... El GRULA (1) se reunía una vez a la semana en un local de la UCRI de la avenida Belgrano, con la autorización del ex gobernador de Buenos Aires, Oscar Alende. En cada encuentro se incorporaba gente nueva. Avanzado el año 1967, ‘Coco’ Estela, que cursaba el primer año de Bellas Artes, logró reclutar a dos chicos de su curso. Uno se llamaba Emilio Del Guercio. El otro, de pelo enrulado hasta pasados los hombros, era Luis Alberto Spinetta. Los dos tenían diecisiete años.
Del Guercio estaba más politizado. Su padre era peronista. Pero tanto él como Spinetta estaba influidos por lecturas cristianas. Iban a los retiros espirituales del padre Jorge Adur, que era una autoridad del Instituto. También les encantaba componer música. Spinetta tenía un stock de canciones desde el colegio primario. En los últimos años del secundario, Spinetta cantaba con Los Larkings. Emilio Del Guercio, en cambio, estaba en Los Sbirros con Edelmiro Molinari. Sin embargo, en 1967, la banda de Spinetta se paralizó porque a Rodolfo García, el baterista, le tocó la conscripción. Entonces Los Larkings y Los Sbirros se fusionaron. Armaron una banda a la que todavía no le habían puesto nombre.
Del Guercio y Spinetta llevaron a JAEN (2) a dos amigos que egresaron del San Román: Ricardo Mitre, ‘El Turco’, que buscaba un lugar para canalizar sus inquietudes políticas, y Luis Alberto Vuistaz, ‘Lucho’, hijo de una familia acomodada del Norte argentino que también quería participar.
Spinetta y Del Guercio se metieron en la fila de una parada de colectivos. Debido a su excesiva longitud, la fila empezó a ser requisada por la policía. Los oficiales iban escudriñando uno a uno, a corta distancia, hasta que se detuvieron en Spinetta. Su pelo largo era un indicio de rebeldía contra la autoridad. Le pidieron sus documentos.
–¿Qué mierda estás haciendo acá? –le preguntó el policía mientras deletreaba su cédula de identidad.
Spinetta dijo que esperaba el colectivo para ir a la casa de un amigo.
–Abrí la valija –ordenó el oficial.
En ese momento empezó la revuelta. Una cinta explosiva lanzó una llamarada de quince metros. La Plaza se llenó de gases lacrimógenos. La gente corría. Semitapado por un pañuelo, Galimberti empezó a tirarle piedras a los carros de policía. Jauretche intentó recuperar a su novia Martha Roldán y quedó atrapado en el piso. Empezaron a patearlo. Spinetta y Del Guercio seguían cercados contra la pared.
–Abrí la valija –le repitió el policía. Spinetta la abrió y sacó un dibujo algo naïf, pero de innegable influencia surrealista. El oficial interpretó el ardid: abajo escondería el material explosivo.
–No te hagás el vivo. Sacá todo que vos viniste a poner bombas –le gritó.
–Le juro que no, señor. Tengo sólo dibujos. Yo estudio Bellas Artes -imploró.
La Caballería empezó a arremeter contra la gente apiñada bajo los arcos de la Recova. Una bomba molotov explotó debajo de un patrullero. Spinetta empezó a mostrar las hojas. En una de ellas se veía el dibujo de la cara de un hombre con expresión triste, y una lágrima que se derramaba sobre su mejilla. Era un bosquejo de la idea de tapa del primer disco de la banda. Ya habían definido el nombre: ‘Almendra’.
Esa noche, Spinetta y Del Guercio fueron trasladados a la comisaría por averiguación de antecedentes. Cientos de manifestantes fueron detenidos en calles y bares. Perón le envió una carta de felicitación a Ongaro por su combatividad.
Spinetta empezó a cantar una canción, bastante tímidamente. Era la que más le gustaba. Había escrito la letra el día que le avisaron que un amigo del colegio había muerto en un accidente. La noticia era falsa. Pero cuando lo supo, la canción ya estaba hecha. La llamaba ‘El tema de Pototo’, y tenía un agregado: ‘Para saber lo que es la soledad’. Después tocaron otra, ‘Muchacha (ojos de papel)’ y ‘El mundo entre mis manos’.
Spinetta, Del Guercio, Molinari y García, la composición definitiva de Almendra, grabaron un disco simple con dos temas en la primavera de 1968. La primera presentación del grupo se hizo en el Instituto Di Tella. ‘Lucho’ Vuistaz y ‘El Turco’ Mitre fueron los únicos jaenes que asistieron al concierto. La agrupación estaba en pleno debate. A pocos les interesaba las modas de los hippies o las canciones rockeras cantadas en español; preferían ocuparse de otros asuntos: en septiembre, habían detenido a un grupo en Taco Ralo. Algunos de ellos habían asaltado el Banco de Hurlingham a cara descubierta y después tomaron un tren hacia Tucumán para instalar un campamento guerrillero. En total eran doce: una maestra, un ex cura, también estaba ‘Cacho’ El Kadri.
(...) En ese tiempo, la agrupación sufrió otra baja. Sensible, si se tienen en cuenta sus cualidades artísticas y humanas: Luis Alberto Spinetta. Su interés por la política estaba fundado desde una perspectiva generacional. Los jaenes percibían la política como fórmula para romper el sistema. Había otras diferencias: la vida bohemia en torno a las guitarras acústicas o la moda psicodélica, los jaenes las despreciaban. Las consideraban tendencias modernas creadas por el capitalismo para distraer a los pueblos de su lucha. Pero con las sustancias prohibidas, la posición del grupo era mucho más rigurosa. En un plenario se debatió sobre el tema y se decidió que los cuadros de JAEN no debían consumirla.
Spinetta rompió ahí mismo con ese discurso.
Se levantó, encendió un porro y se puso a fumar marihuana.
El responsable le ordenó que se fuera.
Spinetta no hizo caso. Se acercó a una ventana y se puso a mirar la ciudad.
Alargaba cada pitada.
–Consumir drogas no es una actitud contestataria contra el sistema. Es una condición de debilidad frente al sistema –sentenció el responsable, irritado.
Spinetta no contestó. El ambiente se tensó. Alguien salió en su defensa.
–Dejalo, che. Luis Alberto está más volcado a la música que a la política. No jode a nadie. Y está trabajando bien en el ámbito de Cultura. Es un cuadro valioso.
–Será valioso, pero vos no tomás conciencia del riesgo que corremos si sigue con nosotros. Un tipo que hoy fuma un porro, mañana te vende por un porro. Propongo expulsarlo, compañeros.
Spinetta ya se había ido.
(1) Grupo de Estudios Latinoamericanos.
(2) Juventudes Argentinas por la Emancipación Nacional.
Párrafos extraídos del capítulo 3, titulado “El mundo entre mis manos”, perteneciente al libro Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA, de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, editado por Grupo Editorial Norma.
*Por Diana Gagliano: Agencia el Naciente
Fotos: Archivo y Silvina Von Lapcevic