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» » ...Y un día como hoy fue millones

(26/07/16 - Efemérides, *Por Hugo Delgado)-.Un día como hoy, hace 64 años, Eva Perón, Evita, La Abanderada de los Humildes, abandonaba la vida y se convertía en inmortal, en millones, y cada niño de la Patria recordaría por décadas aquel juguete que recibió de sus manos y cada mujer a la hora de votar su sonrisa. Venerada por los pobres y odiada por los odiadores, esos que día a día se repiten en la historia.

Junín, Los Toldos, si el 19 o el 22, si... discusiones baladíes que pretenden colgarse, como en nuestra historia reciente de datos superficiales para evitar ahondar en el hecho simple y concreto de un fenómeno de masas que atravesó por completo a la sociedad argentina. 

El amor total, absoluto, incondicional que Evita despertaba, despertó y despierta en los sectores más humildes, sol puede ser parangonado con el odio que despertó, en las mismas proporciones en las clases altas.

Su amor y su entrega por los trabajadores, esos "descamisados" que con los gobiernos de Perón conocieron lo que eran vacaciones, aguinaldo, derechos laborales, organización sindical, (¿o se lo habrán imaginado?) despertó un odio intenso en quienes creían y aún hoy creen que su felicidad no solo está en su opulencia y excesos, sino también en la miseria y el hambre de las mayorías.

Eva Perón, Evita, Eva, más que una forma de llamarla se convirtieron en un estandarte y una esperanza viva para quienes menos tenían y veían a la par de la construcción de escuelas, hospitales y fábricas el crecimiento de bienestar.

Pero el odio siempre busca protagonizar la escena y entonces, como es imposible discutir las acciones concretas en favor del pueblo, se discute lo intrascendente. La ropa, las joyas, las costumbres.

Nuestras clases dominantes denigran y descalifican a quienes no son sus siervos y odian a quienes representan al Pueblo y si son humildes critican sus costumbres y si visten bien sus impostaciones, hasta llegar a escribir en las paredes ¡Viva el Cáncer!

Toda comparación es odiosa, pero quienes no vivimos aquella época pudimos entender en los últimos años ese odio de señoras copetudas, o aspirantes a serlo; de quienes están lejos del calor popular y de quienes sirven a intereses que jamás podrán confesar públicamente sin recibir el repudio de aquellos que incluso los votan por un odio de clases inducido o por mera ignorancia o confusión.

Las carteras, los sacones de piel, las calzas, las joyas, temas superficiales para evitar hablar del meollo de la cuestión, la redistribución de la riqueza.

Pero es que, claramente, si se habla de ese tema quienes apoyan a los sectores antipopulares comprenderían que odian a quienes los representan y entonces se vuelve imperativo quitar de foco el verdadero motivo de discusión e instalarlo en otros campos.

La soberbia, el revanchismo, cualquier motivo es bueno para descalificar lo que no se puede descalificar por las políticas implementadas.

Por eso, aquella mujer que nació en un hogar humilde de la provincia de Buenos Aires y llegó a conmover las entrañas mismas de su Pueblo, como ella mismo vaticinó, un día como hoy hace sesenta y cuatro años nos abandonaba físicamente para convertirse en bandera de millones.

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