No se casó por conveniencia, ni por cansancio, ni siquiera por engaño o ingenuidad, con el enemigo. Ni un beso en la mejilla le dio. Nada. Nunca.
Se propuso llevar hasta las generaciones siguientes a la de sus hijos, su ejemplo extraordinario de revolución. Y lo está logrando. Le falta todavía. Poco, pero le falta. Ella misma lo dice.
Le cantó las cuarenta al sistema. Por eso la odian. La detestan.
Los corrió por izquierda y derecha, por arriba y abajo, a todos. Absolutamente a todos. Y les ganó. Les dio metros de ventaja, años, libros, títulos universitarios, y los fajó igual. Su invicto es insoportable. Hasta sus errores, que los tuvo, tienen razón. Cuando pifia hoy, es para acertar pasado mañana.
La única experiencia humana que se le acerca, que la define, que la alude, que la parangona, es la poesía. Y sus silencios. Y tampoco. Galileo de este siglo. Jesucristo de este tiempo. Hebe.
*Por Demetrio Iramaín
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