrimiento.

Para poder esquivar a la férrea censura franquista, Aute envió varias canciones para que fueran examinadas por los censores del régimen. La mayoría llevaban un claro mensaje que sería detectado por estos, para así dar vía libre a una inocente canción de amor que pasó desapercibida por los dictaminadores de turno.

Tras la canción se escondía todo un alegato contra la pena de muerte y una proclama a la libertad. Las metáforas de la composición pasaron totalmente desapercibidas para la censura.

El propio autor declararía años más tarde que la compuso los días previos a los fusilamientos de Ángel Otaegui y Juan Paredes (de ETA político-militar) y de José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena (del FRAP).  La escribió rápidamente; quizás ha sido la canción que menos tiempo ha tardado en componer.

Según sus propias palabras en una entrevista publicada por el diario La Vanguardia el 4 de noviembre de 2000:  "(…)Debe haber sido una de las canciones que más rápidamente me surgieron, pero quería que la gente la cantara. La verdad es que no tuve que pensar mucho, salió del dolor(…)".

Y la gente la cantó… captando el mensaje implícito en la canción y convirtiéndolo en el himno de toda una generación.

La canción fue grabada ese mismo año por Rosa León y el propio Aute no la incluiría en ningún disco suyo hasta tres años más tarde.


Las del 27 de septiembre de 1975 se convirtieron en las últimas ejecuciones realizadas en el franquismo, en un momento en el que tanto el dictador como el régimen estaban a un paso de comenzar a agonizar y finalizar así con 36 años de represión hacia las libertades del pueblo español.

Fotografía: Xavier Pintanel

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