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» » El radical Eduardo Santín fundamentó porque apoya el proyecto del gobierno

(10/09/14 - Fondos Buitres)-.La Argentina viene lidiando con el tema de la deuda externa desde por lo menos el inicio de esta etapa demorática en 1983.
Para el gobierno de Raúl Alfonsín  significó una pesadísima carga , porque la relación deuda-producto, deuda-precio de los comodities y deuda-tasa de interés internacional era –en todos los casos- absolutamente negativa.

ntos por conformar un club de deudores con los países de la región que permitiera encarar una renegociación desde una posición de fuerza fracasaron frente al lobby del poder financiero, que influía sobre los gobiernos. Hay que recordar que, además, en ese momento éramos casi una isla democrática rodeada de dictaduras militares en América Latina. Por eso es que nosotros, los radicales, debemos asumir el tema de la deuda definitivamente como una política de estado. 
Política de estado que no solamente debe asumir la oposición, sino también, y fundamentalmente, el oficialismo que logró una reestructuración de deuda a la que el radicalismo adhirió. 
Creo que la Presidenta debió convocar a los jefes partidarios y de los bloques previo al anuncio por cadena del envío de este proyecto al Congreso. Esa es la diferencia entre querer acordar un tema que debe ser de todos o simplemente pedir adhesión.
Pero más allá de esta crítica -que tiene que ver con las formas  importantes en la convivencia social- el fondo de este proyecto (que votaré afirmativamente en general) es enviarles desde Argentina una señal a los miles de bonistas que aceptaron las condiciones impuestas por el país, e ingresaron de buena fe a la reestructuración de nuestra deuda. Y decirles que estamos dispuestos a pagar, que somos un deudor creíble y que estamos orientados a buscar todas las formas legales y posibles para que sigan percibiendo lo acordado.

Para mí la opción no es patria o buitres, sino que es entre aquellos que creyeron en la Argentina y los buitres, con la diferencia sustancial que los primeros representan el 92.4% de los acreedores y los otros, menos del 1%.

Sin embargo, estos últimos, con la ayuda de la justicia de Estados Unidos, no sólo ponen en peligro los acuerdos alcanzados, sino que pretenden empujar al país a un supermegacanje que confirme la perversa teoría de que las deudas no se pagan, porque lo que se paga son sólo los intereses y mientras tanto se permanece sometido a los designios del poder financiero.

Tengo diferencias respecto a cómo se trató el tema durante el proceso judicial. Sabiendo quién era Griessa, de dónde provenía y quiénes eran los lobbies que operaban sobre él, se debería haber levantado la ley cerrojo en aquel momento.

Esto ya lo afirmamos cuando fue derogada, Está claro -después de la caprichosa interpretación que el juez hizo de la cláusula pari-passu- que tal vez nada garantizara un resultado favorable, pero, al menos, desarmaba una parte importante de los argumentosque fundamentan la caprichosa sentencia de Griessa.

Tampoco coincido con el artículo 1º del proyecto, donde pareciera se avala todo lo hecho y se declara de interés público la renegociación. No sólo me parece innecesario, sino provocativo en la búsqueda de consensos. Es casi imposible estar pidiendo un aplauso para el asador, cuando el asado está, por lo menos, chamuscado.

No me pasa lo mismo con la decisión de no pagar lo que el fallo de Griessa pretende. En eso sí estoy totalmente de acuerdo con la estrategia que se está proponiendo. Griessa no  puede actuar como un juez comercial, ejecutando un simple pagaré. Estamos hablando de un país soberano, que renegoció más del 90% de su deuda y que hoy está jaqueado sólo por el 1% de sus acreedores.

Por esa razón, cambiar el agente de pago y la sede de cobro es una propuesta más que razonable, porque el desafío es garantizarle a los hold-in cobrar su acreencia.

Más allá de los votos que coseche el proyecto, que viene con media sanción del Senado, lo importante es que el Congreso argentino está mandando un mensaje mayoritario, con propuestas en algunos casos muy parecidas entre sí, pero que el afán de protagonismo –o tal vez las vanidades de unos y otros- impidió que se plasmaran en un despacho común.

Garantizar el pago a los bonistas reestructurados y no pagar a los buitres lo que ellos pretenden es una decisión que nos va a permitir, a quienes queremos gobernar la Argentina desde el 2015, arrancar desde un punto de partida más sólido  y favorable.

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