Por más que sus empleados en los grandes medios y los
partidos políticos de la más recalcitrante derecha se empeñen en llamarlos de
otra forma ya no tienen forma de lograr que se los denomine de otra manera.
Todos saben que son así, se llaman así y se comportan así y
solo la decadencia de valores que ha arrastrado tras de si el capitalismo hace
que puedan caminar libremente por la calle y no estén presos por usureros.
Lo cierto es que estos... ¿señores, sujetos, individuos… cómo
denominarlos? Deberían purgar prisión por agio, al menos eso decía una Ley de
nuestra Nación que supongo aún debe estar en vigencia, pero que, caída del
muro, muerte de las ideologías y epidemia neoliberal mediante se ha vuelto de
difícil aplicación sin que desde los principales medios llamen a derribar al
gobierno que la aplica por tirano.
Por estos días se ha comenzado a señalar que el fallo de
Griesa, el juez de faltas neoyorquino que tiene la desfachatez de pretender
juzgar a una Nación Soberana (¿se
imaginan ustedes que pasaría si un juez de Las Lomitas pretendiera enjuiciar a
los Estados Unidos?) es impracticable.
¿Qué significa eso?
Habría que volver a ver o leer El Mercader de Venecia, esa genialidad literaria de William Shakespeare, un libro donde el protagonista del dilema es un prestamista usurero que quiere cobrarse de su deudor con una libra de la carne de este porque “le corresponde cobrar su deuda” y a quien finalmente un juez se cansa de tanta rapiña ordena cumplir la paga pero sin que se derrame una sola gota de sangre durante el “proceso de cobro” porque el contrato solo habla de carne.
Habría que volver a ver o leer El Mercader de Venecia, esa genialidad literaria de William Shakespeare, un libro donde el protagonista del dilema es un prestamista usurero que quiere cobrarse de su deudor con una libra de la carne de este porque “le corresponde cobrar su deuda” y a quien finalmente un juez se cansa de tanta rapiña ordena cumplir la paga pero sin que se derrame una sola gota de sangre durante el “proceso de cobro” porque el contrato solo habla de carne.
Bien, sobre la repulsión de los actos de estos magníficos exponentes
del alma del capitalismo ya nos hemos expresado lo suficiente y en verdad que
no había mucho más que esperar, ya que ninguno de estos seres que acumulan
miseria ajena en forma de capital sede un solo centavo por las buenas, sin
embargo era esperable (¿o solo se trata de una ingenuidad de pare de quien esto
escribe?) algún rasgo de hombría de su parte.
Sin embargo, uno de los medios que los alaban y vuelven
héroes de la inmundicia humana, la revista económica norteamericana The Banker
refleja además cuales son los valores de género que esta subespecie humana
maneja.
En su edición de octubre The Banker muestra al jorobado y
vetusto Griesa como parcial arbitro de un combate de box en el cual el potente
Paul Singer con pantalones de barras y estrellas festeja haber colocado al
borde del knoc out a Cristina Fernández
con ropa de boxeo color celeste y blanca.
Realmente es no solo chocante sino francamente asqueroso ver
a un hombre festejando, ante público, como ha golpeado a una mujer y la ha
puesto al borde de perder el sentido.
Cuesta imaginar el criterio moral de un ilustrador, un
editorialista, un periodista y desde luego un lector que toma semejante acto
reñido con la moral más elemental disfrutando tamaña aberración.
Cuesta imaginarlo porque es difícil concebir tamaña
brutalidad.
¿Será acaso que para los millonarios norteamericanos está bien
golpear a quien sea, aunque se trate de una mujer para cobrarle sus carroñeras
deudas?
¿Será acaso que mientras el común de las personas consideramos intolerable
la violencia de género para sujetos de la calaña moral de Singer Griesa y toda
la caterva de especuladores y sus esbirros
es normal pegarle a las mujeres?
Existe aún hoy día en ciertos ambientes una máxima muy
antigua que dice que “a las mujeres y a los viejos no se les pega con el puño
cerrado”, parece que los millonarios aún no han llegado ni siquiera a esos arcaicos
valores del machismo decadente.