El Senado la suspendió de su cargo por seis meses y su entonces vicepresidente y amigo, Michel Temer, le quitó la Presidencia temporalmente. De inmediato, comenzaron las protestas contra el Gobierno interino.
Río de Janeiro fue anfitrión de los Juegos Olímpicos 2016. La máxima fiesta del deporte que contaba el dinero ante los pobres. La olimpiada se hizo pese a meses de protestas por los altos gastos que generó.
Entre la distracción y la protesta, llegó el día decisivo para Rousseff. El día en el que el Senado la despojó del poder definitivamente y Michel Temer fue confirmado en el cargo de presidente.
La gente se volcó en más protestas para apoyar a Rousseff y para repudiar a Temer.
Eduardo Cunha, el hasta hace meses todopoderoso presidente de la Cámara de Diputados de Brasil y que impulsó el juicio para sacar a Rousseff, fue arrestado y acusado de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.
En la recta final del año, Luiz Inácio Lula da Silva está sentado en el banquillo de los acusados. La fase de testimonios del primer juicio por corrupción está en marcha. Aun no hay pruebas contra Lula. Lula denuncia que es una persecución política.
Su partido, el de los Trabajadores, quiere lanzarlo otra vez como presidente de Brasil. Todos bailan samba en Brasil. Samba de caos en la política... y también en la economía. Las finanzas van de mal en peor.
El estatal Banco de Brasil ha anunciado el cierre de más de 400 sucursales. 18.000 personas se irán a sus casas sin empleo.
Para detener la crisis, Temer aplica la austeridad, pese a la oposición del pueblo. El presidente interino alerta que sin un ajuste fiscal, Brasil quedará paralizado en 2024.
Brasil 2016… no es el eslogan de los Juegos Olímpicos... Brasil 2016 significó el caos de protestas, crisis política, económica y, sobre todo, corrupción.
