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» » 17 de Noviembre: Día del Militante

(17/11/14 - Almirante Brown, Opinión)-.Fue a partir de 1972 que esta fecha quedó señalada como el Día del Militante, en homenaje a todos los compañeros quienes a partir del derrocamiento y exilio de Perón -y durante diecisiete largos años- resistieron y lucharon por mantener vivo al peronismo perseguido y proscrito, así como por la recuperación del líder máximo y su proyecto. 

El retorno de Perón, un triunfo después de tanta persecución, cárcel, exilio, y muerte, constituye el hecho político que dio origen a la instauración de este día conmemorativo. 

En los 42 años que nos separan de aquel 17 de noviembre, lo que entendemos por militante o la militancia debió enfrentar nuevos y complejos escenarios políticos, económicos y sociales. En consecuencia, fueron cambiando los objetivos y los métodos; la composición y el número; las motivaciones, las alianzas, los resultados…

Cámpora, Perón, Isabelita, “proceso de reorganización nacional”, Alfonsín, Menem, De La Rúa, crisis del 2001, Duhalde, son nombres y situaciones que disparan rápidamente cientos de imágenes y emociones. Si se quiere, conforman distintos momentos de nuestra historia reciente en los cuales podríamos identificar los diversos roles que fueron asumiendo los militantes. 

Agregaría además que independientemente de la etapa, podríamos hacer una primera gran división un tanto arbitraria, lo asumo- entre los que militaron a favor y los que militaron en contra de los intereses del pueblo. 

La impronta de los primeros, fue: resistir en todas sus formas frente a la persecución, el exilio, la desaparición y la muerte; luchar por la memoria, la verdad y la justicia y el sostenimiento de la democracia; batallar por los derechos humanos más básicos como el alimento, la salud, la vivienda; oponer resistencia al neoliberalismo y sus nefastas consecuencias; juntar los pedazos de un país devastado, en medio de la oscuridad, la desesperanza y el caos. 

Mientras que para los segundos, la política fue el medio para obtener beneficios sectoriales y/o directamente personales. Estos últimos, con el agravante de actuar como representantes de un pueblo que en definitiva, ayudaron a destrozar.     

Mil veces dijimos que con la aparición de Néstor en el escenario político nacional se resignificó la política gracias a sus convicciones, a sus dichos y especialmente a sus acciones. Si, llegó Néstor y puso las cosas en su lugar: la economía al servicio de la política; la política al servicio de la nación; la nación aliada a sus hermanas latinoamericanas. 

Hoy y a once años de la vigencia del modelo político Kirchnerista, nos parece casi natural la participación política masiva, la presencia de jóvenes, el retorno de muchos otros no tan jóvenes entusiasmados por el proyecto, la multiplicidad de agrupaciones que a diario invierten tiempo, recursos, ideas a la militancia. 

También resulta habitual la amplia gama de actividades, áreas o temas que se abordan desde la política y desde el territorio: tareas solidarias, formación política, sindicalismo, procesos eleccionarios, cooperativismo, educación, cultura, deporte, salud, economía, derechos humanos, tecnología, etc., etc. 

Esta naturalización de la política tiene, como casi todas las cosas, su lado positivo y su lado negativo. Es bueno poder militar sin miedos, sin límites a la libertad, y porque ello contribuye a la consolidación del proceso de participación política cada vez más amplia. No obstante, naturalizar este fenómeno tan reciente puede hacernos olvidar que no siempre fue así, y con ese olvido descuidarlo, perder el rumbo, y permitir, repetir o reeditar los vicios y errores, de la “vieja política”, de los anti pueblo, de los comerciantes de la política. 

Néstor y Cristina revalorizaron la política, y ello constituye una oportunidad de oro, sobre todo para los más jóvenes, para los que recién se incorporan a la militancia. 

Oportunidad para dejar atrás: los vicios y deformaciones de militantes y dirigentes que bastardean la política; el chiquitaje; la bajeza de ir por la caja, por el carguito, la quintita; la tentación de formar feudos o estancias donde el dueño maneja el pensamiento, las acciones, el presente y el futuro de sus vasallos; la mirada corta, y la ambición personal inflada.

Si hago hincapié en esto es porque penosamente todavía existen muchos militantes de base y dirigentes que creen y actúan la política, como un ámbito donde todo vale. 

Y creo profundamente que la política no es ni puede ser eso. No debe ser nunca un trampolín desde el cual impulsarse para alcanzar y satisfacer intereses personales. 

Esto implica valerse de cualquier medio para conseguir el envión que facilite el despegue, y la tabla de apoyo indefectiblemente son los otros, los compañeros y los que necesitan que la política sea otra cosa: un instrumento para eliminar las desigualdades sociales, para conquistar y sostener derechos, para hacer de la nación una comunidad solidaria, y siempre, libre, justa y soberana. 

Fotografía: Archivo Reporte Sur

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