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| Sonia Torres |
Veo muchos jóvenes cantando y están con pancartas y fotos; en la sala de audiencias, el tribunal está a punto de anunciar el veredicto; recorro mi vida, que se me presenta en flashes, levanto la vista y veo que Silvina y Daniel están conmigo; ella me mira sonriente desde la foto que está colgada en la cocina de casa y él le envía un beso a ella. Concluyo que la memoria es joven y rebelde porque funciona con mucha energía y sin aceptar límites. Ni siquiera de tiempo y espacio.
Hace unos días nos llamaron del tribunal, fuimos con los compañeros de familiares, H.I.J.O.S y ex presos políticos, para arreglar pormenores sobre la ubicación en la sala de audiencias, porque la sala es chica y ni siquiera entran todos los querellantes.
Lo solucionamos enseguida, muchos dijeron que estarían en la calle. Estaba casi todo listo.
Recuerdo que eran como las 6 o las 7 de la tarde del 26 de marzo de 1976 cuando esos 9 hombres vestidos de civil y armados entraron a la casa de Coronel Olmedo en Alta Córdoba, donde vivían Silvina, Daniel y mi nieto que venía en camino.
¿Cómo será mi nieto?
Declararon todos los acusados. Ninguno dijo dónde ocultaron los cuerpos de nuestros familiares desaparecidos ni dónde están nuestros nietos.
Y yo, que pensaba que tal vez alguno de ellos se condoliera de nosotras y contara.
Al contrario, nos siguen tratando de subversivos y reivindican todo el desastre que provocaron en nuestro país.
Ya no tengo dudas de que si pudieran, volverían a hacerlo. Por eso me parece muy injusto que algunos medios de prensa digan que lo nuestro es venganza.
Con mucha gente estamos haciendo todo lo que podemos para que esa historia nunca más se repita.
El juicio fue largo y muy doloroso para todos los que vivimos en carne propia el horror del terrorismo de estado, pero apostamos a la justicia y en el juicio, los acusados tuvieron todas las garantías, hablaron todas las veces que pidieron hacerlo y dijeron todo lo que quisieron decir.
En el juicio también escuchamos las atrocidades que vivieron los compañeros de nuestros hijos en los centros clandestinos donde los tuvieron secuestrados y nuestros hijos también hablaron, porque con el Equipo Argentino de Antropología Forense, nos informaron lo que los asesinos hicieron con sus vidas. Sus restos en los hornos nos mostraron la verdad.
Leí en algún medio que los acusados están viejos.
Les pregunto, ¿y nosotras?... yo tenía 45 años cuando salí a buscar a mis seres queridos, pero ahora voy a cumplir 87 años dentro de pocos días, aunque en realidad a veces me siento sin edad, si no fuera porque extraño tanto a mis compañeras Otilia e Irma que ya no están, y eso me recuerda todo el tiempo que ha pasado.
Estela también declaró en este juicio y ahora también viene para la sentencia, ella tiene la misma edad que yo. Durante este juicio encontró a su nieto, nuestro nieto, que había sido apropiado.
El mío ya cumplió 40 años, ¿cómo vivirá? ¿Cómo vivirán todos los nietos que buscamos?
Estoy segura de que hoy en tribunales habrá mucha gente, quisiera agradecerles tanto a todos los que nos han ayudado...
Ojalá que vayan muchos jóvenes, quizás alguno de ellos podría ser uno de nuestros nietos. Qué falta nos hacen.
Para decidir, para continuar, para recalcar y considerar. Para analizar por dónde seguir y elegir el modo.
Como dice la canción de Víctor Heredia: sólo nos falta que estén aquí ...fogata de amor y guía, razón de vivir mi vida.
(*) Presidenta de Abuelas Córdoba. El caso de la desaparición de su hija y el robo de su nieto se juzgó en el juicio por la "Megacausa La Perla".
