(10/10/18 - Gestión Macri)-.El grupo de sacerdotes nucleados en el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres emitió una dura carta en la que cuestionó duramente la gestión de la alianza neoliberal conservadora de gobierno Cambiemos.
En la carta también hacen un llamado a los miembros de la oposición a mostrar " figuras, en todo el arco político y social que se opone a este modelo neoliberal que mata".
Carta Abierta del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
Nos dirigimos a todos aquellos, especialmente a los partidos políticos y organizaciones sociales, que quieren un Pueblo libre y una Nación soberana y para quienes la vida de los po-bres importa. Lo hacemos desde el espíritu de las bienaventuranzas: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt. 5,6).
Nos mueve a escribir esta carta abierta lo que hemos aprendido del Evangelio:
Dios es Amor
Todos somos hermanas y hermanos para quienes nadie puede sernos ajeno Nadie puede quedar fuera de la Mesa de la Vida Todos tenemos derecho a la vida y a elegir cómo vivirla.
Estas verdades, que no sólo son patrimonio de la fe, sino de la humanidad toda, están sien¬do negadas por el actual gobierno, que parece haber invertido el principio de la solidaridad social: pareciera que los pobres deben ser solidarios con los que tienen todo, aún a costa de su propio destino.
En nuestra Patria vivimos una hora oscura. Nuestros pobres han sido abandonados, condenados a sumirse más en la pobreza, al hambre, a la falta de atención sanitaria, a la pérdida del derecho a la educación. Nuestras familias están en “default” porque ya no pueden pagar sus deudas: o se come o se pagan los servicios públicos. Incluso deben hacerse cargo de las deudas de empresas que no se hacen responsables de los riesgos que asumieron y por decreto son subvencionadas con dineros, no ya del Estado (que provocó esa situación con las corridas cambiarias que destruyeron nuestra moneda), sino salidos directamente de nuestros bolsillos.
Este gobierno ha deteriorado seriamente las instituciones de la democracia. El poder judicial ha perdido toda credibilidad, como lo demuestra el nombramiento del nuevo presiden¬te de la Suprema Corte, hecho a medida del poder ejecutivo y de las grandes corporaciones para las que trabajó. El poder legislativo parece mudo, permitiendo que, materias que deben ser discutidas y legisladas en el Parlamento, sean impuestas por decreto.
El poder ejecutivo ha delegado el diseño de sus políticas a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y se ha entregado a los intereses de las corporaciones y la especulación financiera. Funcionarios, que deberían servir a los intereses de la Nación, se van por la puerta de atrás, no sin antes haber aprovechado información privilegiada para aumentar su patrimonio.
El tratamiento del presupuesto 2019 pone de manifiesto una enorme mezquindad: intereses sectoriales, regionales, financieros, incluso personales marcan la línea de una discusión que ha olvidado que de ella depende la vida concreta de la población, especialmente de los más pobres.
Un pueblo que no come ni trabaja, desinformado por un sistema de medios (que son pro-piedad de las mismas corporaciones que se enriquecen con los bienes de todos y que construyen una realidad virtual que hipnotiza al ciudadano), parece desilusionado de todo y se corre el riesgo de repetir el “que se vayan todos”.
Ésta no es la Democracia que soñamos.
Como pastores, pertenecientes a una Iglesia a la que Jesús delegó la función profética de anunciar la Buena Noticia del Reinado de Dios y denunciar las injusticias contra su Pueblo, vemos con tristeza que hemos perdido la valentía de poner en riesgo nuestras seguridades institucionales y la fuerza de la profecía que se juega por el pueblo que Dios nos pide acompañar.
Porque queremos tomarnos en serio la misión que Jesús nos encomendó, de servir a su Pueblo y hablar por sus derechos, humildemente les suplicamos y les exigimos en nombre del Dios de la Vida que vuelvan a hacer de la política un instrumento de transformación, en el servicio de la Patria y, especialmente, de los pobres y de los que están siendo vulnerados en sus derechos.
Que dejen de lado la discusión mezquina, los cálculos electorales, los pequeños intereses sectoriales y se unan para pensar un país grande, una nación de hermanas y hermanos, solidaria con los que ven su futuro e, incluso, su vida en riesgo. El Pueblo necesita urgentemente ver figuras, en todo el arco político y social que se opone a este modelo neoliberal que mata, que sean capaces de pensar y construir juntos una Patria grande y generosa.
En la carta también hacen un llamado a los miembros de la oposición a mostrar " figuras, en todo el arco político y social que se opone a este modelo neoliberal que mata".
Carta Abierta del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
Nos dirigimos a todos aquellos, especialmente a los partidos políticos y organizaciones sociales, que quieren un Pueblo libre y una Nación soberana y para quienes la vida de los po-bres importa. Lo hacemos desde el espíritu de las bienaventuranzas: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt. 5,6).
Nos mueve a escribir esta carta abierta lo que hemos aprendido del Evangelio:
Dios es Amor
Todos somos hermanas y hermanos para quienes nadie puede sernos ajeno Nadie puede quedar fuera de la Mesa de la Vida Todos tenemos derecho a la vida y a elegir cómo vivirla.
Estas verdades, que no sólo son patrimonio de la fe, sino de la humanidad toda, están sien¬do negadas por el actual gobierno, que parece haber invertido el principio de la solidaridad social: pareciera que los pobres deben ser solidarios con los que tienen todo, aún a costa de su propio destino.
En nuestra Patria vivimos una hora oscura. Nuestros pobres han sido abandonados, condenados a sumirse más en la pobreza, al hambre, a la falta de atención sanitaria, a la pérdida del derecho a la educación. Nuestras familias están en “default” porque ya no pueden pagar sus deudas: o se come o se pagan los servicios públicos. Incluso deben hacerse cargo de las deudas de empresas que no se hacen responsables de los riesgos que asumieron y por decreto son subvencionadas con dineros, no ya del Estado (que provocó esa situación con las corridas cambiarias que destruyeron nuestra moneda), sino salidos directamente de nuestros bolsillos.
Este gobierno ha deteriorado seriamente las instituciones de la democracia. El poder judicial ha perdido toda credibilidad, como lo demuestra el nombramiento del nuevo presiden¬te de la Suprema Corte, hecho a medida del poder ejecutivo y de las grandes corporaciones para las que trabajó. El poder legislativo parece mudo, permitiendo que, materias que deben ser discutidas y legisladas en el Parlamento, sean impuestas por decreto.
El poder ejecutivo ha delegado el diseño de sus políticas a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y se ha entregado a los intereses de las corporaciones y la especulación financiera. Funcionarios, que deberían servir a los intereses de la Nación, se van por la puerta de atrás, no sin antes haber aprovechado información privilegiada para aumentar su patrimonio.
El tratamiento del presupuesto 2019 pone de manifiesto una enorme mezquindad: intereses sectoriales, regionales, financieros, incluso personales marcan la línea de una discusión que ha olvidado que de ella depende la vida concreta de la población, especialmente de los más pobres.
Un pueblo que no come ni trabaja, desinformado por un sistema de medios (que son pro-piedad de las mismas corporaciones que se enriquecen con los bienes de todos y que construyen una realidad virtual que hipnotiza al ciudadano), parece desilusionado de todo y se corre el riesgo de repetir el “que se vayan todos”.
Ésta no es la Democracia que soñamos.
Como pastores, pertenecientes a una Iglesia a la que Jesús delegó la función profética de anunciar la Buena Noticia del Reinado de Dios y denunciar las injusticias contra su Pueblo, vemos con tristeza que hemos perdido la valentía de poner en riesgo nuestras seguridades institucionales y la fuerza de la profecía que se juega por el pueblo que Dios nos pide acompañar.
Porque queremos tomarnos en serio la misión que Jesús nos encomendó, de servir a su Pueblo y hablar por sus derechos, humildemente les suplicamos y les exigimos en nombre del Dios de la Vida que vuelvan a hacer de la política un instrumento de transformación, en el servicio de la Patria y, especialmente, de los pobres y de los que están siendo vulnerados en sus derechos.
Que dejen de lado la discusión mezquina, los cálculos electorales, los pequeños intereses sectoriales y se unan para pensar un país grande, una nación de hermanas y hermanos, solidaria con los que ven su futuro e, incluso, su vida en riesgo. El Pueblo necesita urgentemente ver figuras, en todo el arco político y social que se opone a este modelo neoliberal que mata, que sean capaces de pensar y construir juntos una Patria grande y generosa.
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