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» » Apropiación de Penino Viñas: un juicio breve para años de espera

(13/04/15 - Derechos Humanos)-.Ana María Grimaldos, viuda del represor fallecido Jorge Vidoza, estuvo prófuga de la Justicia durante 28 años. En cinco audiencias fue juzgada por la apropiación ilegal de Javier Viñas Penino, hijo de Cecilia Viñas y Hugo Penino, desaparecidos desde 1977 cuando fueron secuestrados en el barrio de Almagro.

Javier Penino Viñas tiene 37 años, un hablar pausado y modales cuidados. Eso mostró en las cinco audiencias que duró el juicio por su apropiación, ocurrida en septiembre de 1977, y en el que como única imputada está su apropiadora: Ana María Grimaldos.

La mujer, para la que la fiscalía y querella coincidieron en pedir 12 años de prisión, fue esposa  de Jorge Vildoza, represor de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

El hombre figura como prófugo para la justicia argentina porque, aunque la familia asegura que murió en Sudáfrica en 2005 con una falsa identidad, no aportaron pruebas fehacientes de eso.

El martes se conocerá el veredicto del Tribunal Oral Federal N° 4. Grimaldos está imputada por los delitos de "sustracción y retención de un menor, falsificación de documento público y supresión de estado civil".

“En líneas generales, en lo que tiene que ver con lo estrictamente probatorio, fue un juicio muy breve. Estuvieron las testimoniales de Javier, sus  tíos, y su abuela”, dijo a Infojus Noticias Alan Iud, abogado querellante de Abuelas de Plaza de Mayo.

“Consideramos que con eso y otros elementos que se fueron incorporando a lo largo de los años, la responsabilidad de Grimaldos está más que clara. Ella sabía que Javier era hijo de desaparecidos”, agregó.

Los padres de Javier son Cecilia Viñas y Hugo Penino, ambos desaparecidos desde julio de 1977 cuando fueron secuestrados en su departamento de Almagro. En diciembre de 1983, Cecilia logró comunicarse telefónicamente con sus familiares insinuando que se encontraba bajo custodia militar y que esperaba ser liberada. Entre ese mes y marzo de 1984, en democracia, Cecilia se comunicó ocho veces con su familia. El 23 de marzo estableció el último contacto y luego no se supo más de ella. Una de esas conversaciones pudo ser grabada y fue escuchada durante el debate.

En la primera audiencia Grimaldos se negó a declarar y entonces se leyó un escrito. Allí refirió a sí misma como una persona “sumisa e ingenua”, que primero dependió de sus padres y después de su marido.

Agregó que antes de que llegara Javier, la pareja venía hablando desde hacía dos años de la posibilidad de adoptar a un bebé. Cuando llegó Vildoza con Javier le dijo dicho que  era “huérfano y no tenía familia” e hizo  todos los trámites de adopción él mismo”. Y que fue él quien siempre se hizo cargo de  todos los trámites y gestiones de la casa.

La pareja tenía dos hijos, Mónica y Jorge, que tenían 20 y 18 cuando Vildoza llevó a Javier a la casa.

Durante el debate la mujer no habló; miraba para abajo, asentía con la cabeza ante algunas declaraciones y sostenía su bastón verde todo el tiempo. Fue precisamente su problema de vista el que la trajo de vuelta a la Argentina, el país del que se había escapado junto a Vildoza y Javier en diciembre de 1984.

La huida comenzó luego de enterarse de que Abuelas había iniciado una causa en contra de ellos por la presunta tenencia de un menor, hijo de desaparecidos.

Salieron de la Argentina rumbo a Paraguay,  donde consiguieron documentos falsos de manos de miembros de la inteligencia naval argentina. Desde allí fueron a Gran Bretaña, Austria y Sudáfrica.

Un médico y dibujante que se atrevió a denunciar
El nexo para sospechar que Javier podía ser hijo de desaparecidos lo dio un médico y dibujante de la revista Humor, Jorge Hipólito Meijide, que también declaró en el juicio.

En 1983 el hombre, que entonces trabajaba en la clínica Santa Ana de San Isidro, fue a hacer una visita domiciliaria a una casa de Acasusso. Ahí vio a una mujer, que le pareció más abuela que madre de un nene con cara triste, y una habitación impecable, que no se correspondía con un chico de esa edad.

Un tiempo después vio en un diario los nombres que integraban un grupo de tareas. Entre ellos estaba el de Vildoza y recordó al nene que había atendido y que llevaba ese apellido.

Meijide no tuvo dudas y fue a la sede de Abuelas a hacer la denuncia. Unos días después recibió la visita de Cecilia Fernández en la redacción de Humor. Hablaron y él le hizo un dibujo con el rostro del nene al que había atendido. Ella le mostró una foto de Cecilia. No tuvo dudas. Eran madre e hijos.

El camino hacia la identidad
La reticencia de Vildoza a someterse a la Justicia y la complicidad que todavía existía de ciertos sectores civiles hicieron posible que huyera. Recién en 1998, tras un análisis de ADN, la justicia comprobó que Javier pertenecía al grupo familiar Penino-Viñas.

Ese año, en que cumplió 21, Javier supo por Internet, desde Sudáfrica, que en Argentina había serios indicios de que era hijo de Cecilia y Hugo. Javier viajó a Buenos Aires para someterse al análisis de ADN que permitió establecer su identidad.

Desde los 13 él sabía que no era hijo biológico de Grimaldos y Vildoza.  “Pude conocer a mis familiares biológicos”, explicó y detalló la relación que se dio entonces y cómo su familia apropiadora alentó ese vínculo que, sin embargo, no se mantuvo de forma fluida en el tiempo.

En las audiencias declararon su abuela Cecilia, su tía Guadalupe Penino y su tío Carlos Viñas. Cada uno de ellos volvió sobre diferentes aspectos de la búsqueda para encontrarlos, del peregrinar de Carlos por loqueros, hospitales y otras instituciones para dar con Cecilia después de que se cortaron las comunicaciones. El recorrido para encontrar a Javier.

En esa búsqueda de años, las familias Penino y Viñas construyeron un vínculo que se mantiene hasta el día de hoy. El día que declararon los tíos eso quedó más en evidencia que nunca. Mientras Carlos declaraba Guadalupe Penino, que había dado su testimonio más temprano, se agarraba la mano con Cecilia Fernández y con la esposa de Carlos, Cristina.

Para Iud “el juicio puede llegar a ser muy positivo para que Javier pueda completar el proceso de recuperación de su identidad. Conoce su familia y su historia y que el Tribunal establezca la responsabilidad de Grimaldos, puede ayudar a que vea las cosas desde otro lugar”.

Cecilia y Hugo
Los padres de Javier, fueron secuestrados la madrugada del 13 de julio de 1977, cuando volvían de un velatorio a su departamento del barrio porteño de Almagro. Ambos eran marplatenses y militantes.

Sara Solarz de Osatinski es una de las sobrevivientes del centro clandestino que vio a Cecilia adentro de la ESMA. “Venía de Buzos Tácticos de Mar del Plata y dio a luz a un varón y durante mucho tiempo venían a visitarla a la pieza de las embarazadas los altos jefes. (Antonio) Vañek (jefe del comando de Operaciones Navales y luego jefe del Estado Mayor General de la Armada); venían (Jacinto) Chamorro (el director de la Escuela) y (Jorge) Vildoza. Eran visitas permanentes. Dio a luz alrededor de octubre de 1977. También estuvo (el médico, Jorge) Magnacco”, declaró la mujer que ayudó en el parto de Cecilia.

Cecilia tenía 30 años cuando fue secuestrada y varios sobrevivientes del centro clandestino la reconocieron como “la chica del camisón azul”, porque con esa prenda estuvo vestida varios días antes del parto.

En declaraciones realizadas previamente, Ana María Martí, otras de las detenidas que pasó por ese centro la recordó “como bonita, inteligente y que tenía claro lo que iba a pasar con ella una vez que tuviera a su bebé”.

Pero el caso de Cecilia no fue como los demás. Aunque permanece desaparecida, tuvo contactos con su familia “en los albores de la democracia”.

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