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» » Un texto literario sobre el después del mayor tsunami que se abatió sobre Japón

(24/014/16 - Libros)-.En la novela Largo Aliento, de Nina Jackle, un hombre reconstruye los rostros desfigurados de los muertos por un tsunami en Japón, en base a fotografías tomadas y ordenadas en un fichero para ser identificadas, una trama despojada de artificios que deja al descubierto la identidad de aquellos que se habían ido para siempre.

De dibujante de identikits de criminales, pasa a cumplir este nuevo rol que le requiere -como el anterior- una habilidad que se traduce en el "incesante rasguido del lápiz sobre el papel", para recuperar los verdaderos rostros, sin las heridas que ahora los atraviesan y hacen imposible el reconocimiento de sus parientes.

"La lógica anatómica los vuelve deducibles, no tengo dudas de cuál es el trazo incorrecto que debo borrar al instante. Siempre dibujo los ojos al final (...) es que los rostros adquieren su gracia o su severidad, su desfachatez, su frustración o incluso su discreción", describe el personaje que vuelve sobre el tema una y otra vez.

Como pinceladas, van apareciendo detalles de esa tragedia que convirtió al protagonista en retratista de las víctimas, luego de haberse salvado junto a su mujer al irse por unos días antes del tsunami. 

"Cuando regresamos a la ciudad, aquello que habíamos poseído había desaparecido (...) Desde ese día sabemos que uno puede extraviar personas, literalmente, que las personas pueden ser arrancadas de la vida, literalmente".


Muchos deambulan perdidos en ese espacio desconocido, amenazante y lleno de escombros, de basuras, de niños nacidos en containers: a estos se les dirá alguna vez "que el agua es capaz de aplastar autos, que dentro de un estadio de béisbol caben los escombros de mil seiscientas casas".

La escritura desprovista de todo aquello que parezca superfluo va armando un escenario cambiante e irreconocible, en el que se mueven de manera constante personas sin rumbo a la búsqueda imposible de recuperar algo de lo perdido.

Publicado por la editorial Serapis, el libro de apenas 135 páginas, dividido en 28 capítulos, da cuenta desde la mirada del personaje que dibuja esos rostros todavía sin nombres, las consecuencias del desastre natural que cambió en un instante la geografía y la percepción de los sobrevivientes, un 11 de marzo de 2011, a las 14.46.

La mujer del dibujante irrumpe en ese casi monólogo desde su propia perspectiva, ella dice que tiene que olvidar "la imagen de una lámpara en medio de la mugre, la imagen de una plancha entre las rocas, la imagen de madera toda astillada junto a un oso de peluche, la imagen de un cuenco roto, de un portarretratos desarmado con una foto toda cuarteada...”.

También se asoman a la narración una imagen ausente, la pequeña Aoko, a quien le gustaba que le dibujaran delfines. La veían desde una ventana de la casa, una casa a la que nunca pudieron volver. 

"Nada puedo decir de lo que es tener que dibujar rostros de niños. Quien haya experimentado lo inexorable sabe de este mutismo (...) un mutismo que proviene de que no existen palabras acertadas, no las hay, no hay palabras que se presten. La inexorabilidad es absoluta y cabal".

Tampoco desde ese día -cuya mención recorre todo el texto- el dibujante y su mujer volvieron a pasear: "Qué clase de paseo sería, dice mi mujer, uno siempre buscaría ver lo que alguna vez hubo, pero sólo se vería una ausencia". Ni van al médico por una tos, una fiebre o una herida: "Es que hemos perdido toda proporción".

La autora de las novelas Zielinski (2011), publicada en español en 2013 y de Sevilla (2010), es concisa en los detalles, ascética en el relato de esa llanura devastada por el agua en la que el mar dejó de ser una postal. 

Por esta novela -traducida por Carolina Previderé- la autora ha recibido los premios Tucán, entregado por la Academia Bábara de Bellas Artes de Munich y el Evangelischer Buchpreis (Alemania). Es escritora miembro de la Asociación de Escritores Alemanes Baden-Wurttemberg y del Centro Alemán de poetas, ensayistas y novelistas (PEN).

El 11 de marzo de 2011 cerca de la costa norteoriental de Japón a las 14.46 (hora japonesa) se produjo un terremoto de 8,9 grados en la escala de Richter. Fue el más fuerte de la historia de ese país y el quinto más fuerte de todo el planeta desde que se tienen registros.

El terremoto provocó un fuerte tsunami y pocas horas después llegaron las primeras olas de 10 metros a las costas de Fukushima y la central nuclear de esta ciudad resultó seriamente dañada.

"Era un soleado día tardío de invierno, el mar exhaló, para después inhalar profundo, nos volvimos silenciosos. Surgió el borde que ahora muestra por siempre de qué lado se quedó la suerte y dónde, aquel día, la suerte no estuvo (...) Nunca más seré capaz de hablar sin al mismo tiempo pensar en el fichero repleto de fotografías", desliza el dibujante, inspirado como otros en personajes de la vida real.

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