En los últimos días circuló por las redes sociales un video del ultraderechista marplatense Carlos Pampillón (en la foto en un acto junto al neonazi Alejandro Biondini). En el se lo nota entusiasta, haciendo uso de la libertad de expresión que niega a otros sectores. Reclama: “Repriman a los delincuentes que cortan la calle. Reprímanlos sin temor. Y si están buscando un muerto no tengan miedo, porque el dueño de la calle tiene que ser el Estado. (…) Reprímanlos! La palabra reprimir tiene que dejar de ser una mala palabra en Argentina.”
Para comprender y dimensionar la magnitud y alcance de estas declaraciones, es necesario, en primer lugar, tener en cuenta dos elementos: por un lado, su turbia trayectoria, que nos permite hacernos una idea de que no se trata de un personaje menor, que tengamos que subestimar u ocultar para no darle entidad a sus declaraciones.
Pampillón es un personaje que representa y aglutina a sectores ultramontanos de la vecinocracia que están empezando a asomar su cabeza en este contexto de polarización política. Por el otro, el propio contexto político que habilita a que Pampillón se sienta guapo y seguro para manifestar públicamente este tipo de demandas a las autoridades de turno.
Carlos Pampillón, fanático de las artes marciales, especialista en jiu jitsu, es un personaje extrovertido y corpulento, dueño de una verba marcial, un provocador y patotero. Antiperonista confeso y organizador de marchas y cacerolazos durante el gobierno de Cristina Fernández.
Para quienes aun no han oído hablar de él, Pampillón lidera la agrupación ultranacionalista Foro Nacional Patriótico (Fonapa), más conocido como “Bandera Negra”. Un grupo neonazi que reivindica la figura de Mohamed Alí Seineldín. No sólo suele dar apoyo a los militares procesados por delitos de lesa humanidad, sino que es muy conocido por sus frecuentes declaraciones abiertamente racistas y xenófobas y sus posiciones antisemitas que le valieron algunas denuncias en la justicia.
Su historial permite definirlo como un personaje muy consecuente en sus vinculaciones, tanto con el mundo militar como con la política local. En 2013 fue candidato a primer concejal en la lista de los hermanos Rodríguez Saá.
Una de sus principales consignas en la campaña fue: “Tolerancia Cero. El delito que propone Carlos Pampillón es un compromiso federal”. Participó en varios actos de Bandera Vecinal, el partido ultraderecha del filonazi Alejandro Biondini, que se presentó a las últimas elecciones en Provincia.
Hoy brinda su apoyo a Carlos Arroyo, actual intendente de Mar del Plata por Cambiemos, a través de posteos en las redes sociales. Inclusive hay quienes dicen haberlo visto festejando en el búnker después de las votaciones, aunque afirman algunos que su vinculación con la actual gestión se dio a través de Emiliano Giri, ex secretario de Turismo de Arroyo, un hombre muy cercano al presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, y a José "Pepe" Scioli. Giri fue detenido el año pasado por estar acusado por presuntas irregularidades en contratos del Astillero Río Santiago por $16 millones.
También aparece posando con Juan José Gómez Centurión, un ex combatiente de Malvinas, que participó, junto a Seineldín, de los levantamientos de Semana Santa y Monte Caseros durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Este ex carapintada fue el director de la Agencia de Control Comunal porteña y, hoy día, fue convocado otra vez por Macri para ser la máxima autoridad de la Dirección General de Aduanas.
Protagonizó una feroz pelea junto a un grupo de jóvemes con la cabeza rapada en el Concejo Deliberante de Mar del Plata, cuando los concejales dispusieron que se baje el cuadro del Capitán Pedro Giachino, primer caído en la Guerra de Malvinas y acusado de represor y estar vinculado a grupos de tareas durante la dictadura cívico militar.
En ese contexto, Pampillón fundó “La Giachino”, otra organización de derecha a la que se le atribuye la profanación del monumento de Memoria, Verdad y Justicia en esa ciudad. Entre paréntesis: el pasado 2 de abril, Giachino fue reivindicado por Arroyo en otro acto de provocación. Lo hizo mientras, haciéndose eco de las palabras de Pampillón, presentó un amparo ante la justicia contra la protesta social, para que se “garantice el orden público”.
También se vio a Pampillón custodiando la Catedral de Mar del Plata, junto a policías de la Bonaerense, cuando un grupo de mujeres que se desprendió de la marcha organizada por el Encuentro Nacional de Mujeres en 2015, fue a escrachar sus instalaciones. En esa oportunidad, no solo provocaron a las manifestantes sino que se lanzaron sobre ellas.
Dicen que detrás de las llamadas “cacerías nocturnas”, está Pampillón. Jóvenes que, muñidos de palos se dedican a pegarles a otros jóvenes gays, lesbianas y travestis en plazas y bares de la Feliz. Redadas que son cada vez más habitual en la ciudad y cuentan con el amparo y la desidia de la policía Bonaerense para investigar estos hechos. También el Fonapa realizó una serie de pintadas callejeras, en distintas partes de la ciudad, donde todavía puede leerse: “Fuera Bolivia de Salta. La patria no se negocia. Ojo… arderá el escarmiento.”
Por este tipo de eventos el año pasado le dieron a Pampillón una suspensión de juicio a prueba en una causa por daños y amenazas, y una de las obligaciones que le impuso el Tribunal Federal de Mar del Plata fue asistir a un curso de derecho constitucional y de derechos humanos en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El recrudecimiento de la violencia institucional en la Argentina es, a esta altura, preocupante. La cacería de mujeres el 8 de Marzo, el tiroteo en el barrio porteño de La Boca por parte de fuerzas de seguridad que dejó como saldo a una vecina asesinada y otra hospitalizada, la represión en el merendero del MTE de Lanús, la pirotecnia verbal de los manifestantes en la marcha del 1A, lejos de ser sucesos aislados, son hechos que hay comenzar a relacionar, y pensarlos uno al lado de otro.
No hay que subestimarlos, no sólo desautorizan las mediaciones políticas, sino que preparan el terreno para una judicialización y represión aún más violenta. Buscan instalar el temor y disciplinar tanto a las organizaciones sociales como a cualquier persona que decida salir a la calle para luchar por la vigencia de sus derechos.
Pampillón es una de las tantas puntas del iceberg. Por debajo de sus exabruptos están los trolls de los funcionarios macristas inyectando información equivocada, avivando malentendidos.
A través de sus discursos públicos viralizados por las redes sociales, propalados por el periodismo que trabaja en cadena nacional, construyen enemigos a la altura de las apuestas que están haciendo: la consolidación de una subjetividad individualista, el reemplazo de la solidaridad por la meritocracia, el desmantelamiento del estado de derecho, la redistribución de la riqueza.
A través de declaraciones como las de Pampillón, que no tienen nada que envidiarles a los clisés utilizados por Fantino, Eduardo Feinmann, Legrand, Lanata, Baby Etchecopar, Fernando Iglesias, Silvia Fernández Barrio, están buscando polarizar la conflictividad social para desautorizar la democracia e instalar el estado de excepción.
El accionar abusivo de las fuerzas de seguridad no es producto únicamente de directivas y bajadas de líneas explícitas por parte de funcionarios públicos de la gestión encargados de las carteras pertinentes, sino también de estos discursos que circulan como “moneda nacional” en las relaciones de intercambio cotidiana, que incentivan y legitiman la brutalidad y discriminación policial, garantizando su impunidad.
Este es el mensaje subyacente cuando, a modo de ejemplo, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich avala y desestima la gravedad de las detenciones arbitrarias a las mujeres luego del Paro Internacional de Mujeres, identificando la violenta intervención policial como “absolutamente leve”.
Lo mismo sucede cuando el Presidente respalda, por ejemplo, al carnicero que persiguió, atropello y mató un ladrón, calificándolo como un “ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad” que merece estar “con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar en todo lo que pasó”.
Están trazando una línea que diferencia y separa a los ciudadanos de primera de los ciudadanos de segunda.
Conviene entonces no subestimar las palabras de Pampillón. Personajes como Pampillón están dispuestos a convertirse en la fuerza de choque de este gobierno.
La expresión de la intención de crear células parapoliciales relativamente autónomas para tomarse revanchas contra todo aquello que se corra del Dios de los cristianos ultramontanos, de la familia patriarcal, y la propiedad privada.
Pampillón es el arquetipo de idiota moral, una persona inteligente pero que no sabe pensar. Cuando las personas no pueden dialogar y ejercer la duda, difícilmente puedan sentir y comprender al otro.
Para ellos, el otro, sea el gay, el piquetero, el desocupado, el precariado, la lesbiana, la travesti, las mujeres feministas, el obrero que hace huelgas, los inmigrantes latinos, es decir, todos los actores que están en la calle resistiendo los derechos conquistados en la última década, merecen la represión policial. Y si esta no llega, ellos estarán dispuestos a asumir ese papel.
*Paula Carrizo, es periodista de la Agencia de Noticias Paco Urondo.
**Esteban Rodríguez Alzueta, es investigador de la UNQ, miembro del CIAJ y la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional. Autor de Temor y control y La máquina de la inseguridad.