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» » Petro Simonenko: En Ucrania se está instaurando un régimen fascista

(11/09/16 - Ucrania)-.En noviembre de 2013, después de la decisión del gobierno ucraniano de no firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea, estalló en el país un golpe de Estado que se produjo tras a un aumento de la violencia y estaba apoyado e incitado por unos partidos y “ONG” que tenían relación directa con las potencias occidentales.

Los movimientos neofascistas parecen haber desempeñado un papel fundamental en el golpe que les permite estar en el primer plano de los acontecimientos al restablecer su legitimidad en el nuevo orden estatal ocupando unas funciones clave en el aparato gubernamental e incidir en la reestructuración de las relaciones de fuerza internas.

Paralelamente al realineamiento de Ucrania con los intereses estratégicos del imperialismo (apertura económica, asociación con la UE, asociación de facto con la OTAN, oposición a Rusia), asistimos al inicio de un proceso de fascistización ideológica Para entender este proceso y examinar la realidad política actual Investig’Action ha entrevistado al secretario general del Partido Comunista de Ucrania Petro Simonenko.

La crisis política en Ucrania fue portada de los periódicos en 2014 y 2015 pero hoy ya no se habla de ella, al menos en Europa occidental. ¿Cuál es la situación actual de Ucrania?
Desde mi punto de vista, no hay que considerar una crisis política los acontecimientos que se produjeron en el centro del poder en 2014-2015. La gente no luchó para cambiar la política ni para hacer reformas ni para sustituir a unos responsables políticos por otros que hubieran podido llevar a cabo estas reformas. En realidad quienes llegaron al poder en Maidan tras el golpe de Estado de 2014 ya habían organizado la lucha desde el interior. Se trata de los mismos oligarcas, pero esta vez luchaban por una redistribución de los recursos en el propio seno de su reducido grupo que había llegado al poder.

Por consiguiente, no se trataba de luchar para cambiar las cosas y realizar lo que se había prometido en Maidan con el fin de mejorar la situación en interés de los ciudadanos ucranianos, sino de repartirse los recursos financieros y los bienes. Por supuesto, ya estaban pensando en las siguientes elecciones y todo eso se calificó de crisis política.

Al mismo tiempo, no podían hacer lo que hubieran debido hacer porque el nuevo gobierno se formó siguiendo las instrucciones de Estados Unidos y estuvo compuesto sobre todo por ciudadanos originarios de otros Estados. Este gobierno no llevó a cabo una política nacional, sino la exigida por el FMI. No organizó la economía para que sirviera a los intereses de Ucrania: solo se ocupó de encontrar medios para financiar la guerra civil y utilizó el pretexto de esta guerra para justificar todos los crímenes que se había cometido.

La corrupción se multiplicó por dos o por tres y en el contexto del régimen que acabo de mencionar se convirtió en una corrupción total. La política de precios se estableció en interés del gran capital y de las oligarquías, lo mismo que la política social. Por ello me gustaría subrayar una vez más que esta supuesta crisis política es testimonio de la ausencia de profesionalismo de quienes llegaron al poder tras el Maidan, de la ausencia de un programa concreto respecto a lo que era preciso hacer y cómo hacerlo, y, naturalmente, no hablemos ya de cualquier tipo de responsabilidad respecto a las promesas hechas al pueblo ucraniano. El único resultado de esta política es la usurpación del poder por parte de Poroshenko, que utiliza supuestas reformas constitucionales y judiciales para hacer que esta usurpación sea completa y definitiva.

¿Qué consecuencias tiene esta situación para usted mismo y para su partido, el rtido Comunista de Ucrania?
En la medida en que Ucrania está instaurando un régimen nacional-oligárquico y, hay que decirlo, esencialmente fascista, es evidente que una de las prioridades de este régimen fue desde el principio aniquilar al Partido Comunista de Ucrania. Para ello no han reculado ante ningún método, hasta el punto de que el régimen actual se comporta respecto a nuestro partido como se comportaron los fascistas durante la ocupación.

El representante de este régimen, en este caso Turtchinov, que entonces tenía la función de Presidente, exigió públicamente desde la tribuna del Parlamento al ministerio de Justicia que prohibiera las actividades del Partido Comunista en violación burda de la Constitución y la legislación de Ucrania. Se hicieron más de 400 denuncias contra el Partido y a título individual contra nuestros camaradas. Se envió una delegación oficial del ministerio de Justicia y de los servicios de seguridad a los tribunales para acusar a nuestro partido de actividades ilegales, de colaboración con los separatistas y de apoyo a los terroristas.

Todo eso se desinfló como un globo. No prosperó ninguna denuncia ni se consideró al Partido culpable de nada. Más tarde cambiaron de técnica y adoptaron una llamada Ley “de descomunización” que prevé sobre todo la prohibición de las actividades de nuestro partido porque nos llamamos “comunistas” y nuestros símbolos son la estrella, la hoz y el martillo, y la bandera roja. Eso fue lo que sirvió de pretexto a la prohibición.

Demuestra además que el poder actual de Kiev se niega categóricamente a plegarse a las condiciones de la Comisión de Venecia que consideró que la ley de descomunización no era democrática y que había que abolirla. Tampoco respeta las resoluciones adoptadas por las Naciones Unidas respecto a la propaganda a favor del nazismo y del fascismo, porque esta ley de descomunización no solo hace apología del fascismo y del nazismo, sino que también eleva al rango de héroes nacionales a quienes hace 70 años combatieron al lado de Hitler y cometieron crímenes.

Así es como se lanzó una campaña inmunda contra el Partido Comunista con vistas a prohibirlo. El tribunal de primera instancia decidió prohibir el Partido, ¿por qué? El juez que tomó esta decisión estaba a su vez sometido a una investigación judicial, de la que se libró tomando oportunamente esta decisión que le imponía el régimen a cambio de su impunidad. La sociedad está atemorizada y asustada, pero nosotros, los comunistas, seguimos luchando. Hoy lo hacemos en los tribunales, haciendo recursos y, por supuesto, acudiremos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ya ha examinado situaciones similares y ha tenido que adoptar decisiones. El Partido Comunista está decidido a luchar porque hoy nuestra lucha es impedir que Ucrania se vuelva fascista.

Tengo entendido que también se ha emprendido un proceso contra usted. ¿Es exacto? ¿De qué se le acusa?
Por lo que a mí se refiere, decidieron asustarme y obligarme a renunciar a mis actividades políticas. La acusación consta de cuatro puntos: “traicionar a la patria”, “financiar a terroristas”, “financiar a separatistas” y “preparar grupúsculos organizados que lucharon en Donbass”. Me acusaron de haber hablado en abril de 2014 en Bruselas ante los eurodiputados para dar testimonio de la situación en Ucrania, lo que hizo que los servicios de seguridad me acusaran en internet de llevar a cabo actividades antigubernamentales. Es un montaje completo.

Nosotros, los comunistas, somos un partido internacionalista, pero también un partido de gobierno gracias a la situación engendrada por la territorialidad de Ucrania. Por consiguiente, todas estas acusaciones carecen de fundamento, pero los servicios de seguridad me han sometido a unos interrogatorios que duraron nueve horas en una ocasión y once en otra, lo que constituye una violación de todas las normas y de mis derechos.

¿Podría ponernos algunos ejemplos de esta estrategia de “descomunización” y decirnos qué significa, no solo para el Partido Comunista, sino también para las demás fuerzas progresistas de Ucrania?
Querría señalar aquí que comparto la inquietud suscitada por estas leyes en el seno de la Comisión de Venecia. ¿En qué sentido amenazan estas leyes a Europa y a la comunidad internacional? En primer lugar, pretenden que el periodo histórico comprendido entre 1917 y 1991, y que tanto los acontecimientos que sucedieron en el territorio de Ucrania como la política que se llevó a cabo ahí fueron obra de un “régimen criminal”. Esto significa que se debe considerar criminal que la región de Ucrania occidental se uniera a Ucrania tras el pacto de Molotov-Ribbentrop, criminal también la adhesión de Ucrania a la Organización de las Naciones Unidas, criminal también la proclamación de independencia de Ucrania bajo el comunismo en 1991… Y, por supuesto, todo esto amenaza seriamente a Europa.

Así, en Polonia se iniciaron gestiones para restituir unas propiedades que habían pertenecido antes a este país, pero también al imperio Austro-Húngaro y a Rumanía. Y actualmente algunas personas trabajan muy activamente para preparar estos documentos concernientes a unas tierras que en la región de Lvov y en otras regiones pertenecían a ciudadanos polacos que también podrían recuperarlas. También se baraja la posibilidad de que Hungría entregue pasaportes de doble nacionalidad a los habitantes de la región de Transcarpacia (que antes era húngara) y que los rumanos hagan lo mismo en lo que les concierne. Además, Rumanía esta tratando de reclamar su posesión de una parte de la región de Odessa: se trata de los territorios de Rumanía y Moldavia llaman Besarabia. Además de que la integridad de Ucrania se encuentra amenazada, también hay un riesgo de conflictos regionales que pueden llevar a la guerra. En lo que concierne a la propia Ucrania, estas leyes prevén, como hemos visto, la legalización de quienes lucharon al lado de Hitler y convertirlos en héroes.

Las condecoraciones concedidas por Hitler se reconocen como condecoraciones nacionales y los títulos militares obtenidos bajo la Alemania nazi también se reconocen como títulos militares de un movimiento de liberación nacional. Adoptando estas leyes en contradicción con las resoluciones de las Naciones Unidas concernientes a la propaganda en favor del nazismo y del fascismo, el poder de Kiev se niega a reconocer lo que es una norma europea e internacional. Igualmente se niega a reconocer las decisiones del Tribunal de Nüremberg a propósito de los crímenes contra la humanidad cometidos por los nazis.

¿Cómo reaccionan los movimientos progresistas y revolucionarios ante este proceso de fascistización y cuales son los principales obstáculos para una resistencia eficaz contra este fenómeno?
Los acontecimientos de Ucrania llaman a reforzar urgentemente la unión de todas las fuerzas progresistas contra el fascismo y sus reapariciones, incluida Ucrania, por desgracia. Respecto a cómo nos apoya la comunidad internacional europea y las fuerzas políticas, y cómo se expresa esa solidaridad, hay que decir en primer lugar que hemos dedicado mucho tiempo, y yo mismo lo he dedicado, a explicar (y no solo a nuestros colegas de los movimientos de izquierda en Europa y en el mundo, sino también a otros responsables políticos) que los acontecimientos de Ucrania constituyen un problema interno de Ucrania, que se trata de una guerra civil organizada por el gran capital en unas condiciones concretas determinadas por los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Las personas de izquierda que hemos encontrado en Europa nos apoyan activamente por medio de sus declaraciones de solidaridad y por medio del análisis que hacen de los actos del régimen de Kiev, presionando a sus parlamentos y gobiernos. Y es que en este momento hay que hablar muy seriamente de sanciones, no de sanciones económicas sino de sanciones políticas contra el poder de Kiev, ya que no respeta ningún compromiso, ni los acuerdos de febrero de 2014 ni los de abril de 2014 en Ginebra ni los acuerdos de Minsk, lo que no hace sino enconar el conflicto. He recibido las mismas expresiones de solidaridad de parte de nuestras personas de izquierda, las cuales se expresan acerca de estos acontecimientos desde la tribuna del parlamento y desde la del parlamento europeo.

Hay que decir que la opinión pública europea también empieza a evolucionar a propósito de los acontecimientos de Ucrania. También estoy agradecido a mis compañeros de los movimientos de izquierda que han enviado a sus juristas a defender al Partido Comunista en los tribunales ucranianos. Es evidente que los jueces ucranianos escuchan atentamente lo que dicen las personas que vienen de Europa, sobre todo de la Federación de Juristas Demócratas, que apoyan nuestra lucha por los valores europeos y por los principios de la democracia. Y nosotros, comunistas, trabajamos no solo con quienes defienden unas ideas cercanas a las de nuestro partido, sino que también hemos ampliado mucho nuestros contactos con vistas a unir todas las fuerzas frente a la amenaza real y cada vez mayor del neofascismo que ya comienza a concretarse en unas medidas que ha empezado a tomar el poder de Kiev contra el pueblo ucraniano.

También le estoy agradecido a todos los camaradas en Europa y en el mundo que se esfuerzan por hacer comprende mejor a sus conciudadanos lo que ocurre en Ucrania. Nuestros esfuerzos comunes empiezan a dar frutos. Por ejemplo, hace seis meses que los tribunales de apelación son incapaces dar curso a las veleidades del poder de prohibir las actividades de nuestro partido. Pero sea cual sea la decisión seguiremos la lucha y estamos convencidos de que, debido al peligro real que amenaza Europa y al mundo entero, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos examinará de manera objetiva la situación en Ucrania y apoyará nuestra lucha en favor de los derechos democráticos, incluido el derecho a ejercer actividades políticas.

Muchas personas, sobre todo en Europa, no quieren ver el peligro que los fascistas suponen en Ucrania. Señalan que el partido neonazi Svoboda obtuvo unos resultados muy pobres en las últimas elecciones. ¿Qué les responde y cómo explica que este partido que cuenta con tan poco apoyo tenga semejante influencia en el proceso político ucraniano?
Quisiera pedir a estas personas que no sean indiferentes y se interesen más por lo que ocurre en nuestra sociedad. También quisiera recordarles que la primera gran crisis mundial se terminó con la Primera Guerra Mundial en el momento preciso en que los representantes del gran capital trataron de salir de la crisis aprovechándose de la agitación del mundo y de la reducción de la población, y también desviando la atención de los ciudadanos ordinarios y de los obreros del proceso que ya se estaba desarrollando en Europa (no en vano se decía entonces que el fantasma del comunismo recorría Europa) cuando muchas personas se preguntaban por qué los Estados y los pueblos eran tan pobres.

Por consiguiente, la primera crisis mundial se terminó con la Primera Guerra Mundial. Más tarde, cuando estalló la segunda crisis mundial, la única solución que encontró el gran capital para salir de ella fue otra vez organizar la Segunda Guerra Mundial. Y hemos visto la traición que supuso la firma por parte de Francia e Inglaterra de los Acuerdos de Munich con Alemania, que permitieron a Hitler lanzar esta nueva agresión y esta nueva guerra que costó la vida de decenas de millones de personas, no solo en Europa sino también en otros continentes. Hoy vivimos la tercera crisis económica mundial. Todos los economistas reconocen su extrema gravedad porque no solo está vinculada a la sobreproducción de tal o cual producto, sino también a la aparición de nuevas pirámides financieras organizadas en interés del gran capital para que las multinacionales se apropien de pueblos y naciones enteras, y reduzcan a la nada el papel de los Estados.

Por consiguiente, esta tercera crisis mundial debe llevarnos a plantear cómo vamos a salir de ella. Mire lo que ha ocurrido en el norte de África: decenas, incluso cientos de miles de muertos, y lo mismo ocurre en Oriente Próximo, de nuevo con cientos de miles de muertos. Ahora vemos que es Europa quien soporta las consecuencias de esto con la llegada de millones de migrantes que buscan protección o una vida mejor, lo que genera nuevas tensiones sociales. Y al mismo tiempo, los acuerdos de paz de Helsinki han desaparecido prácticamente, lo que se traduce sobre todo en la aparición de reivindicaciones territoriales por parte de determinados Estados.

Así pues, una vez más somos testigos de que el gran capital no quiere salir de la crisis consagrando sus propios recursos para resolver los problemas sociales, sino azuzando a la guerra a quienes sufren precisamente sus políticas con la esperanza de salvar sus riquezas a costa de esas vidas. Se está produciendo un nuevo reparto del mundo. Sin embargo, si bien durante la segunda crisis mundial y la Segunda Guerra Mundial había dos bloques antagónicos, el mundo soviético y el mundo capitalista, hoy solo hay uno, el sistema capitalista.

Es una situación extremadamente peligrosa, como demuestra una vez más la situación de Ucrania. El gran capital se beneficia de la existencia de una capa “parda”, es decir, fascista y neofascista que, efectivamente, en algunos países solo representa entre el 2 y el 3 %, pero que en unas condiciones de “lumpenización” y de miseria social alcanzará porcentajes de dos cifras y bajo la cobertura de una aparente democracia electoral llegarán al poder unos defensores de la violencia y de superioridad racial. Por ello quisiera pedir a quienes lo dudan que no se muestren indiferentes. La indiferencia es precisamente lo que permite la llegada al poder de criminales. Y si se nos dice que lo que ocurrió en Kiev en 2014 es una “revolución de la dignidad”, pido a todos nuestros opositores que respondan a la siguiente pregunta: ¿por qué esta supuesta revolución de la dignidad ha llevado al poder a unas personas despreciables?

*Por Raffaele Morgantini, Investig’Action
Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

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