Es comprensible que, aún obrando de buena fé, los funcionarios incurran en equivocaciones o errores por incompetencia, negligencia o descuido, pero lo que no se entiende es que habiendo sido reiteradamente advertidos de algo que está mal persistan en el error.
En estos casos es muy posible que no lo hagan de mala fé pero revela una actitud tozuda, obtusa y contraria a sus deberes en el manejo de los bienes y de los recursos públicos.
Un lamentable y claro ejemplo de esta clase de conductas son las placas que recuerdan a las víctimas locales de desaparición forzada durante la última dictadura, colocadas el pasado 24 de marzo junto a la bicisenda de la Avda. San Martín.
A pocos días de su instalación advertimos que, además de haber sido colocadas sin respetar el lógico y elemental orden alfabético, por su mala calidad ya se estaban borrando algunos nombres de los homenajeados.
Pensamos entonces que rápidamente serían reemplazadas por nuevas placas pero eso no ocurrió, razón por la cual tiempo después, cuando más nombres seguían borrándose, nuevamente reclamamos la inmediata colocación de otras placas bien hechas.
Pero hasta el presente nada se ha hecho y como puede verse la mayoría de las placas ya se han vuelto completamente ilegibles.
Considero que, por su significado y por su ubicación, estas placas son lo suficientemente importantes y altamente visibles como para que los funcionarios continúen ignorando esta situación, cuya debida reparación material y moral no requiere de partidas presupuestarias especiales, ni de aportes provinciales o nacionales. Solamente se necesita algo de carácter, de voluntad y decisión.
*Ex dirigente del PJ, del Partido Celeste y Blanco, del Frente Renovador y actual concejal de Cambiemos
