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» » La casa de los cieguitos: el “día de la vergüenza argentina”

(26/03/15 - Derechos Humanos)-.Así definió el escritor Osvaldo Bayer al secuestro, en 1977, de Emilio Etelvino Vega y María Ester Ravelo, una pareja de ciegos que se habían conocido en Santa Fe y militaban juntos en Montoneros, en el Frente de Lisiados Peronistas. Los militares volvieron días después y se robaron todo, hasta el perro lazarillo. Al hijo de ambos, Iván, lo rescató una vecina. El 23 de marzo de 1995, el lugar se convirtió en Casa de la Memoria.

Cuando la patota de las fuerzas conjuntas llegó a la casa de Santiago 2815, en la zona sur de Rosario, el Negro y la Cuki no tuvieron tiempo de nada. Escucharon los disparos que terminaron con la vida de su compañero Juan Carlos Amador y supieron que habían perdido.

Iván, de tres años, vio cómo se llevaban a sus padres. Una vecina lo rescató y lo entregó a un familiar. Los militares volvieron días después. En un camión del Ejército cargaron muebles, ropa, electrodomésticos, el triciclo del niño y maquinaria de la sodería que funcionaba como cobertura de la casa operativa.

También se llevaron a Gula, una perra lazarilla. Emilio Etelvino Vega, el “Negro”, y María Ester “Cuki” Ravelo eran ciegos. El 15 de septiembre de 1977, tres días antes del operativo, María Ester Revelo llamó a su madre Alejandra “Negrita” Fernández de Ravelo, que vivía en la ciudad de Santa Fe. Con voz nerviosa le contó que su marido estaba enfermo y le pidió di podía recoger al pequeño Iván.

“En los últimos días había habido unos rastrillajes. La Cuki estaba muy asustada. De alguna manera se estaba despidiendo de su madre”, contó a Infojus Noticias Norberto Olivares, abogado de Alejandra.

La mujer viajó tres días después. Frente a la “casa de los cieguitos”, como la llamaban cariñosamente los vecinos, vio estacionado un camión verde del Ejército.

—Estaban cargando todos los bienes muebles de mi hija sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo —contaría Alejandra años después, ya en democracia, ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).

Tras el operativo, la mujer vendió el puesto de venta de flores que tenía frente al cementerio, en la capital provincial, y se embarcó en la búsqueda de su hija. Se puso en contacto con otras madres de desaparecidos. Así nació la filial santafesina de Madres de Plaza de Mayo.

“Dejó todo para buscar a su hija. Mientras tanto, Iván se crio con la abuela paterna”, contó Olivares, “una familia que nunca aceptó lo que hacía su hijo, que justificaba lo que le había pasado”. —Al cabo de un tiempo volví al lugar— detalló Alejandra ante la Conadep. —La sodería estaba cerrada; por una ventana me atendió un hombre y alcancé a ver en el interior una máquina de escribir y una mesa. Me dijo que la propiedad ahora pertenecía al gobierno porque anteriormente había pertenecido a unos “subversivos”.

El Negro Etelvino había quedado ciego al sufrir de un accidente con ácido en un laboratorio. Terminó el bachillerato nocturno en el Colegio Nacional y se recibió de técnico en Fundición.
A pesar de su ceguera, se convirtió en un experto en la fabricación de explosivos. La Cuki Ravelo había perdido la vista a causa de una enfermedad virósica a los 17 años. Se conocieron en la escuela de ciegos de Santa Fe: se enamoraron y militaron juntos en Montoneros, en el Frente de Lisiados Peronistas.

Después de la llegada del golpe, Montoneros compró el inmueble de Santiago 2815 donde instalaron la sodería Lodi SRL. Los ciegos –él tenía 33 años y ella 24- habitaron la casa y se hicieron cargo del negocio. El joven Juan Carlos “Juanca” Amador, militante de Juventud Peronista y Montoneros, trabajaba como repartidor.

“Era una casa operativa de Montoneros. La fábrica de soda le daba una cobertura para no generar sospechas. Era un lugar en el que una personas perseguidas, vigiladas, podían estar ahí”, explicó Olivares.

“Estaban a cargo de la producción de armamentos de la organización”, detalló el periodista Carlos del Frade, quién escribió sobre la vida del Negro y la Cuqui en los libros “El Rosario de Galtieri y Feced” y “Matar para robar, luchar para vivir”.

El periodista y escritor Osvaldo Bayer lo definió como el “día de la vergüenza argentina”. “El 17 de setiembre de 1977 se consumó la hazaña más grande de este siglo del Ejército nacional.

Rosario fue testigo. Las fuerzas conjuntas lograron la captura de tres enemigos de la patria occidental y cristiana, Emilio Etelvino Vega, de 33 años, ciego, María Esther Ravalo, de 23 años, ciega, Iván Alejandro Vega, de 3 años, y el perro lazarillo del matrimonio”, dirá Bayer 17 años después, tras la fin de la usurpación de la “Casa de los cieguitos”.

Aquella tarde las fuerzas conjuntas rodearon la casa. El repartidor de la sodería recibió dos disparos y quedó tendido en el piso. Los ciegos y todas sus pertenencias desaparecieron en los camiones del Ejército.

En noviembre de 1978 el Comando del II Cuerpo de Ejército cedió la casa al Centro de Suboficiales y Gendarmes Retirados y Pensionados. Ahí se juntaban a jugar a las cartas, apostar o reunirse con sus familias.

Con el regreso de la democracia, Alejandra Fernández de Revelo –ya convertida en Madre de Plaza de Mayo-, su nieto Iván –hijo de la pareja de ciegos- y organismos de derechos humanos iniciaron el proceso de recuperación de la casa. Los representaba el abogado Olivares.

“Primero fuimos a los Tribunales Federales y denunciamos a los gendarmes por usurpación. Nos respondieron que las leyes de punto final y obediencia debida”, contó Olivares. “Entonces fuimos al fuero civil e hicimos un juicio de desalojo”.

Los organismos acompañaron el proceso judicial con movilizaciones populares. “Ha habido más de mil personas frente a la casa. Finalmente terminaron entregando la llave”, contó el abogado.

El 23 de marzo de 1995 el lugar se convirtió en Casa de la Memoria. “Ha sido una de las pocas grandes recuperaciones económicas grandes que se hizo de bienes apropiados. Fue un gran triunfo popular de los organismos”, dijo Del Frade.

Las investigaciones posteriores confirmaron que la Cuki pasó por el centro clandestino de detención La Calamita, en la vecina localidad de Granadero Baigorria. Después la trasladaron junto a otros 26 detenidos a una quinta de Monje donde los fusilaron.

El 9 de junio de 2010, el testimonio de un cuidador del campo San Pedro, en Laguna Paiva, permitió descubrir una fosa común con ocho cadáveres. El Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó que uno de los cuerpos pertenecía a María Esther. Tenía “lesiones en el cráneo compatibles con heridas producidas por armas de fuego". Emilio Etelvino continúa desaparecido.

*Por Sebastián Ortega, Infojus
Foto: Gentileza Indymedia

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