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» » Para empezar a hacer el duelo

(18/05/16 - Lesa Humanidad)-.En la tercera audiencia del juicio RIBA, Guillermo Pérez Roisinblit pidió a la justicia y a su apropiador que le digan dónde están los restos de sus padres.

"Necesito encontrar los restos de mis padres y hacer todo el ritual, para dejar de duelarlos", dijo Guillermo Pérez Roisinblit, en la tercera audiencia del juicio conocido como la RIBA, por el secuestro y desaparición de sus padres, José Manuel Pérez Rojo y Patricia Roisinblit. Antes había contado sobre su infancia apropiado por Francisco Gómez, imputado en este juicio, y su ex mujer, María Teodora Jofré.

Gómez -ex personal civil de inteligencia- escuchaba mirando el piso mientras Guillermo describía, entre otras escenas, cómo a sus tres, cuatro y cinco años, era llevado por él al sitio donde años antes había mantenido cautiva a su madre embarazada y a su padre: “Una morbosidad terrible que me llevara ahí, pareciera que me quería mostrar como un trofeo”, reflexionó Guillermo.

La declaración que duró casi dos horas comenzó con el relato de cómo se enteró de que era hijo de desaparecidos. Así recordó lo que su hermana Mariana Eva Pérez y su abuela Rosa Roisinblit ya habían contado la audiencia anterior: Cómo, con datos muy precisos de una denunciante, llegaron hasta él. 

Fue su hermana la que se acercó al patio de comidas en el que trabajaba y se lo dijo. “Ella vino con una amiga que traía un bebé en brazos. Yo le dije que no podía atenderla, entonces me preguntó si me podía escribir una carta. Se sentó en una mesa, me pidió una bolsa y cuando terminó de escribir metió ahí un libro en el que puso la carta. Yo para ese entonces ya estaba muy curioso y ni bien me la entrega saqué el libro de la bolsa y empecé a leer la carta. La carta básicamente decía que podía ser hijos de desaparecidos y que ella podía ser mi hermana, ahí cambió mi actitud. Entonces me acerqué y le dije que yo no podía ser su hermano porque tenía otro nombre y otra fecha de nacimiento, salvo que mi documento mintiera”. Guillermo recuerda que cuando Mariana y su amiga se alejaron, sus compañeros de trabajo se acercaron a hacerle bromas, como si las chicas vinieran a reclamarle la paternidad del bebé. También se sumó a la broma su jefe a quien Guillermo lo llamó a parte y le dijo: “No, esto es mucho más serio, esa chica dice que soy hijos de desaparecidos y que ella puede ser mi hermana”. Fue entonces que el jefe miró a Mariana y le llamó la atención sobre sus parecidos.

-Qué vas a hacer.
-No sé, decime vos que sos el adulto.

-¿Podés vivir toda la vida sin saber si tenés una hermana?
-No. Le respondió y se respondió Guillermo. Esa misma tarde estaba en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo sacándose sangre para un banco de muestras de resguardo que las Abuelas tenían en Estados Unidos, en el laboratorio de Mary Claire King, la genetista que las ayudó con el hallazgo del índice de abuelidad. Sin embargo, Guillermo no debió esperar al resultado de ADN para conocer su identidad.

Días después, se encontró a cenar con Gómez, que curiosamente también había invitado a Jofré, de quien hacía más de 15 años estaba separado y cuando ambos fueron a lavarse las manos al baño se lo preguntó: “Quiero saber si soy tu hijo, porque vino una chica al trabajo y me dijo que yo podía ser su hermano y que sus padres están desaparecidos”. Gómez negó todo y lo siguió haciendo durante los siguientes dos encuentros a los que invitó a Guillermo a almorzar. Para la tercera invitación Guillermo le dijo que prefería ir a su casa porque los lugares donde lo llevaba eran muy lejos de su trabajo y que para terminar siempre diciendo lo mismo, prefería evitarlo: “Fue ahí cuando Gómez se quebró y me dijo que era hijo de desaparecidos, que era hijo de una montonera y de un montonero. Que me aseguraba que él la había cuidado, me contó entre sollozos y balbuceos que a veces le alcanzaba un huevo y que la sacaba a caminar por el patio interno de la RIBA. Que él sólo le pedía que se portara bien porque si no la iba a tener que dañar. Y que no podía decir que hubiera ocurrido lo mismos con mi padre. También me dijo que esa chica que se había acercado, era mi hermana”. Guillermo ahí también le confesó que había ido a Abuelas de Plaza de Mayo y le sugirió que se buscara un abogado.

Gómez se separó de Jofré en 1985, sin embargo siguieron siempre en contacto. Uno de los motivos de la separación, según Guillermo, fue la violencia doméstica. Gómez golpeaba a Jofré con frecuencia, sobrio o ebrio, no importaba. "Yo he visto de lo que es capaz de hacer Gómez", aseguró Guillermo. Hasta que se separaron en ocasiones huyeron de la casa y Gómez volvía a buscarlos. Jofré aseguraba no conocer la procedencia del bebé. El presidente del Tribunal quiso saber si Gómez le había dado alguna característica de su mamá: "Sí, que era judía", recordó Guillermo, al tiempo que se dio cuenta mientras respondía que Jofré y Gómez, cuando de niño hacia algún berrinche, le decían a modo de mofe "judío". “Nunca me había dado cuenta de esto que estoy contando ahora”, se sorprendió y agregó: “me lo decían los dos”.

Otro capítulo fue el de repasar los nombres de quienes conoció de la RIBA. Mencionó al “Colo”, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, que curiosamente se apropió de otro nieto que recuperó su identidad en 2010: Ezequiel Rochistein Tauro. También recordó a Roberto Sende, jefe de la RIBA, entre otros. En la sala además estaban presentes los otros dos imputados: el entonces jefe del Estado Mayor General del arma, Omar Domingo Rubens Graffigna y el ex jefe de la RIBA, Luis Tomás Trillo.

Guillermo rememoró sus años de confusión en los que la culpa y sentimiento de lealtad hacia quienes lo habían criado, eran tan fuertes que le impedían vincularse con su familia biológica: “mi amor era genuino”, aseguró distanciándose del de ellos. Contó que visitaba a Gómez cuando estaba detenido por su apropiación y describió los privilegios en los que se encontraba: “Lo veía en su cuarto, y digo cuarto, porque era eso una cuarto, no una celda”. También se refirió a que sus custodios eran “sus amigos de andanzas” y que en ocasiones, cuando lo visitaba comían todos juntos. En una de esas ocasiones participó de una charla en la que uno de esos “custodios” le habló sobre el parecido que él tenía con su padre y otro le detalló con admiración el “aguante” que tenía su padre en las torturas. “Eso me hizo entender que estaba en el lugar equivocado, cómo iba a ver a la persona que me robó”.

Guillermo, fue testigo reservado en la instrucción de este juicio, porque temía por su familia. Fue cuando el juzgado de Daniel Rafecas lo llamó a testificar. En la audiencia de hoy le preguntaron si hacía mucho que no veía a Gómez y aseguró que desde esa época: “La última vez que lo ví me dijo que por mi culpa no podía volver con Jofré y que porque yo había ido a Abuelas él estaba preso. Pero me aclaró, que no iba a ser para siempre y que cuando saliera iba a tener reservado para mis dos Abuelas, para mi hermana y para mí, un tiro en la frente”.

Como al final de cada declaración el presidente del Tribunal preguntó si quería agregar algo: “preciso no sólo de la justicia, sino de él, saber dónde están los restos de mis padres”, dijo casi como una plegaria. Y solicitó a Gómez: “Yo sé que él puede tener alguna información” y agregó: “Él me debe decir qué pasó con ellos así puedo seguir adelante”.

Por la tarde, el Tribunal Oral en lo Criminal Oral Federal Nº 5 de San Martín, compuesto por los jueces Alfredo Ruiz Paz, Marcelo Díaz Cabral y María Claudia Morgese, tomó declaración a Marcelo Moreyra, familiar de José, y a Carlos Pontnau y Mónica G. de Pontnau, hermanos de Gabriel Gustavo Pontnau (secuestrado en el mismo operativo que José).

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