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» » La desaparición del prójimo

(09/01/16 - Libros)-.Del latín proximus, el término prójimo tiene que ver con cercanía (el paso del darse la mano al abrazo), vecindad, reciprocidad, "apariencia visible", lo fraterno, intereses mancomunados, lo compartido que ha sido reemplazado por "individuos que hablan por celular o escuchan sus auriculares" –señala Zoja- en un nuevo tiempo "posthumano". 

El nuevo ensayo de este escritor y psicoanalista nacido en Italia en 1943, editado por el Fondo de Cultura Económica, se suma a otros títulos suyos -La voz de Filemón. Estudios sobre El libro rojo de Jung; Drogas: adicción e iniciación, La búsqueda moderna del ritual y Paranoia. La locura que hace la historia- y se ubica en la línea de otros análisis sobre un individuo seriado y globalizado, como Amor líquido del ensayista polaco Zygmunt Bauman; en el que explicita el temor a establecer relaciones duraderas. 

En el plano local, posee puntos comunes con Fugas. El fin del cuerpo en los comienzos del milenio, en el que el escritor Daniel Calmels evidencia los efectos de hábitos que empobrecen manifestaciones corporales como aceleramiento, mecanización, indiferencia. 

Otro título en esta línea es La era de la desolación, donde el filósofo Dardo Scavino, señala los modos en que el poder ha desarticulado los lazos sociales reemplazándolos por "la competencia salvaje, el individualismo y la percepción del semejante como enemigo".

Zoja enfoca seres modelados desde la televisión o publicidades viales adaptadas al perfil de ese consumidor: "que se siente inesperadamente halagado, pero definitivamente solo", frente a la pantalla del celular, la pantalla de la computadora portátil y también el cartel publicitario, que, agrega, "aprendió a seguirnos; juntos son 'nuestra familia'". 

Señala que la alienación viene de la mano de una curiosidad reprimida, una "artritis de la psique" que tiene que ver con "el hábito de encontrar imágenes que no son verdaderas (lo) que vuelve normal el no experimentar sentimientos ante nuevas figuras… que sí son auténticas… cuando salimos en la calle estamos acostumbrados a considerar todo como una puesta en escena comercial".

El temor también formaría parte de este individuo enajenado merced, según Zoja, a "la inflación de las crónicas policiales", todo alentado por el negocio de "una nueva generación de sistemas de alarma y compañías de seguros" a los que podríamos agregar otros intereses como policía privada, cámaras de seguridad, etcétera.

Entre los ejemplos con que refuerza su idea del individuo aislado en el "invencible mercado de la distancia", cita a un jefe indígena de la tribu estadounidense crows, hablando de la muerte espiritual de su pueblo, ya que al desaparecer el bisonte de sus campos: "las manos no tocaban más a los bisontes que la naturaleza les había asignado como prójimo; a tal punto que sus ritos se centraban en ellos".

En un contexto humano "cada vez menos próximo", "desaparece la comunidad", "nadie está cerca de nadie" y "nadie es prójimo de nadie"; es así que toman el timón grandes consorcios empresarios que recurren a un lenguaje militar: "cadenas de mando", "escudos internos", "cavan trincheras, lanzan campañas y contraataques".

Al punto de que ya se estudian las perturbaciones psicológicas del empresario de hoy -irresponsable, inadaptado, cínico, irritable, manipulador, inestable, inmoral- que, sin sentimientos de culpa y con tendencia a mentir y a sacar ventaja rápidamente, se emparenta con peligrosos psicópatas. 

Zoja no deja por fuera otros aspectos ubicados en la cotidianidad como los "video games" donde se juega "a matar sin escrúpulos" poniendo la excitación por sobre el compartir, el voyerismo de quienes filman a grupos de alumnos golpeando a un compañero (podría agregarse a los militares que filman el suplicio de sus víctimas) y el snuff films en los que los asesinatos son reales. 

El libro se completa con la mención de otros símbolos de la distancia como muros y alambradas que dividen poblaciones, los cientos de miles de refugiados a la deriva estigmatizados como "invasores" y la riqueza concentrada en pocas manos a una velocidad sin precedentes. 

Uno de sus capítulos los dedica Zoja al joven que "ni trabaja, ni estudia, ni recibe formación" (los "neet" en inglés, los "hikikomori" en Japón), especie de eremita urbano que vive por fuera de la realidad encerrado con llave en su habitación, que duerme de día –"su madre le deja un plato de comida frente a su puerta" y solo lo conecta al mundo una computadora conectada a Internet.

Si bien resulta por demás interesante el ensayo de Zoja sobre "la construcción de distancia" que convierte al prójimo en algo remoto, decae en su parte final donde coloca al deseo como apetito animal que encarna pulsiones sociales de cambio y emancipación que rotula -sobre todo desde los '60- como contracultura narcisista. 

Convierte así un legítimo y madurado deseo social (contraparte, por otro lado, de la inmediatez consumista) en factor de provocación frente al poder de turno y, por consiguiente, en responsable del accionar represivo, dando como ejemplos de este "hedonismo" utopista, que denomina "romanticismo inconsciente", tanto al Che Guevara como a los Beatles y el movimiento estudiantil del Mayo Francés.

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